Rebecca Holter es una mujer cuarentona que tuvo que terminar de criar sola a sus hermanos.
Antoine Dumont es un hombre lobo sexy y vanidoso que tendrá que aprender a amar, más allá de las apariencias.
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No te irás, me perteneces
El amor debe ser recíproco, no se puede obligar a nadie a que nos ame, si se tiene que forzar, deja de ser amor. Rebecca pensó que Antoine la amaría con la misma intensidad que ella estaba sintiendo amor por él. No tiene ganas ni de verlo, lo más seguro es que el vendría a verla esta noche, así que le diría que ella se va para Nueva York y lo mejor es que olviden que se conocieron.
Tal y como todas las noches, Antoine ingresó a la habitación de la rubia, pero al irla a besar, ella lo rechazó, provocando un aullido de dolor.
- No vuelvas a intentar tocarme - Rebecca estaba al borde de la ira.
- ¿Qué te pasa mon cheri? ¿Por qué me rechazas?
- ¿Por qué te rechazo? Eres un maldito cretino que solo se ha estado burlando de mí, no soy más que tu puto experimento sexual - señala su pecho con el dedo índice - si solo querías saber lo que se siente follar a una estúpida cuarentona, no tenías porqué armar todo este circo de las almas gemelas... eres tan despreciable - la mirada de Becca estaba cargada de decepción e ira - te advierto de una vez, mañana mismo me largo de aquí, no te quiero volver a ver en lo que me resta de vida.
La palabras de Rebecca lo atravesaron como dardos que van directo al corazón. Se acercó tan rápido como el depredador que es y la asió por la cintura y la nuca para besarla con desespero. Ella debía entender que le pertenecía y jamás podría separarse de él. Cortó el beso para pegar su frente a la de ella que trataba de separarse de él.
- No te irás, me perteneces Rebecca Holter, eres Mía - volvió a besarla para llevarla hasta la cama, donde arrancó el vestido que llevaba.
- No lo hagas Antoine, no te atrevas - las lágrimas empezaron a salir de sus ojos por el miedo - no me hagas esto, por favor.
Ver lágrimas rodar por su precioso rostro fue como un balde de agua fría para él, le dolió verla tan vulnerable y todo por causa de él. Se apartó de ella, pasó con desespero sus manos por la cara, mientras ella se cubrió con la cobija llorando descontrolada.
Antoine dejó salir a Eon quien quiso acercarse a Becca, pero esta le rehuyó, causando dolor en el lobo que se marchó rompiendo los cristales de la ventana, dejándola hecha un manojo de dolor.
- Necesito irme, Dios ayúdame a irme de aquí - pidió desde su corazón.
Después de un rato y un poco más calmada, se metió al baño para darse una ducha y ponerse una pijama, tenía la mente revuelta por todos los acontecimientos del día, era imposible dormir bien, tenía miedo de que él volviera para terminar lo que quería hacer.
Mientras tanto, en el bosque el gran lobo negro aullaba a la Luna porque estaba arrepentido de lo que casi hace con su mate, se sentía como el más despreciable de los seres por casi abusar de ella, pero se llenó de coraje cuando ella le dijo que se iría. Debía investigar por qué ella quería irse así, además de rechazarlo, aunque sospechaba de esa maldita condesa. Si descubre que esa loba tiene algo que ver, ahora si nada la salvará.
¿Amaba a Rebecca?, por supuesto que la amaba, pero su miedo a que la manada la rechazara por ser madura y muy seguramente no poder concebir cachorros actos era más grande. Lo que no sabía es que Becca ya cargaba en su vientre el producto de esas noches de pasión que han tenido sin tregua.
''Has arruinado todo imbécil'' - le reviró Eon muy enojado.
Antoine no respondió nada, sabía que era verdad y debía arreglar el daño que ocasionó a su amada luna.