El Presidente Enamorado... Una Historia De Amor, Secuestro Y Venganza.

—¿A qué te refieres con eso, Annie? —pregunta John confundido, observándola detenidamente.

—No lo se, solo se que he escuchado esa voz en otro momento.

—Quizás lo has visto en la televisión, Max me acompaña a todos los viajes y muchas veces ha dado conferencias de Prensa en mi lugar—confía tanto en él, sin dudas se siente una persona Privilegiada al tener un amigo como Max, sobre todo en la política, donde la amistad es algo que no todo el mundo la tiene.

—No creo, no miro mucha televisión, hay algo extraño en él.

—¿Qué queres decir, Annie?

—Olvídalo, seguro son ideas mías, comamos o se enfriará la comida.

—Tienes razón—John toma sus cubiertos y comienza a cortar el pollo, luego, junto a una rodaja de papa, se lo introduce en la boca, saboreándolo con mucha nostalgia, cerrando sus ojos. Annie observa la situación, preocupada.

—¿Estás bien?

—Si, Annie... No te imaginas lo que esto Significa para mí —confiesa John, siendo vulnerable por primera vez con ella, algo que no es muy normal en él.

—¿Qué sucede? —pregunta confundida.

—¿Sabes por qué pienso en que la persona que envió a secuestrarme me conoce?

—No... —responde, aun más confundida.

—Annie esta receta que has hecho me la preparaba mi abuela cuando era un niño... Por eso es mi comida favorita, lamentablemente no muchas personas saben eso—comenta con tristeza

—Entiendo... Debe ser duro no poder confiar en nadie —intenta consolarlo, esta noche esta tan extraño, vulnerable, no debe ser fácil para una persona estar encerrado más de quince días.

—Son muy pocas personas en las que confío, Max, mi vicepresidente es uno de ellos, estudiamos juntos en la universidad, somos amigos hace más de veinte años.

—Me alegra saber que, al menos, tienes a alguien en quien confiar —le sonríe Annie, pero se sorprende cuando John toma su mano y la aprieta amistosamente.

—No me preguntes por qué Annie, pero siento que también puedo confiar en ti—manifiesta, mirándola fijamente a los ojos, lo que incomoda a Annie y por Vergüenza baja la mirada —¿Estás bien? —le Pregunta—perdóname, no era mi intención incomodarte.

—Esta bien, John, y gracias por confiar por mi.

Siguieron charlando unos minutos más, hasta que Annie comienza a juntar los platos para ponerse a lavarlos, pero John se adelanta a ella, tomando la esponja y el líquido para limpiar.

—¿Qué estás haciendo? —pregunta sorprendida, jamás pensarían que esta persona es el presidente de su país, es tan inteligente, humilde.

—Tú cocinaste, déjame limpiar la cocina —le responde con una hermosa sonrisa de complicidad —además deberías quedarte sentada, reposa un poco el tobillo, luego pondremos un poco de hielo.

—¡John! ¡Eres un presidente! —exclama Annie.

—¿Cuál es el problema? ¿Acaso porque sea un presidente no puedo lavar unos simples platos?

—No digo que no puedas hacerlo, solo que no es muy común que lo hagan—John la observa sorprendido.

—¿A cuántos presidentes conoces como para saber eso?

—Eres el único, bueno tienes razón, no sé cómo actúa un presidente.

—Verás que soy el mejor limpiador de platos que conocerás en tu vida —acota John, divertido—además, no se si sabes un poco mi historia, no provengo de una familia Adinerada, antes de ser presidente, hice varios tipos de trabajos, uno de ellos fue de camarero en un restaurante—John no sabe porque se siente tan cómodo hablando con ella, a muy pocas personas le ha contado sobre su pasado.

—Escuche por ahí que habías sido modelo para algunas campañas publicitarias —él comienza a reírse.

—¡Oh! Me has descubierto pequeña —el comentario divierte a Annie, que le devuelve la Sonrisa, dejándolo embobado—cuando dije que te veías mucho más bonita sonriendo no era mentira—Annie se pone incómoda y colorada de la Vergüenza.

—Gra... Gracias —responde a duras penas.

—Perdóname si te puse incómoda, pero es la verdad, eres demasiado hermosa, Annie, tenía que decírtelo —la sinceridad en John hace que ella abra los ojos de par en par y lo observe con esos magníficos ojos color celestes —No me mires así, Annie o juro que no podré controlarme—John deja lo que esta haciendo, seca sus manos y se acerca a Annie, demasiado Cerca, desde que la tuvo en sus brazos, unas horas antes, no desea hacer otra cosa, sin embargo, cada paso que da para acercarse, ella retrocede, evitando el contacto —Annie...

—No se me acerque, por favor —súplica.

—¿Acaso me tienes miedo? Dije que no volvería a hacerte daño y soy una persona que cumple mi palabra—responde algo inseguro.

—Lo siento, John —exclama Annie, poniendo distancia entre ellos.

—Esta bien, Annie, tienes razón —John vuelve a la realidad, ¿Qué era lo que estaba por hacer? ¿Besarla? ¿Tomarla en sus brazos? Podría pasar como un depravado, Annie es una niña y el podría ser su padre—Lo siento, por momentos olvido que soy mayor que tú —ese comentario confunde a Annie qué vuelve a observarlo.

—No es por eso, John... Yo...

—Olvídalo, Annie —John no la deja continuar y sigue lavando los platos. Minutos después se despide de ella, para no generarle más incomodidad y se encierra en su habitación a pensar...

Al otro día Annie está preparando el desayuno cuando es sorprendida por Michel, que regresa a la casa, como se lo había prometido. Sin embargo, esta vez está muy extraño, apenas le dirigió la palabra, ella preocupada se sienta frente a él y le pregunta

—¿Qué sucede Michel? —pregunta. Cuando eran apenas unos niños él había sido un gran amigo para ella, su compañía, su confidente, sabía muy bien lo que era ser abandonado por su padre, eran tan parecidos, pero luego tomo el camino de la delincuencia y se habían separado, hasta ahora...

—Annie... Hemos cometido un terrible error —le confiesa Michel, haciéndola preocupar mucho más.

—¿A qué te refieres? ¿Al secuestro?

—Si... —después de unos minutos de silencio finalmente contesta —Me ordenaron matar al presidente.

—¿Qué? —ella abre los ojos de par en par sorprendida —¡No podemos hacer eso, Michel! No somos asesinos.

—Lo se, Annie, lo se... Pero me están presionando, más tardar la semana que viene debemos hacerlo desaparecer.

—No puedo creerlo... Michel, tienes que decirme quienes son...

—Annie, mientras menos sepas mejor —contesta Michel, hasta el último día de su vida se arrepentirá de haberla involucrado.

—Necesito saberlo, ahora más que nunca... —le suplica, debe llegar a Michel y convencerlo de que lo mejor es liberar al presidente, posiblemente el pueda protegerlos.

—No se más que tú, Annie. Solamente me he comunicado con MMG, es la persona que me ha contratado para este trabajo.

—¿MMG? ¿Serán iniciales de un nombre? ¿Un apodo? Debemos descubrir quien es, Michel, quizás si ayudamos al presidente él nos conceda protección contra ellos.

—Annie...no podemos confiar en él, seguramente te ha estado manipulando para que lo liberes.

—No es así, Michel, John es una buena persona, no le haría mal a nadie sin una razón.

—Ahora le dices John, ya tienes confianza con él, te recuerdo que es el presidente del país y tú eres una chica de la calle... ¿Crees que se fijaría en ti? —manifiesta Michel, haciendo sentir mal a Annie.

—No estoy enamorada de él, Michel—intenta ser convincente, pero se le olvida que él la conoce desde hace muchos años y no puede engañarlo.

—Díselo a tu cara entonces... Escucha Annie, el tiene razones suficientes para querer hacernos daño, hace veinte días que lo tenemos encerrado en una habitación, alejado de la civilización, no puedes confiar en lo que te diga.

—¿Qué harás entonces? ¿Cumplirás la orden de MMG? ¿matarás a John?