Kael Walton no fue criado, fue forjado, desde niño conoció más el frío del abandono que el calor de una familia. A los quince años quedó huérfano, y su refugio fueron las calles, los trabajos mal pagados, y los silencios largos que solo entienden los que han sobrevivido más de lo que han vivido.
El ejército le dio estructura, disciplina, y una nueva identidad: soldado, protector, fantasma. A los 25 años, pensó que había encontrado la única guerra que valía la pena luchar: el amor. Pero la felicidad duró poco. Su esposa fue asesinada por un mafioso al que todos temían, excepto Kael. Desde entonces, el amor quedó enterrado junto a ella.
Años después, en medio de una misión de venganza donde logran su cometido, cuando al fin reina la paz para el solo era el inicio de un caos y encanto, llamado Nadia Drake.
Podrá Nidia Alojarse en el corazón de Kael?
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Capítulo 15
... DE REGRESO A ALEMANIA ...
Las paredes del departamento de Nadia estaban bañadas por la luz tenue del atardecer. Las cortinas, ondulando apenas con el viento, dejaban entrar el murmullo lejano de la ciudad que seguía su curso sin detenerse, ajena a los dramas personales de sus habitantes.
Nadia miraba por la ventana con los brazos cruzados, el celular aún en la mano acababa de hablar con Ethan, le había contado su decisión.
Su hermano, aunque sorprendido, la había apoyado sin dudar.
—Si eso es lo que necesitas, hazlo — le había dicho —. Sabes que estaré para ti y el problema me involucra.
— Hermano, cuida a mi cuñada y a mi sobrino, nuestro amado Enzo, yo me encargaré de ese maldito, debo demostrar que soy una Drake.
— No dudes en avisarme, estaré al tanto de todo y te enviaré el apoyo que necesites.
— Gracias hermano te amo. — colgó la llamada
Ella suspiró, no era una huida, era un regreso, a su lugar, a sus responsabilidades, a su vida real.
—A donde debería haberme quedado desde el principio — murmuró.
Detrás de ella, Kael se mantenía de pie, firme como un muro de piedra. No la interrumpía, no protestaba, solo la observaba.
Había llegado una hora antes, luego de que ella le pidiera hablar.
Pero ahora que estaban cara a cara, el silencio se había vuelto espeso, incómodo.
Finalmente, ella se giró.
—Me voy a Alemania.
Kael no reaccionó de inmediato, solo bajó la mirada un segundo, como si ya lo hubiera sabido.
—¿Cuándo?
—Mañana, mi vuelo sale al mediodía, Ethan ya lo sabe, no quiero despedidas largas.
—¿Y Luca?
—Me alejo también por eso, es más fácil protegerme a distancia, en el país que me refugio y sé cuidarme, tengo recursos, contactos.
—Nunca pensé que tomaras esa decisión —respondió con voz baja.
Nadia dio unos pasos hacia él.
— Dime algo Kael, ¿por qué me tratas como si necesitara que me rescates a cada rato?
— Porque no puedo evitarlo. Porque… me importas más de lo que debería.
El silencio volvió a caer entre ellos, Nadia respiró hondo.
—No sé qué me duele más, que lo digas… o que lo digas así, como si fuera un error sentir algo por mí.
Kael la miró a los ojos por fin, había tormenta en su mirada.
—Nadia… tengo cuarenta años, he enterrado a mi esposa, a mi hija. He visto cosas que nadie debería ver, he matado, he sobrevivido. ¿Tú sabes lo que es vivir con ese peso? Con esa oscuridad colgándote del cuello cada mañana…
—¿Crees que porque tengo veintiuno no sé de dolor? — interrumpió ella, dolida —. Yo también estuve sola, en la calle, robando para comer, vi morir a una amiga frente a mis ojos. Fui rescatada, sí, pero esa niña sigue dentro de mí, luchando, cada día.
Kael cerró los ojos, como si algo dentro de él se quebrara al escucharla.
—Entonces entiendes por qué no puedo arrastrarte a mi infierno.
—Y yo entiendo por qué no puedes salir de él. Pero no por eso dejaré de sentir lo que siento, porque no se trata de merecer o no, se trata de que, por primera vez en mi vida, alguien me mira y me ve entera.
Ella lo tocó, le tomó la mano, pero él la retiró con suavidad, como si el contacto le doliera.
—No me pidas más de lo que puedo darte.
—No te estoy pidiendo nada, Kael. Solo… déjame ir. Esta vez sin que me sigas, sin que aparezcas con celos estúpidos yo también te dejaré tranquilo, ya no te molestaré.
La voz de Nadia se quebró un poco, pero no lloró.
Kael no respondió, solo asintió, con una expresión tan neutra que dolía.
Ella se acercó, le dio un beso en la mejilla, y lo miró una última vez.
—Cuídate, por favor.
Y se fue al dormitorio a terminar de empacar.
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Esa noche, Kael caminó solo por la ciudad hasta entrada la madrugada.
No podía pensar con claridad, cada paso era un peso en el pecho, cada esquina, una memoria con Nadia.
La cafetería donde ella le dio a conocer su libreta, El parque donde se besaron por primera vez. El restaurante donde ella lo enfrentó con esa risa suya, tan descarada y luminosa.
Su teléfono vibró, era un mensaje de Ethan.
“¿Estás seguro de dejarla ir así?”
No respondió; porque no estaba seguro de nada.
...****************...
A la mañana siguiente, Kael apareció en el hangar privado del aeropuerto internacional, solo para asegurarse de que ella estuviera segura, desde lejos, la vio.
Nadia estaba con un abrigo beige, el cabello recogido en una coleta elegante. Hablaba con el piloto y un asistente de vuelo, se veía calmada, determinada, como si tuviera el control de su mundo de nuevo.
Kael no se acercó, se quedó junto al auto, apretando el volante con fuerza.
Podía irse, podía dejarla partir, pero algo en su pecho no lo dejaba.
¿Cuántas veces más vas a perder a alguien porque crees que no mereces amor?
La pregunta surgió como una bofetada, una voz en su cabeza que no le daba tregua.
Corrió al hangar, entró sin pedir permiso, ignorando las miradas de seguridad. Cuando ella lo vio, su rostro cambió, no supo si era enojo, sorpresa… o esperanza.
Kael se detuvo frente a ella, sin aliento.
—Voy contigo.
Nadia parpadeó.
—¿Qué?
—Voy contigo a Alemania, no sé qué pasará, no sé si pueda darte lo que mereces, pero no voy a dejar que te enfrentes sola a todo esto y mucho menos… que desaparezcas de mi vida así.
Ella lo miró con cautela. Aún con las palabras flotando en el aire.
—¿Y si yo quiero irme sola?
—Entonces me subiré al siguiente vuelo y esperaré en el mismo país que tú, hasta que cambies de opinión.
Una media sonrisa se dibujó en los labios de Nadia.
—Eres insoportable, Kael Walton.
—Y tú me traes loco, Nadia Drake.
Por un instante, se miraron sin moverse. Entre ellos, un espacio que temblaba como una cuerda tensa.
Y esta vez fue ella quien dio el paso.
—Solo una condición —dijo.
—Dime.
—No me salves, camina a mi lado, eso es todo lo que quiero.
Kael asintió.
—No prometo no querer protegerte.
—Pero no me encierres en tus paredes, Kael o tomaré mucha distancia y hablo en serio.
Él la miró y con la voz apenas audible, respondió:
—Haré lo mejor que pueda.
Ella sonrió y por primera vez, el avión no representaba una despedida, sino un nuevo comienzo.
Minutos después, ambos subieron al jet privado.
Desde la ventanilla, Nadia miró las nubes acercarse, a su lado, Kael se mantenía en silencio, con los brazos cruzados y la vista perdida, luchaba consigo mismo.
Pero ella no lo presionó, le tomó la mano con suavidad y él no la soltó; se quedaron mirando fijamente y juntaron sus labios, un beso tierno, dulce, amoroso, siendo este el punto de inicio de las nuevas cosas que vendrían.
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que decepción
así me gusta que no tengan tantos capitulos 💯