Selig pensó que Marisol lo abandonó cuando dejó de responder sus mensajes y llamadas. Se preguntaba qué habría hecho mal para que ella se alejara.
Marisol, por su parte, creía que Selig la había olvidado al no buscarla durante tantos años. Sentía un profundo dolor por haber perdido a quien consideraba el amor de su vida.
Sin embargo, el destino tenía preparada una sorpresa para ambos. Un encuentro inesperado los enfrentó y descubrieron la verdad detrás de su separación: un malentendido que los mantuvo alejados injustamente.
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Todo detallado.
Marisol
Sentía la luz del sol chocar contra mis ojos, obligándome a abrirlos poco a poco y notar que ya no me encontraba en la sala donde pensé pasar la noche, estaba en nuestra habitación.
Pensando quizás en que dormida caminé hasta aquí y obligue a Selig a abandonar la cama, me levanto de golpe sintiendo un fuerte dolor en la boca de mi estómago.
—Carajo —me quejé mientras aferraba mi mano justo donde se presentaba el dolor.
—No has comido nada en la noche y quizás por ello te está doliendo —la fría voz de Selig resonó en toda la habitación, por lo que olvidando mi dolor lo busqué con la mirada, encontrándolo sentado en el sofá junto a la ventana.
—Selig...
—Primero vas a desayunar y luego hablaremos —me interrumpió, poniéndose de pie y tomando una bandeja que estaba en la mesa de centro.
Quería gritarle que me perdonara, que nunca fueron mis intenciones el ocultarle lo vivido y que lo amaba tanto como la primera vez. Pero su sola mirada me decía que si abría la boca ahora, perdería mi oportunidad.
—El médico dijo que no debes saltearte ninguna comida —añadió, dejando la bandeja en la cama y señalándome todo para que comiera —no quiero que mi hijo nazca con mala salud por nuestros problemas.
Si no estuviera embarazada, le diría que no tengo apetito y que lo único que quiero es hablar con él. Pero aunque no lo quiera, ahora tengo un pequeño ser creciendo en mi vientre y necesito suprimir cualquier mal sentimiento que pueda ser transmitido a él.
Mientras Selig, tomaba una silla y se sentaba junto a mí, yo me dedique a comer sin querer mirarlo.
Sentía que si lo hacía vería una vez más el desprecio brillar en esos hermosos ojos azules.
Era incómodo desayunar de esta manera, pero a él parecía no importarle.
—¿Puedes no mirarme por favor?
—¿Por qué? —preguntó y suspire dejando la cuchara con la cual estaba comiendo esos deliciosos cereales con leche.
—Porque resulta incómodo cuando alguien te observa mientras comes.
—Tengo que asegurarme de que comas todo —sentenció y ya no dije más. Volví a tomar la cuchara y comer rápidamente para luego tomar aquel jugo y dejar la bandeja vacía.
“Para decir que no tenía hambre, acabo de devorar todo lo que había preparado.”
—¿Ahora si podemos hablar? —pregunté y él negó.
—Ve a darte un baño mientras voy a lavar esto —respondió señalando la bandeja.
Cuando intentó tomarla, detuve cualquier otro movimiento aferrando mi mano a su muñeca.
—Estoy muriéndome, Selig —mencioné, viendo la sorpresa aparecer en sus ojos —no alarguemos más el asunto, este dolor en mi pecho está matándome poco a poco.
—Bien —cedió tomando asiento y cruzando sus brazos —quiero cada detalle de lo sucedido aquel día, no omitas nada —aclaró y asentí para luego suspirar.
—Eleonor sabía que estaba embarazada. Púes fue quien me había acompañado al ginecólogo cuando comencé a sentirme mal y notar que mi periodo se había retrasado —conté —pensé que sería el mejor regalo para tu cumpleaños, saber que serias padre y que podríamos seguir con el resto de planes que teníamos —limpio las pocas lágrimas que rodaron por mis mejillas —ella me apoyó cuando le conté mi idea para sorprenderte e insistió de que fuera ese mismo día por tu regalo y… —sollozo ante los recuerdos mientras él me extiende un pañuelo —jamás se me paso por la cabeza la idea de que tuviera un plan en mente para separarnos.
—¿Por qué dices que tuvo un plan en mente? Nadie sabe por qué razón terminaste dando contra el muro.
—Ella me lo confesó aquel día que te dije fui a visitarla por información —aclaré —tengo una grabación que ya no me servirá de nada, porque la condenada está muerta.
—¿Qué decía en esa grabación? —preguntó con dolor, mientras al igual que yo, lloraba por esta situación.
—Dijo que había cortado los frenos del carro para deshacerse de mí, pero que por desgracia no consiguió más que alejarme fuera de tu vida por 3 años —ya no podía soportarlo más y rompí a llorar con todo el dolor que cargaba en mi pecho. Él hizo el intento de levantarse, pero se contuvo y giró su mirada en otra dirección —sabía perfectamente donde estaba y que había perdido a nuestro hijo debido al impacto de aquel choque.
Trato de calmarme, pues no quería que por lástima terminara la conversación a medias.
—Desperté tres años después encontrándome con un nuevo rostro, un nuevo amigo y un nuevo dolor —añadí —. Sabía que mi hijo jamás pudo llegar a nacer, pero el saber que te perdía a ti también terminó por derrumbarme y desear marcharme.
—Entonces dudaste de mi amor por ti —afirmó y con ojos sorprendidos lo veo y comienzo a negra.
—Jamás dudé de tu amor.
—Si lo hiciste Luz —dijo con sus ojos tan entristecidos e inundados de lágrimas —porque si no lo hubieras hecho, el día de mi boda hubieras gritado mi nombre y detendrías todo.
—Estuve en coma durante tres años, Selig —me defendí —¿Cómo piensas que irrumpiría en tu futuro cuando solo era un pasado que no costó nada olvidar?
—¡JAMÁS TE OLVIDÉ! —grito, poniéndose de pie y tomándome de ambos brazos —te busqué por mucho tiempo, rogando tener siquiera un momento contigo para que me dijeras lo que supuestamente escribiste en aquella carta pero...
—Si no me olvidaste ¿Por qué te casaste entonces? ¿Por qué desposaste a otra mujer cuando juraste que seriamos la primera vez del otro en todo? —reclamé una y otra vez, sabiendo que tenía las de perder.
—Porque aunque no te olvidé, si quería hacerlo —respondió y el dolor aumento más —queria dejar de pensar que regresarias y retomariamos los años perdidos, queria arrancarte de mi cabeza y de mi corazón —solloza —pero ni siquiera de esa manera pude superarte. Siempre fuiste todo en lo que pensaba, lo único que le pedía a Dios que me devolviera, solo tú.