Alpha

La joven loba por fin pudo respirar tranquila cuando la militar se marchó a su antigua manada, convencida de que el alfa Ben Meier la tomaría para imprimirse con ella.

- Bien, cachorra, nos contarás todo lo que ocurré en la manada de Víctor. - habló Antoine.

La cachorra tomó un respiro y comenzó a relatar todas las atrocidades cometidas por su abuelo.

- Soy hija de Adalha, la tercera hija del alfa Víctor Hulm III, soy el producto de una violación, - Becca hace una queja de sorpresa, mientras cubre su boca, la loba baja la mirada por vergüenza - Mi a... buelo, abusó infinitas veces no solo de mi madre, si no de mis otras dos tías, mi madre se quitó la vida, ingiriendo plata liquida, tambien abusó de otras hembras dentro de la manada, yo soy producto de esa aberración... - lágrimas se escapan de sus ojos, todos en el despacho están sorprendidos - Es decir, ese alfa realmente es mi padre y mis hermanas, primas y yo, estamos en peligro, solo tuvo un heredero, pero mi tío huyó hace muchos años, pues estaba asqueado de todo lo que veía, prometió ayudarnos, nunca volvió. - mira a los dos alfas con mirada suplicante, que ha tenido desde que llegó a Mondgarthen - Les suplico por favor, nos ayude a todos los que no estamos de acuerdo con esa dictadura terrorífica a la que nos somete el alfa Víctor.

Rebecca la toma por los hombros para que se levante.

- No te preocupes pequeña, mi amor y mi yerno harán lo justo. - alienta Rebecca.

Al quedar solo Ben, Nick y Antoine, se dispusieron a planear como le darían el golpe de estado a ese cerdo, vergüenza para su especie.

- Ese asqueroso va a ser eliminado de la faz de la Tierra y con él se irán, todos aquellos que lo apoyen. - dictaminó el antiguo alfa real.

- Estoy de acuerdo, ¿cómo y cuándo procederemos? - pregunta Ben.

- Llamaré a Icor, el comandante del ejército real, le pediré que mande a 10 miembros de elite y a 50 soldados comunes, dentro de dos semanas visitaremos a ese cerdo. - su voz era imponente, miró a Nick - Ya sabes qué hacer.

Salieron directo al comedor, donde ya estaban los demás que habitaban la cabaña. Cenaron entre planes, alegría y armonía, cosas totalmente nuevas para la cachorra, que por más que quisiera, tenía su mente y su corazón donde sus hermanas, primas y amigas. Rogaba a la diosa para que pronto se acabara esa pesadilla.

Mientras todos dormían, Rebecca aún no podía conciliar el sueño, tenía tanta tristeza por todo lo que esas pobres chicas han vivido.

- ¿No puedes dormir, mi luna? - la voz de Antoine sonó detrás de su oído, mientras este la abrazaba desde su espalda.

- No entiendo como alguien puede hacer tanto mal, pobres criaturas. - como su corazón dictaba, las lágrimas no se hicieron esperar.

Antoine le dio vuelta, para que quedara frente a él, la abrazó, pegándola a su pecho.

- Te prometo que mataré a ese tirano y pondré a salvo a esas criaturas.

- Gracias mi amor, te amo tanto Antoine. - le dijo a su lobo gruñón.

- Y yo a ti mi Rebecca, mi alma y mi corazón. - le besó con ternura.

- ¿Podemos adoptar a Irina? - le dijo con ojos brillantes, no podría negarle nada nunca.

- Primero acabaremos con ese tirano y luego le preguntamos si quiere, que seamos sus nuevos padres. - dijo Antoine, resignado.

Sin decir más nada, se fueron a la cama y se durmieron abrazados como siempre.

Irina durmió poco, en su corazón nacía por primera vez la esperanza, había luz al final del túnel. Solo le rogaba a la diosa que el nuevo alfa sea justo, como los alfas Antoine y Ben.

Se había encariñado con las lunas, sobre todo con la luna Rebecca, a quien miraba con devoción maternal. Su madre mientras estuvo viva, no fue precisamente, cariñosa. Siempre la miró con asco, pues era el recuerdo del daño que le hizo su padre, por eso decidió que la muerte era su único escapé y abandonó a su pequeña hija.