En medio de la adversidad y la desconfianza, dos almas se ven unidas por un destino implacable. Ella, acusada injustamente y condenada por un crimen que nunca cometió. Él, sediento de venganza y convencido de su culpabilidad. Obligados a un matrimonio forzado por circunstancias ajenas, se embarcan en un viaje lleno de secretos, intrigas y pasiones ocultas. ¿Podrán superar el peso del pasado y encontrar la verdad que los liberará? Descúbrelo en esta apasionante novela de amor y redención.
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Capitulo VIII Algo está planeando
Gabriel se levantó y camino a su habitación, Daphne no sabía que hacer, ella se quedó sentada en el sillón pensando en todo lo malo que le había pasado desde que conoció a Alberto Hoffman, si ese hombre nunca se hubiera cruzado en su camino, ella estuviera tranquila en su casa con su mamá u hermana y seguramente tuviera un novio que la amara de verdad.
"Deja de perder el tiempo y ven a mi habitación", y ahí estaba de nuevo el Gabriel de siempre, dando órdenes y queriendo mandar sobre la vida de los demás.
Sin otra opción Daphne se levantó y camino detrás de Gabriel, ella quería desviar sus pensamientos, pero no podía, como poder ignorar lo que estaba por pasar.
"De ahora en adelante te quedarás aquí en mi habitación", dijo Gabriel entrando al baño.
Daphne se quedó sola en la gran habitación, caminaba de un lugar al otro, nerviosa y llena de ansiedad. Una hora más tarde salió Gabriel y encontró a la joven acurrucada en el sillón dormida, busco una cobija y se la puso encima, después se fue a descansar. Al día siguiente Daphne despertó y se sorprendió al encontrarse en una habitación que no era la de ella, pero inmediatamente recordó el día anterior y que ahora ella estaba casada con Gabriel.
"Al fin despiertas", dijo Gabriel saliendo del vestidor.
"Lo siento, estaba muy cansada", respondió Daphne recogiendo la cobija del sillón.
"¿Piensas quedarte con ese vestido toda la vida?", pregunto Gabriel viendo a Daphne aún con el vestido de novia.
"Eh, no, claro que no, ya pensaba ir a cambiarme", respondió Daphne algo nerviosa.
"¿Si quieres te ayudo a quitarte ese vestido?", propuso Gabriel acercándose a Daphne por la espalda.
"Yo, yo puedo, sola, gracias" respondió la joven con nerviosismo.
Gabriel abrazó a su esposa e introdujo su nariz en el cuello de ella, aspirando suavemente su olor.
"Hueles tan bien, me enloquece ese aroma", susurro Gabriel rozando la piel de Daphne con sus labios.
"Creo que mejor me voy a cambiar", respondió Daphne cerrando los ojos y disfrutando de las caricias de Gabriel.
Gabriel empezó a deslizar el cierre del vestido de Daphne, era un acto inconsciente, él solo se estaba dejando llevar por el momento.
"Mejor ve a bañarte, no creo que pueda tener autocontrol y ya no pueda dejarte ir", la voz de Gabriel sonaba más ronca, mucho más profunda.
Por su lado, Daphne corrió al baño sintiendo el fuego corriendo por cada poro de su piel, se sentía culpable por tener esas emociones; sin embargo, era incontrolable lo que estaba sintiendo.
Después de asearse, Daphne salió de la habitación vistiendo un conjunto cómodo que le había dejado Gabriel en la cama, ya no podía seguir usando el uniforme de trabajo, aunque ella aún no estaba clara de su función en aquella casa.
Cuando Daphne llegó a la cocina se encontró con Gertrudis, corrió a abrazarla sintiéndose segura al lado de ella.
"Mi niña, ¿estás bien?", pregunto la mujer preocupada.
"Si, si estoy bien, es solo que te extrañe", respondió Daphne sinceramente.
"Estaba muy preocupada por ti, temía que el señor te lastimara", susurro Gertrudis.
"No fue así, tranquila, tengo mucha hambre, me voy a preparar algo de desayunar", comento Daphne buscando los ingredientes.
"Ahora eres la señora de la casa, mi trabajo es atenderte", respondió Gertrudis tratando de sacar a Daphne de la cocina.
"¿Es en serio?, ni yo misma sé que soy en esta casa, mejor déjame atenderme a mi misma, no queremos problemas con el ogro", Daphne persuadió a Gertrudis de dejarla preparar su desayuno. Ambas mujeres hablaron por un rato mientras Daphne se preparaba un sándwich con jugo de naranja.
"Gertrudis ¿ya está mi desayuno?", pregunto Gabriel entrando a la cocina y sorprendiéndose al encontrar a Daphne cocinando.
"Ya casi está listo señor", respondió la mujer buscando poner la mesa.
"Sabes me gustaría que mi esposa compartiera de su desayuno conmigo, te espero en el comedor, no tardes", después de decir esas palabras Gabriel salió de la cocina dejando a las dos mujeres con la boca abierta.
Daphne se apresuró a preparar el desayuno de Gabriel, al parecer estaba de buen humor y no quería hacerlo molestar, unos minutos después salió de cocina colocando los alimentos frente a su esposo, una vez término de servir se quedó parada sin saber que más hacer.
"Toma asiento, ni modo que vayas a comer ahí de pie", sugirió Gabriel mirando el rostro de confusión que tenía Daphne.
Ella procedió a sentarse cuidadosamente, Gabriel era algo bipolar y podía cambiar de pensar en milisegundos.
"Alimentarme", dijo Gabriel relajado.
"¡Ah!", exclamó Daphne aún más confundida que antes.
"Quiero que tú me des de comer", comento Gabriel con su rostro muy cerca del de Daphne.
Ella se sonrojó y empezó a cortar el sándwich con el cuchillo, Gabriel estaba disfrutando de la escena, le pareció tan tierna toda sonrojada, «¿cómo alguien que ha tenido tantos hombres se puede sonrojar con algo tan simple?», pensó Gabriel.
Daphne le dio de comer tal y como él lo pidió, él no dejaba de verla y analizar cada uno de sus movimientos, la mano de ella temblaba y todo su cuerpo estaba tenso, esa reacción hacía que Gabriel la deseara a cada segundo más, él no quería forzarla, no estaba acostumbrado a hacer algo así, ya había cruzado bastante la línea al obligarla a casarse con él.
"Listo señor, ya terminó su desayuno", comento Daphne.
"Así parece, ¿qué tal si me acompañas a hacer unas compras?", pregunto Gabriel casualmente.
Daphne no entendía que pretendía este hombre ahora, algo se estaba tramando y lo más seguro era que nada bueno se le estaba ocurriendo, debería tener cuidado.
Gabriel llevo a Daphne a un centro comercial, para ese lugar solo iban los multimillonarios, ella nunca soño siquiera pisar ese sitio y mucho menos comprar algo ahí, perdida en sus pensamientos se quedó inmóvil viendo el exterior de aquel inmenso lugar, adornado en su fachada por grandes ventanales que reflejaban la luz del sol en todo su plenitud, habían anuncios de tiendas de marcas reconocidas, las personas que ahí entraban eran todas elegantes y caminaban con tanta seguridad, era como si el mundo les perteneciera, se sintió como una mosca en un pastel.
