Deseo Danzante

Deseo Danzante

Capitulo 1

...CLARET:...

— ¡Eres una torpe! — Gritó el jefe del restaurante, en medio de la cocina, pero mi mente estaba perdida en la llamada de hace unos minutos — ¡Esos platos los vas a tener que pagar, porque no voy a tolerar a una mesera tan torpe que tenga aceite en las manos! — Nadie me observaba, los chet seguían en sus trabajos y los demás meseros caminaban de un lado para otro, a ninguno le importaba que el gerente fuese un patán, no cuando no era a ellos a quien les gritaban.

— Fue un accidente...

— ¡Silencio! — Gritó el gerente, un hombre obeso que solo sabía gritar y sonreír de forma mansa solo frente a los comensales más importantes — ¡Me hiciste pasar una horrible vergüenza frente al dueño del restaurante y eso no voy a tolerarlo, pagarás por los platos!

Ni siquiera había logrado verle el rostro al dueño, ese debía ser peor que el gerente, después de la llamada quedé tan devastada que al tomar la bandeja y caminar hacia la mesa se me resbalaron.

Tenía ganas de llorar, pero no por el regaño, ya a esas alturas me daba igual, los maltratos y horribles trabajos por los que había pasado me habían enseñado bastante, de lo que si estaba harta era de mi mala suerte en todo.

— ¿Cómo voy a pagar eso? — Me armé de valor, quitándome el maldito delantal de la cintura — ¡Esas vajillas cuestan más de lo que me paga!

— ¿Encima te atreves a quejarte de que te pago mal? — Siseó el jefe, escupiendo saliva por su gritería, aflojando la corbata que parecía ahorcarlo — ¿Qué no recibes suficiente propina de los clientes? — Encajé las uñas en la tela del delantal, propinas que el mismo me quitaba con cualquier excusa, un paño roto, servilletas desorganizadas, el uniforme sucio, una comida mal entregada.

— ¡Usted mismo las descuenta!

Soltó un gruñido y se excusó.

— ¡Es porque no estás haciendo bien tu trabajo, no estoy contento con tu desempeño, pero ésta fue la gota que derramo el vaso, la falta más grave! — Apretó sus puños — ¡Un restaurante tan prestigioso no puede tolerar a trabajadores tan incompetentes! ¡Dime! ¿Cuál es tu excusa ésta vez?

No, no era yo, era él, era una maldita rata que abusaba de su puesto de jefe.

— ¡Mi madre acaba de fallecer! — Derramé las primeras lágrimas — ¡Recibí una llamada del hospital, por eso tiré los platos sin querer!

No hubo un apice de comprensión en su expresión.

— ¡Y eso a mí que me importa, aquí se viene a trabajar y si no es capaz de manejar sus emociones en pleno horario, entonces está despedida!

— ¡Bien! — Grité, arrojando el delantal en su pecho — ¡Al fin y al cabo, este trabajo es una porquería!

— ¡No esperes la maldita liquidación, esas vajillas que rompiste valen más que tu tiempo laborando aquí!

Me giré con ímpetu y salí de la cocina, crucé el restaurante, pasando por las mesas.

— ¡Les recomiendo no comer aquí, hay ratas enormes en la cocina! — Dije en voz alta, frente a las personas que comían.

Salí por las puertas de cristal.

Me detuve en seco después de cruzar la calle, empecé a sollozar antes de poder controlarlo, lloré mientras caminaba hacia la parada.

Era de noche y la ciudad de París seguía despierta, rebusqué en el bolsillo, en mi cartera, apenas tenía para pagar el pasaje.

Me limpié las lágrimas cuando el bus llegó y lo tomé para ir al hospital.

Al pensar en las cuentas que debía pagar mi tristeza aumentó.

Derramé lágrimas hasta cansarme.

Ahora, estaba sola.

...****************...

Corrí hacia la recepción del hospital y pregunté.

— Aún no la han movido de la habitación — Dijo la recepcionista.

El doctor que atendió a mi madre se aproximó.

— Señorita Claret, siento mucho su perdida — Dijo, con su acento francés marcado — Necesitaré que firme algunos papeles, para trasladar a su madre a la funeraria.

— No tengo para pagar la funeraria, tampoco la cuenta del hospital — Dije, sintiéndome muy cansada, con los ojos irritados de tanto llorar.

— Conozco una funeraria que cobra a precio accesible y por la cuenta del hospital no se preocupe, puede ir abonando...

¿A caso no escuchó?

— ¿Puedo verla antes de que la saquen de la habitación?

— Por supuesto — Empezó a caminar por el pulcro pasillo y lo seguí hacia el ascensor.

No hablé mientras estaba adentro, mis pensamientos saltaban de un lado a otro.

El doctor me guió hacia la habitación, abrió la puerta y ondeó su mano hacia adentro.

Entré y observé hacia la cama, al cuerpo cubierto por las sábanas blancas.

— No tarde demasiado, estaré en el pasillo — Cerró la puerta y mis piernas casi perdieron fuerza cuando me aproximé hacia la camilla.

Tragué el nudo en mi garganta y tomé la sábana para descubrir el rostro pálido y cansado de mi madre.

Sollocé — Lo siento... Lo siento tanto, mamá — Me incliné, tocando su mejilla fría — Soy una mala hija, te prometí que nuestra vida sería mejor... Pero, solo fallé — Me abracé a su cuerpo — Hiciste todo por mí cuando papá nos dejó solas, merecías una buena vida... Quería darte comodidades y solo te di preocupaciones.

El dolor en mi pecho aumentó, al recordar todos sus esfuerzos para darme de comer y para que terminara la secundaria, lamentablemente no entré en la universidad, porque ella enfermó.

Prometí tantas cosas y no cumplí ninguna.

Me aparté de ella a la fuerza.

Volví a la recepción con el doctor.

— Señorita Claret — Dijo alguien y me giré para observarlo.

— Señor Dimitri ¿Qué hace usted aquí? — No pude evitar fruncir el ceño.

— Lo siento mucho, siento tanto tu perdida — Se acercó y me dió un abrazo, me aparté incómoda — Vine en cuanto me enteré de la desgracia — Se acomodó las gafas.

El Señor Dimitri fue jefe de mi madre, ella trabajó de sirvienta en su enorme casa, solía llevarme porque no tenía con quien cuidarme y allí lo conocí.

Era un anciano viudo, todos sus hijos estaban en el extranjero.

Cuando era niña me consentía con dulces y regalos.

— ¿Quién le dijo qué mi madre...

— Me enteré por tu vecina, fui a visitarlas hoy y la señora me dijo que tu madre llevaba tiempo hospitalizada aquí, la recepcionista acaba de informarme que ella a fallecido.

El Señor Dimitri no me daba buena espina, era muy dulce y demasiado considerado conmigo. Tal vez eran mis malas experiencias en la vida, pero no me fiaba de sus intenciones.

— Si, el cáncer estaba muy avanzado — Dije, tomando distancia.

— Señorita Claret, puedo pasarle el contacto de la funeraria — Intervino el doctor — Como le dije ya, los precios son razonables.

El Señor Dimitri dió un paso hacia el doctor.

— Dígame ¿Qué es lo que hay que pagar?

— Señor, no será necesario yo...

— No te preocupes, Claret, tengo dinero de sobra — Sacó su billetera, gruesa de tantos billetes — Conmigo es con quien debe hablar sobre pagos — Le enseñó los billetes al doctor — Pagaré la cuenta del hospital y tambien el servicio funerario.

— Señor, por favor, no hace falta — Insistí, avergonzada, tomando su brazo — No es su deber, yo pagaré todo.

— No hace falta, se de tu mala situación económica, por los años de servicio que me dió tu madre, yo cubriré los gastos — Insistió, saliendo de mi agarre.

— No, señor, si hace esto, tendré que pagarle, no pienso aceptar que cargue con algo que no es de su incumbencia.

El anciano me observó — Puedes pagarme cuando puedas, no te cobraré intereses.

Terminé accediendo.

...****************...

Pasaron dos semanas desde la muerte de mi madre y seguía buscando trabajo, revisé el periódico una y otra vez, marcando los anuncios mientras rascaba mi cabeza por la frustración.

El dinero que le debía a Dimitri no era mi única preocupación, también estaban los meses de alquiler sumados a los servicios de agua y electricidad.

Mordí mi sandwich, la única comida que podía llevarme a la boca.

Marqué otro anuncio.

Cajeras, vendedoras, niñeras, mensajeras.

Solo a eso podía aspirar, sin una profesión tenía menos posibilidades de encontrar un buen trabajo.

El teléfono sonó y contesté.

— Hola.

— Hola, Claret — Dijo Marie, mi amiga — ¿Cómo haz estado?

— Marie, te seré sincera, voy de mal en peor — Me levanté de la silla, con mi pan en una mano y el teléfono en la otra — No consigo trabajo y estoy endeudada hasta el cuello, ya tengo varios avisos del casero, pronto estaré de patitas en la calle sino consigo dinero para pagar los meses atrasados.

— Vamos anímate, los males no duran para siempre, encontré un trabajo para ti.

Me detuve en seco — ¿En serio?

— Claro, no es gran cosa, pero te servirá mientras encuentras algo mejor.

Estreché mis ojos — Marie ¿Te lo ofrecieron a ti y no lo quisiste? ¿Cierto?

— Es que no me llevo bien con los animales.

— ¿Animales? — Me espanté.

— Es para pasear perros ¿Qué dices? ¿Le entras?

— No puedo darme el lujo de rechazar nada — Me encogí de hombros.

— Te enviaré la dirección.

— Gracias, muchas gracias.

— Después te invitaré a beber una cerveza para celebrar.

— Sabes que no bebo — Dije, riendo.

— No importa, yo beberé por ambas, luego me cuentas como te fue.

Me despedí y colgué.

Marie me envió la dirección y alcé las cejas.

Era una colonia de ricachones.

...****************...

Llegué al sitio después de tomar un taxi, hacia un portón con una casilla.

El vigilante se puso alerta cuando me vió acercarme a la ventanilla.

— ¿Quién es usted?

— Soy la Señorita Marie, vine aquí por un trabajo de cuidadora de perros, busco a la Señora Smith.

Marie me había recomendado hacerme pasar por ella, ya que de lo contrario no me dejarían pasar.

Después de hablar por teléfono abrió la puerta con un botón y me dió el número de la casa.

Caminé por ese sitio tan pulcro y lujoso, las casas eran hermosas y enormes, con jardines bien cuidados y autos lujosos.

Lo que siempre quise darle a mi madre estaba allí, muy lejos de ser mío.

Me detuve frente a la puerta y toqué el timbre.

Una mujer rubia con el rostro bañado en maquillaje y elegante vestimenta me dió una mirada despectiva, recorrió su ojos por mis tenis desgastados, mi jeans rasgados y mi suéter verde, su mirada se detuvo en mi cabello en una simple coleta baja.

— ¿Tú eres la paseadora?

— Así es.

Sus largas uñas con esmalte se pasaron por su cabello bien cuidado y largo.

— ¿Eres mayor de edad?

Me mordí la lengua para no contestar algo indebido.

— Si lo soy.

— Vas a pasear a mis cinco perros por el parque de la colonia.

¿Cinco? Esperaba que fuesen Chihuahuas.

— ¿Cuánto me pagará?

— Discutiremos el pago cuando los traigas de vuelta, no voy a arriesgarme a que te vayas con mis perros y con el dinero.

Volví a morder mi lengua, con la paciencia agotada.

— Descuide, no haré tal cosa.

— Espera aquí, voy a preparar a mis hijos.

¿Hijos? ¿Hablaba de los perros?

Cerró la puerta, sin dejarme pasar.

Ya no me estaba gustando el trabajo.

La doña se tardó casi una hora en salir de nuevo.

Casi abro los ojos como platos, eran tres Golden inquietos y dos Beethoven, uno de ellos tenía bozal.

Tenía que estar bromeando.

— Esto es para que recojas el excremento — Me dió una bolsa con una pala — Esto es para el moquillo de Pelusa — Señaló a uno de los Golden color chocolate — Se cansa mucho, así que dale agua — Me dió una botella — Los traes a las cinco, sin falta.

— ¡Nena, vamos a divertirnos! — Gritó un hombre desde adentro.

Tomé las correas y cerró la puerta en la cara, sin darme indicaciones de donde quedaba el parque.

Salí, arrastrando a los perros o tratando de guiarlos cuando empezaron a caminar por donde les apetecía, intenté no caer en la acera por la fuerza de los perros.

No pude controlarlos así que dejé guiarme por la colonia.

La gente rica hacían ejercicio y también salían de sus casas vistiendo trajes costosos.

Algunos me observaron como si fuesen los reyes del mundo.

Los perros se detuvieron en medio de la calle, intenté tirar de la correa, ninguno quiso moverse.

— ¡Vamos, por favor, tienen que moverse ya! — Tiré de la correa — ¡Estamos en medio de la calle! — El del bozal me gruñó.

Uno de los Golden se hizo popo y dos mujeres que caminaban por la acera, fruncieron los ceños.

Me agaché para recoger el popo.

Uno de los perros empezó a ladrar, todos se contagiaron, de un momento a otro caí al suelo cuando corrieron.

Me arrastraron y tuve que soltar la correa.

Los perros corrieron en distintas direcciones.

Me levanté — ¡Esperen, vuelven! — Corrí, persiguiendo a uno de los perros — ¡Por favor!

Tropecé y caí cuando intenté tomar la correa de uno de los perros.

Unos zapatos deportivos se hallaron frente a mí y elevé la mirada.

Un hombre me observó de forma seria.

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Comments

Karel Maza

Karel Maza

Excelente autora vamos a divertirnos nuevamente./Good/

2024-09-12

0

Yesika Bastidas

Yesika Bastidas

aqui edtoy al pie del cañon empezando con una nueva de tu autoria es que me encantan tus novelas

2024-08-24

0

Yise

Yise

Me encantaron las fotos de los personajes nada exagerado vas muy bien me tenes enganchada /Chuckle//Chuckle//Chuckle//Chuckle/

2024-08-21

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