Sin Elección Villana

Kristian Russen observó a su hijo sentado frente a el, jugueteando con el bolígrafo que tenía en manos.

—¿Qué sucedió con lo que te he encargado? —Kristian llamó la atención de su hijo, quien al parecer tenía un problema para concentrarse.

—Oh… por supuesto, padre, usted sabe que jamás he fallado en nada. —Kristian chasqueó la lengua algo molesto, Liam se parecía demasiado a Isabela en su forma de expresarse y la expresiones que hacía, eso era algo que le parecía desagradable a Kristian. Liam solamente poseía su color de cabello blanco, luego de eso el color de los ojos de Liam eran ámbar como los de su madre, poseía el mismo lunar que Isabela encima del labio y tenía ese carácter molesto, una copia de Isabela.

—¿Conseguiste apoyo militar de los otros reinos?

—Ay, eso es fácil. Por cierto padre, ¿Cuándo me conseguirás a la hija del duque Gades? —Kristian miró a Liam con las cejas arrugadas. Y suspiró algo cansado. Ya le había explicado antes, pero, al parecer Liam lo había olvidado.

—Volviste a olvidarlo, no tengo buena relación con el duque después de haber matado a su hijo. Pero no me arrepiento, ese asqueroso intento tocar a la octava.

—Padre, me parece muy hipócrita de usted, quien nunca ayudó a la tercera a pesar de saber que Naim la tocaba repetidas veces. —Kristian miró a Liam molesto y Liam sonrió cínicamente. —Bueno, tampoco es mi asunto. —Liam volvió a concentrarse en girar el bolígrafo.

Kristian observó pensativamente a su hijo pero, al final desistió de la idea de matarlo justo ahí, en ese momento. Liam era una pieza importante para el golpe de estado y ese desgraciado era bueno consiguiendo información. No podía matarlo, no ahora que todo estaba cerca de ser cumplido, tantos años planeando esto, al fin podría ejecutarlo.

—Ve a la residencia del marqués Dumont y entrégale esta carta. Y te recuerdo de nuevo, tienes prohibido tocar a la hija del marqués, necesito tener una relación «amistosa» con él. —Liam bufó molesto por esa orden y tomó la carta a regañadientes.

—Padre, de todas maneras iré por la hija del duque Gades. —Y salió después de decir aquello y Kristian no le dio mucha importancia. Ya la relación con el duque no era buena, entonces, que importaba si Liam hiciera lo que quisiera con esa niña. Podía dejar a Liam ser caprichoso por un momento.

Kristian se recostó un poco en su silla recordando cómo era esa bestia cuando apenas tenía cinco años. Liam era el único hijo que captó su atención y le había agradado, y también era el único que veía como su hijo.

Liam siempre demostró ser un amante de la sangre, era parecido a Ruth y a Aine, pero, tenía algo que atraía más; su peculiar forma de fingir inocencia y engañar a las personas, todo eso era algo atractivo. Sin embargo, faltaba algo más, en ese momento Kristian no hallaba la respuesta.

La puerta fue tocada y Kristian salió de sus pensamientos y una empleada entró para avisar que tenía visitas.

—Señor, la señora Russen está aquí. ¿La dejo entrar? —Kristian miró a la empleada por unos segundos y luego asintió.

Isabela entró con esa actitud altanera que tanto Kristian odiaba, dio una mirada de arriba para abajo a la apariencia de ella y sonrió encantado al verla vestida de su color preferido.

—¿Y bien? —Kristian intentó apurar a su esposa.

—¿No puedo venir a darle una visita a mi esposo? —Kristian no dijo nada y observó como ella se sentó en donde antes se encontraba Liam. —Vengo por un asunto importante. La emperatriz organizará un baile para buscarle pareja al príncipe, pensé que sería bueno enviar a una de nuestras hijas.

—¿No están demasiado grandes?, ¿Ahora que lo pienso que sucedió con el prometido de Ruth? —Kristian siguió recostado en su silla, se sentía mejor estando de esa manera.

—Ay por dios, como puedes ser tan olvidadizo. Lo mataste, ¿Recuerdas? —Kristian la miró de reojo y pensó pero, no pudo acordarse.

—¿Cuándo pasó eso?

—Era el hijo del duque. —Kristian recordó esa escena asquerosa e hizo un sonido de entender lo que había sucedido.

—Bueno, jamás me cayó bien ese estúpido.

—De todas manera tenemos hijas más jóvenes. —Isabela volvió a recordarle de que estaban hablando. —Elia… ay, no creo que ella pueda hallar un pretendiente sino para de comer. —Kristian arrugó las cejas y le preguntó a su esposa.

—¿Quién es Elia?

—Es la sexta. Ojalá tener tu habilidad para olvidar, así podría olvidar a esa asquerosa. —Ella suspiró y luego dijo. —Entonces, Aine tiene… ¿22? Años ahora, está cerca de la edad del príncipe.

—Creo que la otra de mi color de pelo es la más cercana hablando en edad, pero, no permitiré que vaya a ese baile.

—Oh, Kristen. Llevo un tiempo sin ir a verla, debería darle una visita. —Ella se levantó y rodeó el escritorio y llegó a donde su esposo. Kristian abrió los ojos y la miró esperando lo que ella diría. —No me atiendes y no me dejas tener un amante.

Kristian la jaló y le hizo sentar en su pierna, él acarició la cintura de Isabela y luego acarició su rostro.

—Odio que toquen lo que es mío. —Isabela bajó la mirada al sentirse devorada por Kristian, tenía miedo pero, a la vez sentía placer. Era inexplicable, le encanta que él la dominara, tal vez por eso siempre buscaba hacerlo enojar.

—Kris… Por favor déjame hacer lo que quiera hoy. —Ella le susurró al oído y él negó con la cabeza.

—Te conozco bien Isabela, eso no es lo que te gusta. ¿Verdad prima? —Y las mejillas de Isabela se sonrojaron. Sin embargo, Kristian la miró con asco pero, volvió a sonreírle de esa manera cínica nuevamente.

La familia Russen era así, una que para no perder su sangre especial prefirieron practicar el incesto y los líderes de los Russen eran primos y al igual que todos los Russen, todos eran familia.