Esta pareja se separó por culpa de él. Todo lo malo que él le hizo vivir fue demasiado para ella y con el corazón roto salió de su vida para siempre...
Anya se casó por amor, Alex no. Él ya amaba a alguien más y fue obligado a separarse de ella; pensando que Anya era la culpable, le hizo la vida miserable.
Su esposa pensó que con el tiempo él podría enamorarse de ella; sin embargo, eso no pasó en todo el tiempo que estuvieron juntos.
Una noche, fue el comienzo del fin para que ella lograra salir del fondo del pozo donde estaba viviendo.
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Capítulo 11
Después de dejar a Anya tirada en la calle e irse rumbo al departamento de Silvina para ver cómo estaba, se sintió un poco culpable, pero se dijo que ella estaría bien, ya que le había dejado suficiente dinero para que se tomara un taxi para ir a la casa.
Después de unos diez minutos, llegó al departamento de Silvina. Al bajar, se apuró para llegar al ascensor y subir a su piso. Al salir del ascensor, se encaminó a la puerta de ella y, con las llaves que él tenía del lugar, entró.
Al ingresar, logró ver la espalda de ella sentada en el sofá, tenía la mano envuelta en una toalla mientras estaba en silencio. Al verla así, se preocupó un poco más, así que se acercó al lado de ella y sin decir nada, empezó a desenvolver la mano de ella para ver qué tan grave era el corte. Cuando logró dejar al descubierto la herida, logra ver que, en realidad, solo tenía un pequeño rasguño de menos de dos centímetros. La sangre que había salido de ese pequeño corte, ya había dejado de sangrar incluso antes de llamarlo por teléfono.
Para Silvina, era importante que él mostrara que tan importante era ella para él, así que sabiendo que estaba en la casa de sus padres y con la presencia de su esposa allí, lo llamó para ver si él venía lo más rápido posible para auxiliarla. El haber dejado a Anya botada en las calles fue un plus para ella que no sabría.
-¡Me hiciste venir corriendo pensando que te estabas desangrando!
Le dijo muy enojado Alex por lo rápido que había venido a su encuentro y no tenía nada.
-Pero si me estaba desangrando, cariño. ¿Qué no ves acaso la sangre que mancha mi dedo?
Le dijo ella haciéndose la tonta.
-Por dios, Silvina. No me puedes llamar asustándome de esa manera, por nada.
Le volvió a decir él haciendo que ella se enoje.
-¿Cómo que por nada? ¿No ves que me corte?
Le dijo ella muy enojada, pero tratando de que no se le note tanto.
-Sí, lo veo, pero me hiciste creer que estabas por perder un brazo. Por amor de dios.
-Bueno, ¿qué es lo que te pasa? En de vez de sentirte aliviado de que yo esté bien, me estás regañando. ¿Acaso querías quedarte un rato más con tus padres y tu esposa? ¿Mi llamada ha interrumpido un agradable momento familiar?
-No digas tonterías, Silvina. La estaba pasando del demonio, pero me fui a las corridas levantando sospechas.
Le trata de calmar él, con esas palabras.
-Pues ya va siendo hora de que te divorcies de esa maldita mujer y que nos casemos nosotros.
Le dijo ella acercándosele para estar cara a cara-
-Todavía no es tiempo, lo siento.
Se disculpó él, por todo el tiempo que ella lo había estado esperado.
-¿Cuándo tiempo más será? ¿Cuánto más tendré que esperar? Ya me quiero casar contigo, mi amor.
Le dijo ella haciendo un puchero con sus labios.
-Pronto cariño. Te lo juro.
Le dijo él mientras empezaba a besarle la boca, provocando que soltara pequeños jadeos de placer, que en realidad ella no sentía. Hacía ya años que había dejado de sentir el placer sexual al estar en la cama con él, por eso ya tenía a otra persona que la hacía gozar. Su único interés era casarse con él y obtener su dinero, pero los padres de él y los de Anya habían logrado frustrar su objetivo. Si quería sexo para eso tenía a su amante
Al ella enterarse de esto, lo primero que hizo fue poner a Alex en contra de su esposa, haciéndole creer que ella era la causante de que ellos se tuvieran que casar. Le dijo que ella la había amenazado diciéndole que se alejara de él, que ellos ahora serían marido y mujer y que ella estaba de más.
Es por esto, que Alex empezó a odiar a Anya de tan desmedida forma. Había sido influenciado por las palabras de Silvina, de tal manera que ya no pensaba que esa mujer, a la que ahora odiaba, era la misma que lo había acompañado fielmente durante tantos años en su adolescencia.
Olvidando todo pensamiento razonable que podía llegar a tener en este momento, se fue dejando llevar por todo lo que Silvina le podía ofrecer a su cuerpo. Cada movimiento y palabra que ella decía a él lo volvía loco, pero no se daba cuenta de que ella fingía de forma muy obvia todos los ruidos y palabras que él escuchaba. Incluso fingía los espasmos de su cuerpo, para hacerle creer que se había venido, con un gran orgasmo.
Todo era fingido y él no se daba cuenta. Él consideraba que la volvía loca de la pasión y nada, estaba más alejado de la realidad que eso.