La autora de esta historia se queda dormida frente a la computadora y, mágicamente, la protagonista de su propia novela la obliga a tomar su lugar, ya que le pareció muy injusta la forma en que la autora trató a su familia.
¿Podrá nuestra autora sobrevivir a su propia trama...?
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capitulo 4
En la quietud de la noche, Lara abandonó la torre con determinación, llevando consigo únicamente su anillo mágico y el traje especial que Malik le había regalado al comenzar sus incursiones nocturnas. Este anillo, una reliquia ancestral, le permitía almacenar objetos y acceder a ellos cuando lo necesitara, una herramienta invaluable para sus aventuras.
Al adentrarse en el bosque, Lara escaló ágilmente un árbol, buscando un lugar elevado para descansar y observar su entorno. Sin embargo, su tranquilidad fue interrumpida por el sonido de cascos acercándose rápidamente.
—¿Dónde se fue?
—No lo sé...
—¡Encuéntrenlo! Si su majestad descubre que escapó, nos cortará el cuello.
Desde su posición, Lara observó cómo varios soldados buscaban con urgencia. Fue entonces cuando notó a un hombre malherido intentando esconderse detrás de unos árboles, sosteniendo un palo como única defensa. Al reconocerlo y comprender que podría serle útil en el futuro, lanzó discretamente una pequeña baya hacia él y le hizo señas para que esperara.
A pesar de sus dudas, el joven asintió. Lara descendió del árbol con un ágil salto, atrayendo la atención de los soldados.
—¿Quién eres? ¿Qué haces aquí?
—Lo siento, me perdí y buscaba un lugar para descansar. Al verlos, decidí bajar antes de que me atacaran sin motivo.
—¿Eres una mujer?
Lara se quitó la capucha, revelando su rostro.
—Sí, lamento asustarlos. Por cierto, el hombre que buscan está por allí; lo acabo de ver.
Los soldados, sin perder tiempo, se dirigieron hacia la dirección indicada. Aprovechando la distracción, Lara los atacó con habilidad, dejándolos inconscientes en el acto. Luego, se volvió hacia el hombre que había salido de su escondite.
—Ya puedes soltar eso; no te haré daño.
—¿Quién eres? ¿Por qué me ayudaste?
—Porque detesto a los abusivos. Es evidente que en tu estado no podrías defenderte.
Lara comenzó a caminar, pero el hombre la detuvo.
—Espera, ¿a dónde vas?
—Al pueblo, buscaré un lugar donde instalarme.
—Estoy malherido y necesito llegar a Amatista. ¿Puedes... puedes llevarme?
—¿Qué gano yo con eso?
El hombre la miró con desconfianza, pero Lara continuó.
—Te acabo de salvar la vida gratis. No creerás que me expondré a más peligros solo por tu cara bonita, ¿verdad?
—Bien, cuando lleguemos, te pagaré lo que me pidas.
—De acuerdo, pero primero...
Lara sacó de su anillo ropa, vendas y medicina. Se acercó al hombre para limpiar sus heridas.
—¿Qué haces?
—Si sigues así, solo te convertirás en una carga y mi trabajo será más difícil. Amatista queda a diez días de aquí, y con esas heridas no llegaremos lejos.
El hombre, llamado Santiago, la observó en silencio mientras ella terminaba de atenderlo. Luego, tomó la ropa para cambiarse, pero al notar que Lara no se volteaba, dijo:
—¿Me puedes dar privacidad?
—Ah... sí, claro.
Lara se volteó y dijo:
—Por cierto, mi nombre es Lara.
—Santiago.
Cuando el joven terminó, anunció:
—Estoy listo.
—Muy bien, vamos; estos no tardarán en despertar.
—¿No los mataste?
—¿Por qué lo haría? Solo les di algo que los durmiera por unas horas.
—Irán tras nosotros.
—Mátalos tú si quieres; yo me voy. No ensuciaré mis manos por alguien que ni conozco.
Lara comenzó a caminar, pero pronto vio cómo Santiago regresaba junto a los guardias y, con una navaja, cortaba sus gargantas. La chica miró hacia el frente y murmuró:
—Piensa en algo bonito, piensa en algo bonito... unicornios, ositos de peluche, Zac Efron, Johnny Depp, Ricky Martin...
—¿Qué tanto dices?
—Nada, vamos.
Lara retomó la marcha y luego preguntó:
—Y... ¿cómo terminaste aquí?
—Preferiría ir en silencio.
—Claro... me callo... ya no hablaré.
Lara comenzó a tararear, y Santiago la miró con desaprobación antes de decir:
—¿Recuerdas que nos están siguiendo?
—Cierto, tienes razón. Me callo.
La chica continuó caminando y, al ver cómo el joven comenzaba a sudar frío, dijo:
—Creo que es mejor descansar; mira, allí hay una cueva.
—No, debemos seguir...
—Dije que no.
Lara se dirigió al lugar y, al comprobar que no había peligro, sacó de su anillo unas cuantas mantas y las colocó en el suelo.
—Acuéstate aquí, ya regreso...
—¿Dónde vas?
—Iré por algunas ramas; hace frío.
—No te demores.
La chica asintió y salió de la cueva con una sonrisa que, tan pronto estuvo lejos, borró.
—No te demores... idiota. Tranquila, Lucía, piensa en el bien futuro.
Lucía recogió varias ramas y volvió a la cueva. Luego, encendió el fuego manualmente y sacó algo de comida y agua. Al ver cómo el joven la miraba, dijo:
—¿Quieres?
Santiago la observó con desconfianza, pero al notar su gesto, la chica probó un bocado. Entonces, él le arrebató la comida y la devoró en un segundo.
—Wow, ¿cuánto hace que no comes?
—Algunos días.
Lara sacó unas frutas y dijo:
—Toma, luego compraremos más. Aquí cerca hay un pueblo; mañana iré y traeré provisiones.
Santiago la miró y preguntó:
—Gracias. ¿Qué hacías en el bosque?
—Descansaba.
—¿Sola?
—Sí, ¿o me viste con alguien?
—Solo digo que una dama sola en el bosque es extraño.
—Tal vez en Amatista sea diferente, pero aquí una mujer sola termina de dos formas: o en un burdel o muerta. Yo busqué la tercera opción: me volví fuerte y viajo en busca de pobres indefensos como usted.
—Tú... si no quieres decir la verdad, perfecto, pero no me insultes.
—¿Acaso no es cierto? Necesitas de mi ayuda para llegar a salvo...
—Si estuviera bien, no la necesitaría...
—Pero no lo estás. Mejor descansa y no hagas preguntas personales, ya que tú tampoco las quieres contestar.
Santiago no dijo nada más y solo observó cómo la joven se acomodaba para dormir.
***
La noche transcurrió en silencio, interrumpido solo por el crepitar del fuego y los sonidos del bosque. Lara, o Lucía como realmente se llamaba, permanecía alerta, consciente de que su viaje con Santiago apenas comenzaba y que los peligros que enfrentaban requerirían de toda su astucia y habilidades.
Al amanecer, ambos se prepararon para continuar su travesía hacia Amatista, un reino conocido por su belleza y riqueza, pero también por los desafíos que aguardaban a quienes se aventuraban en sus tierras. Lara sabía que cada paso los acercaba más a su destino y que, en el camino, descubrirían no solo los secretos del reino, sino también los de sus propios corazones.