Fantomena Luna Night

La noche había caído completamente cuando Aurora y Aiden dejaron atrás la casa de la abuela, adentrándose de nuevo en la oscuridad que envolvía la ciudad. Aurora sostenía el cofre con fuerza, como si temiera que pudiera desaparecer en cualquier momento. La clave para su misión, su conexión con la luna, estaba ahora en sus manos, y sentía que el peso de lo que debía hacer se hacía cada vez más tangible.

A medida que caminaban, una densa niebla comenzó a deslizarse por las calles, envolviéndolos en una bruma espesa y misteriosa. Las luces de las farolas se difuminaban, proyectando sombras que parecían moverse por su cuenta. Aurora miró a su alrededor, sintiendo que la niebla traía consigo una presencia, algo oculto que los observaba desde las sombras.

—¿Sientes eso? —preguntó Aurora, su voz apenas un susurro, como si no quisiera romper el silencio que los rodeaba.

Aiden asintió, su mirada fija en la niebla que se arremolinaba a su alrededor.

—Sí, hay algo en esta niebla, algo que no pertenece a este mundo.

Aurora sintió un escalofrío recorrer su espalda. Sabía que el viaje que había comenzado estaría lleno de peligros, pero no esperaba que estos se manifestaran tan pronto. Miró el cofre en sus manos, preguntándose si esa niebla era una reacción a la llave que llevaba consigo, como si hubiera despertado algo que había estado dormido durante mucho tiempo.

—Debemos seguir adelante —dijo Aiden, su voz firme pero cautelosa—. No podemos quedarnos aquí. La niebla solo se volverá más densa si nos detenemos.

Aurora asintió, reconociendo la verdad en sus palabras. No podían quedarse en un solo lugar, no mientras la oscuridad los acechaba. Se aferró al cofre y siguió a Aiden, adentrándose más en la niebla, cada paso más difícil que el anterior. La sensación de estar observados se intensificaba con cada segundo que pasaba, y Aurora tuvo que luchar contra el impulso de mirar por encima de su hombro.

Finalmente, la niebla se espesó tanto que apenas podían ver un par de metros por delante. Las sombras se alargaban, tomando formas grotescas y antinaturales, como si la misma niebla estuviera tratando de jugar con sus mentes. Aurora podía escuchar el eco de sus propios pasos, resonando en la bruma como un recordatorio de su soledad.

De repente, una figura apareció ante ellos, emergiendo de la niebla como un espectro. Aurora se detuvo en seco, el corazón latiéndole con fuerza en el pecho. La figura era alta y delgada, vestida con ropas oscuras que se mezclaban con la niebla. Su rostro estaba oculto por una capucha, pero Aurora podía sentir la intensidad de su mirada, una presencia que parecía observarla con una mezcla de curiosidad y malevolencia.

Aiden dio un paso adelante, poniéndose entre Aurora y la figura desconocida.

—¿Quién eres? —preguntó Aiden, su voz firme y desafiante.

La figura no respondió de inmediato. En lugar de eso, levantó una mano, señalando directamente a Aurora. Una voz fría y distante, que parecía resonar desde las profundidades de la niebla, rompió el silencio.

—Tú… eres la elegida —dijo la figura, su voz reverberando en el aire—. La luna te ha llamado, pero no estás preparada para lo que viene.

Aurora sintió que la sangre se le congelaba en las venas. La figura parecía saber más de ella de lo que estaba dispuesta a admitir, y la forma en que hablaba de la luna la inquietaba profundamente.

—¿Qué quieres decir? —preguntó, tratando de mantener la calma, aunque su voz temblaba ligeramente—. ¿Quién eres y qué sabes de la luna?

La figura dejó escapar una risa baja, un sonido que resonó en la niebla como un eco siniestro.

—Yo soy un emisario, un sirviente de las fuerzas que se esconden más allá del velo de la realidad. La luna ha sido nuestra prisión durante eones, pero su poder se está debilitando. El sello que la mantiene atada se está desmoronando, y cuando se rompa, el mundo conocerá un terror que ha olvidado desde hace mucho tiempo.

Aurora sintió una mezcla de miedo y confusión. Las palabras de la figura eran oscuras y enigmáticas, pero también parecían contener una advertencia.

—No dejaré que eso suceda —dijo Aurora con determinación—. Haré lo que sea necesario para proteger el mundo de esa oscuridad.

La figura se quedó en silencio por un momento, como si estuviera evaluando sus palabras. Luego, bajó la mano y dio un paso atrás, como si estuviera concediéndole una tregua temporal.

—Veremos si puedes cumplir con tu promesa —dijo la figura con un tono desafiante—. Pero recuerda esto, Aurora: el camino que has elegido es uno de dolor y sacrificio. Para salvar al mundo, podrías tener que perder todo lo que amas.

Con esas palabras, la figura se desvaneció en la niebla, dejando a Aurora y Aiden solos una vez más. Aurora se quedó quieta, tratando de procesar lo que acababa de escuchar. Las palabras de la figura resonaban en su mente, llenándola de incertidumbre.

—¿Estás bien? —preguntó Aiden, colocándole una mano en el hombro.

Aurora asintió lentamente, aunque su mente estaba llena de preguntas.

—Sí… pero necesito respuestas. No podemos seguir adelante sin saber más sobre lo que estamos enfrentando.

Aiden asintió en silencio, sabiendo que tenía razón. No podían enfrentarse a una amenaza tan grande sin entender completamente lo que estaba en juego.

—Entonces, ¿qué hacemos ahora? —preguntó Aiden, su voz más suave, consciente de la tensión en el aire.

Aurora se giró hacia él, su mirada resuelta.

—Debemos encontrar el siguiente objeto. Mi abuela mencionó que hay más reliquias que debemos buscar. Si encontramos las otras llaves, podríamos ser capaces de fortalecer el sello de la luna antes de que sea demasiado tarde.

Aiden asintió, aceptando la decisión de Aurora sin dudarlo.

—Bien. Sabemos que no será fácil, pero no tenemos otra opción. Debemos seguir adelante, sin importar los obstáculos que encontremos.

Aurora asintió, sintiendo una renovada determinación. Sabía que el camino por delante sería difícil, pero no estaba dispuesta a rendirse. No mientras tuviera la oportunidad de proteger todo lo que amaba.

—Primero debemos salir de esta niebla —dijo Aurora, mirando a su alrededor—. No podemos permitir que nos atrape aquí.

Con eso, comenzaron a moverse de nuevo, avanzando con cautela a través de la bruma. Cada paso era una lucha, pero Aurora se negó a detenerse. Las palabras de la figura resonaban en su mente, pero también la impulsaban a seguir adelante. No permitiría que el miedo la detuviera, no mientras hubiera una posibilidad de salvar el mundo.

Después de lo que pareció una eternidad, la niebla comenzó a disiparse lentamente, revelando las calles de la ciudad una vez más. La brisa fresca de la noche acarició sus rostros, despejando la opresión que la niebla había traído consigo. Aurora respiró hondo, sintiendo que el peso en su pecho disminuía ligeramente.

—Lo logramos —murmuró, sintiéndose aliviada de haber dejado atrás la niebla.

Aiden la miró, una sonrisa cansada en su rostro.

—Sí, pero esto es solo el comienzo, Aurora. No sabemos qué más nos espera, pero enfrentaremos lo que venga, juntos.

Aurora asintió, agradecida por tener a Aiden a su lado. Sabía que el camino por delante estaría lleno de peligros, pero también sabía que no estaba sola. Con Aiden a su lado, estaba lista para enfrentar cualquier cosa.

—Vamos a encontrar esas reliquias —dijo Aurora, mirando hacia el horizonte—. Y vamos a detener esta oscuridad, cueste lo que cueste.

Aiden asintió, y juntos, comenzaron a caminar hacia el siguiente desafío que les aguardaba, sabiendo que cada paso los acercaba más a su destino.