De La Forma Equivocada

Mariana le obedeció entrando al baño y al momento salió para esperar juntas el resultado, no sabía porqué pero no se sentía con fuerzas para enfrentar aquel resultado ella sola.

- ¡Positivo!- brincó con alegría a su lado la rubia- Ahora sí tendremos boda.- y esperó ver la misma efusividad en su cuñada pero no la vio llegar- ¿No te hace feliz la noticia?

Ella pareció despertar y le sonrió.

- Sí, estoy feliz, pero tengo miedo.

- Todas tenemos miedo cuando nos enteramos que vamos a ser madres, pero todo las cosas que recibimos a cambio aplastan cualquier temor, quita esa cara y vámonos,  hay que alimentar a ese pequeño.- una caricia a su vientre todavía plano y una sonrisa terminó la conversación.

Llegaron a un restaurante pequeño al que a ella y a Greg les gustaba mucho ir, aunque siempre venían en el turno de la mañanas, pero tenía deseos de comer algo apetecible y que ya conociera.

- Buenas noches señoritas, desde este momento les pido disculpas por el bullicio, es que están celebrando una petición de mano y los jóvenes están muy entusiasmados.

El camarero llegó hasta ellas con una disculpa, Mariana pensó que era la primera vez que lo veía,  debía ser nuevo y al mirar a la mesa de la celebración Ninete también se entusiasmó.

- Mira Mariana están usando nuestras flores, todas esas fueron las que llevó esta tarde un chico de un delivery.

Ella miró todos los ramos puestos alrededor de la mesa y se alegró, aquello era bueno para la floristería.

- Bueno, un poco de ruido no importa si es de felicidad, para mi traiga algo que tenga mucho olor, lo que sea más que comer tengo ganas de oler y para ella los espaguetis con albóndigas, quiero que los pruebe.- le dijo al chico sin esperar por su cuñada y este se retiró.

- Sí que están felices, ya quiero ver como será la tuya, porque no te quepa dudas de que haremos una, Luigi va a explotar de alegría.- Ninete se frotó las manos como si fuera una niña que espera su cumpleaños.

Ella le sonrió imaginando la misma escena y desde la otra mesa se empezaron a escuchar gritos y aplausos.

- ¡ Que hable el novio, que hable el novio!- cantaban los jóvenes reunidos y pronto los integrantes de las otras mesas del salón se juntaron al alboroto incluidas Mariana y Ninete.

Pero lo que vieron a continuación fue como una mala película de horror que pasó muy lento frente a ellas dejando una estela de hielo a su alrededor.

De la mesa que festejaba se puso un hombre de pie con una copa en la mano y fue saludando con una sonrisa a todos los presentes en el restaurante y que lo estaban acompañando en su alegría,  pero aquella sonrisa se congeló al chocar con los ojos azules de Mariana.

- Greg- escuchó decir a Ninete y entonces estuvo segura de que no se estaba equivocando, que aquello no era un invento de su cerebro, y aunque no lo escuchó vio perfectamente los labios del hombre moverse para decir su nombre.

Mariana esquivó el contacto visual con él, miró dentro de su bolso y buscó unos billetes, los puso sobre la mesa en pago por la comida que ya habían pedido y que no iban a probar y se levantó.

- Quiero irme - fue lo que le dijo a su cuñada y salió directamente a su auto.

Una bofetada se escuchó en el restaurante y no solamente aquella mesa quedó en silencio.

- Luigi no se equivocó contigo.- la voz de Ninete con su marcado acento francés fue como un puñal para el hombre que solamente bajó la vista en lo que la rubia lo dejaba allí rodeado de gente que no entendía nada.

- Vamos a nuestra casa.- casi le ordenó a su cuñada cuando fue hasta el auto.

- No, voy para mi casa, el tiene mucho que explicar y yo quiero escucharlo.

- Mariana,  debes cuidarte, recuerda al bebé.

- El bebé está bien, los dos estamos bien, por favor, no le cuentes a Luigi, yo misma le voy a decir.

- Está bien, pero promete que no te vas a alterar, o no mucho por lo menos.

- Lo prometo- le dijo mientras detenía el auto frente a la casa de su hermano para que su cuñada y amiga se bajara y salió rápidamente de allí,  si esperaba a escucharla decir algo más iba a empezar a llorar y no quería eso.

Entró a la casa buscando su lugar seguro, él no llegaba aún, lo sabía porque su auto no estaba en la entrada y fue directamente a la cocina.

Al entrar lo primero que encontró sobre la isla que estaba en medio fue una botella de champán abierta y dos copas sucias, una de ellas con las marcas rojas de unos labios .

- Señora, no la esperaba tan temprano.

Mariana miró a la chica del servicio que estaba visiblemente asustada y volvió a mirar las copas.

- ¿Y a quién esperabas?¿A Greg y a su amante?- la mujer palideció, Mariana nunca la había tratado mal, pero ya ella sabía perfectamente que la casa cambiaría de señora muy pronto y había que arrimarse al bando ganador- Oh no perdón ya ellos se fueron,  estos son los rastrojos de su tarde de amor.- le dijo señalando a la isla con la botella de champán.

- Señora compréndame, el señor es el dueño de la casa, es quien paga mi salario, es el hombre, yo no puedo hacer nada para ir en su contra.

- Jajajajajaja- Mariana estalló en una risa nerviosa que la mujer no comprendió. - Mira bien a tu alrededor Telma, nada de lo que ves aquí es de Greg, nada, ni siquiera la ropa que usa, todo esto es mío- la mujer palideció aún más cuando vio a su jefa darse un golpe de pecho con la mano derecha mientras hablaba- Tu salario lo pago yo y las sales de baño que se gastaron mientras hacían sus cosas o las sábanas que usaron en mi cama, todo es mío, ser hombre no te da el poder, y ahora quiero que te vayas de aquí, todo lo que te debo estará mañana en tu cuenta y mejor no pidas una recomendación, no te va a gustar lo que pondré.

- Señora por favor, no me eche, necesito este trabajo.- le suplicó la mujer al darse cuenta del error que había cometido.

- Si tanto lo necesitabas no debiste escoger el bando más fácil, eso te enseñará, sal de mi vista ahora.

Después de que Telma se fuera Mariana se sentó allí mismo en la cocina a esperar a quien hasta hacía muy poco consideraba un hombre sin mancha, si subía a la habitación sabía que se rompería solamente de pensar en cuantas fueron las veces que él estuvo en su cama con otra mujer.