Engañado

El día pasó, rápido y seguro, dando paso a una fría noche de invierno. Kallias suspiró desde su lugar y se sintió raro al estar arreglándose para una cita. No tenía una desde hacía 16 años. Cuando su esposo le estaba cortejando y sí tenía tiempo para su Omega.

Él vio con desprecio el anillo de matrimonio en su mesita de noche. Estuvo tentado a votarlo a la basura, pero luego no lo hizo, porque recordó que ese anillo se lo había dado su suegro a su hijo para que se lo diera a él. Fue un detalle muy lindo y ese anillo significaba muchos sentimientos para él, tanto buenos como malos.

Se vio por última vez al espejo, antes de voltearse, agarrar su billetera, su celular y unas llaves de repuesto. Luego salió de la habitación, poniendo seguro tras sí, por si Sebastiano llegaba tarde y borracho y se le ocurría la grandísima idea de ir a dormir con él a su habitación, como lo había hecho la semana pasada.

Bajó las escaleras todavía ajustándose las manilletas de la camisa que traía puesta. Era azul claro, con unos pantalones negros y zapatillas iguales, lustradas e impecables.

Se acercó hasta su hijo sentado en la sala viendo TV y le besó la frente. Y antes de que él pudiera preguntar algo, se le adelantó.

— Voy a tener una cita — Y se volteó, sonriendo al escuchar la exclamación de sorpresa de su mamá e hijo tras de sí, que estaban ocupados viendo Betty La Fea, la fea más querida en la casa.

Él montó su auto y condujo hasta la dirección del restaurante al que lo habían citado. Llegó, aparcó y salió, se fijó que el restaurante era de clase media. Le sonrió formalmente al portero y entró, hasta llegar a la recepción.

— Buenas noches — Saludó a la recepcionista, quien lo veía sonriendo — Tengo una cita con una Alfa aquí. Cabello castaño, ojos azules de unos 30 años —

Ella le sonrió, le indicó el número de la mesa y luego le brindó una menta. Kallias la aceptó por educación, entró por las puertas y la votó a la basura. Recorrió el salón con la mirada y sonrió cuando vio a una Alfa sentada viéndolo fijamente.

Ella le sonrió de vuelta y él caminó hasta donde estaba.

— Te ves hermosa — Le dijo al llegar.

Ella se levantó, de su bolso sacó una rosa y se la tendió a Kallias, sonriendo cuando percibió un pequeño rubor subir por sus mejillas.

— Tú te ves muy lindo — Y se levantó, sacando la silla para que Kallias tomara asiento.

Kallias lo hizo, luego vio como la Alfa rodeaba la mesa y se sentaba nuevamente en su lugar.

Ella lo observó en silencio, luego sonrió y puso su mano sobre la del contrario.

— Eres hermoso — Y luego la quitó cuando llegó el mesero. Pidió su comida y dejó que Kallias pidiera la suya.

Luego se quedaron en silencio cuando el mesero se fue, Kallias viendo los detalles de la sala y ella viéndolo a él.

Agarró la botella de vino y dos copas. La destapó y sirvió, tendiéndole una al Omega, quien la recibió gustoso.

— Gracias — Le agradeció, mientras se llevaba la copa a los labios, saboreando el sabor a uva.

La mujer lo observó y ella misma llevó su copa a sus labios color carmín.

— Cuéntame de ti lindo — Le dijo.

Kallias la miró, luego sonrió y levantó la copa a la altura de su cuello, mirando el vino en su interior, dando vueltas como un remolino.

— Lo haría, pero luego de que follemos esto ya no servirá — Y tomó otro sorbo.

Ella lo miró sorprendida, luego soltó una pequeña risita y también se tomó otro sorbo.

— Bueno, eso es cierto — Concordó — Pero podrías decirme lo menos personal, ya sabes, para rellenar este capítulo de tu vida — Le sonrió.

Ahora fue el turno de Kallias de reír.

— Bueno, tienes razón — Y se llevó la mano a la frente, para quitar algo de pelo de sus ojos — bueno, tengo 30 años, un hijo… — Pensó un momento antes de hablar — Y estoy soltero —

La mujer sonrió, feliz de que sus sospechas no fueran ciertas, si esto era verdad eso significaba que el Alfa en coma que el Omega siempre iba a visitar, no era su pareja, lo que le ahorraría el problema del compromiso y así.

El mesero llegó con sus platos, los dos agradecieron y se dispusieron a comer.

— Profitez — Dijo el mesero, antes de abandonar la mesa e ir a atender a los otros.

Kallias comió tranquilo y entabló una conversación con la mujer de nombre Martha. Se contaron varias cosas y así fue como él se enteró de que ella llevaba 10 años trabajando en ese hospital, que tenía 32 años y que era separada. Kallias no le contó más de lo estrictamente necesario. Como, el que tiene un hijo, que está soltero, ya que se había dejado con su alfa por la infidelidad del mismo, lo que es casi cierto y que él tenía 30 años. Al final todo fue bien.

Llegó la hora de pagar y las dos personas. Alfa y Omega. Salieron del establecimiento.

Kallias se quedó parado en la puerta, sin saber qué hacer, se debatía entre el irse a su casa o con la Alfa. Lo pensó bien. Pensó en todas las veces en las que su esposo le fue infiel, no tenía claro cuántas fueron, pero sabía que no había sido una sola vez. Llevó su mirada hasta la mujer que lo esperaba con la puerta de su auto abierta y, por primera vez en 16 años, se volvió a sentir vivo.

Él sonrió. Se acercó dónde el portero y le entregó las llaves, pidiéndole que cuidara bien de su auto. Se volteó y caminó hasta donde la mujer lo esperaba. Él se acercó, tímido y despacio y puso sus manos sobre los hombros de la Alfa, ella lo agarró de la cintura y lo atrajo hacia su cuerpo. Kallias se sonrojó, sintiendo el volumen de un par de senos contra su cuerpo y unas manos en su cintura. Se relajó y devolvió el beso cuando la Alfa empotró sus labios contra los suyos. Su mundo se revolucionó y una sensación excitante se acumuló en su vientre, al saber que le estaba siendo infiel a su marido, se estaba vengando de tantas de sus infidelidades. Esa misma noche. Kallias se sintió como un Omega, se sintió vivo, feliz, deseado.

Estaba decidido a no llorarle más a su compañero. Ya no lloraría por las noches, ya no pensaría en él por las mañanas, simplemente, esa noche, y como decía Paola Jara en su canción, murió el amor…

Y fue reemplazado por un terrible odio…

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