Cuando Marion se muda al complejo de departamentos de su familia, se encuentra con su vecino, el playboy Adrián, quien constantemente necesita su ayuda para alejar a sus conquistas de una noche. A medida que su vecindad se desarrolla, la tensión sexual entre ellos aumenta y el juego de ayudar a Adrián se vuelve cada vez más complicado y emocionante. Aunque Marion está decidida a independizarse y enfocarse en su carrera como contadora y en sus pasantías en la empresa de su padre, se descubre a sí misma cada vez más atraída hacia Adrián, y la línea entre la amistad y algo más comienza a difuminarse. Hay mucho en juego para ambos y puede que estén a punto de descubrir que la conexión entre ellos va más allá de la simple vecindad, pero ¿serán capaces de manejar las consecuencias de sus acciones? Sigue a Marion y Adrián en esta emocionante historia llena de romance, risas y intrigas.
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tortura placentera
Llegamos al bar y no puedo evitar buscarlo con la mirada. Lo encuentro, esta super concentrado atendiendo gente en la barra. Las chicas me arrastran al centro de la pista y nos ponemos en movimiento. Pasamos un buen rato bailando y disfrutando de la música hasta que necesitamos un momento para descansar.
Todas subimos al vip y pedimos inmediatamente que nos traigan algo para tomar. Luego de que nos traen nuestras bebidas me percato que Briza solo pidió agua y no soy la única en darme cuenta, Sylvanas comienza con su interrogatorio poniéndola incomoda hasta que admite que se verá con su jefe y quiere estar bien fresca.
Mientras ellas siguen en su conversación yo miro hacia la pista y lo vuelvo a buscar notando que habla muy acaramelado con una pelirroja, la rabia está por brotar por mis poros, tan rapido me cambio ese hijo de perra.
—¡Ahora vamos a perrear! —grite fuerte, tomo la mano de Briza y todas volvemos a la pista.
Mientras bailamos, mis ojos cada tanto se desvían hacia donde se encuentra mi gigolo, que ahora discute con un tipo. Sigo bailando con mis amigas y rechazando posibles candidatos para bailar, peo sin dejar de ver a mi gigolo.
En un momento dado mi mirada se cruza con la de él. Él se mantiene serio, hago un movimiento tan sensual sin dejar de verlo logrando que se muerda los labios y excitándome a mí de solo verlo.
Sigo bailando hasta que me arden los pies, sintiendo como su mirada quema mi piel. Volvemos al área vip y nos refrescamos, Briza se queja de cansancio y la verdad que yo también lo estoy además de cachonda gracias a las miraditas con mi vecino.
Sylvana y Amy discuten por a quien le gusta más duro, mientras que Briza se pone a hablar por teléfono y yo observo de nuevo la zona en busca de mi gigolo. No lo veo.
—Chicas en un rato me viene a buscar Daniel, ¿Ustedes que harán? —llama mi atención y las de las demás Briza.
—Yo ya le escribí a mi amorcito que me venga a buscar —dice Cecilia.
—Nosotras nos vamos juntas, dejo a Marion con su vecino que necesita azúcar, Amy con mi peor es nada y yo me voy con mi magdalena a jugar al teto un rato —enseguida organizando todo Sylvanas como siempre y yo me quedo pensando si de verdad necesitare azúcar. Mas bien creo que deberé llevarle un costal para que me perdone lo estúpida que puedo llegar a ser.
Salimos todas juntas del bar, no miro si se encuentra todavía; no quiero que mis amigas se den cuenta de a quien busco.
Llegamos al coche de Sylvanas en el momento en que Scott pasa por Cecilia y se van juntos mientras que Briza deberá esperar un rato por su jefe.
En el camino vamos cantando como en los viejos tiempos, parecemos adolescentes escandalosas nuevamente. Llegamos a mi residencia y antes de bajar nos reímos como locas, pero algo en la cara de Sylvanas llama mi atención.
—¿Qué pasa? —pregunto al ver su cara de sorpresa.
—Si ese es el vecino al que le pides azúcar esta re bueno, amiga —dice señalando hacia mi departamento. Volteo y si ahí está mi kilo de azúcar caminando de un lado para el otro, como nervioso.
—Mmm... no es el —miento descaradamente y todavía no sé porque—, es mi vecino gay debe haber peleado con su pareja —si me creen me gano el premio Osar a la mentirosa del año.
—Huy si es gay tendrías que sacárselo, esta como quiere —Dice sin dejar de ver a mi vecino.
—Si, seguro —respondo y bajo apresurada del coche para que deje de ver a mi gigolo, es solo mío—. ¡Chau pervertidas, me llaman si hacen algo el domingo! —las saludo una vez que bajo del coche y medo mirando como se aleja el coche.
Volteo para caminar a mi portal y tratar como mi vecino desfila de un lado a otro. Trato de ignorar la mirada que me dedica mi vecino y busco mis llaves en mi cartera. Llego a mi puerta haciendo de cuenta que el modelo de pasarela que desfila en frente de su casa no está he intento colocar la llave en mi puerta, pero los nervios me juegan una mala pasada y mi llave termina en el piso.
Me inclino para tomarla, pero mi servicial vecino es más rapido que yo y ya está tomándolas por mí. Tiendo mi mano para recibirlas, pero él se encarga de colocarla en la cerradura de la puerta y abrirla por mí.
Me quedo mirándolo, sin saber que hacer. El me mira como esperando que diga algo, pero las palabras en este momento se fueron de vacaciones y solo quedaron las ganas de hacerle un montón de cosas que de seguro mañana me arrepentiré porque el hecho es que me gusta y quiero todo con el pero no sé porque quiero negarlo.
Sin palabras, solo tomo su rostro para besar sus labios y ahí se desata la locura. Pasamos a mi departamento en un enredo de manos y ropa volando por todos lados. Caigo en mi sofá y el arranca, literalmente, mis pantalones y la tira de cualquier manera. Se acerca nuevamente a mi cuerpo, besa mis labios y envuelvo su cadera con ms piernas. Mis brazos lo retienen entre mis labios, sin soltar su boca, sus manos se dirigen a mi ropa interior palpando la humedad.
—Eres una maldita droga —gruñe arrancando mi lencería.
Mis manos se dirigen a su bóxer que no entiendo porque todavía los lleva puesto, para bájalos y sentir la calidez de su piel que no pierde tiempo y se interna en lo profundo de mi ser arrancándome un jadeo de excitación.
—¡O mi Dios! —exclamo aferrándome a su trasero para sentirlo mejor.
—¡Eres mía! —gime tomando mi rostro entre sus manos sin dejar de mover sus caderas— ¡Eres más que mi novia! —solo asentí concentrada en todo lo que me hace sentir.
A la mañana siguiente me despierto por los rayos del sol que se filtran atreves de mi ventana, me duelen hasta las pestañas postizas. Siento que mi cuerpo paso una aplanadora sobre él, pero lo peor de todo es el hecho que siento una respiración en mi nuca. Me quedo quieta tratando de adivinar que hice anoche.
Lo peor de todo es que no recuerdo haber tomado tanto como para no recordar lo que hice, pero acá estoy metida en mi cama con valla a saber quién.
Trato de tranquilizarme y pienso, busco en mi mente los recuerdos de la noche anterior y de todo lo que recuerdo es a mi vecino desfilando frente a mi puerta.
La respiración de mi acompañante me eriza la piel y siento como su amigo hace acto de presencia al chocar con mi muslo. Contengo un gemido. Siento como la mano que se posa en mi cadera sube, rosando mi piel causándome cosquillas, llega a mi hombro y aparta mi cabello. Los labios de mi vecino hacen presión en el hueco de mi cuello y suspiro por la sensación.
—Buenos días princesa —murmura y sigue acariciando mi piel que termina erizada por la sensacion placentera.
—Buenos días gigolo —gimo en respuesta a sus toques sutiles y volteo para subirme a sus caderas.
—Quiero que te quede claro una cosa —esta tan serio que logra excitarme un tanto más—, esto dejo de ser solo sexo —dice y yo no puedo evitar moverme, tratando de que su pequeño juan entre en mi—. Quiero que seas mi novia.
—Mmm.... —murmuro, el me voltea colocándose sobre mí, juega con mi humedad volviéndome loca.
—¿Dejaras de evitarme y me tomaras enserio? —pregunta mientras sigue jugando con mi cordura, estoy tan ida que no puedo responder, solo gimo en respuesta—. Responde.
—Está bien —suelto en un jadeo.
—¿Está bien, que? —pregunta, siguiendo con su tortura. Gimo de frustración, no aguanto más lo necesito en mi interior.
—Seré todo lo que tú quieras, te presentare ante mis padres como mi novio, pero por favor deja de tortur... —casi le grito en la cara, pero me calla cuando intempestivamente se hunde en mí, ahogo una exclamación y solo comienzo a gemir.
si fuera al revés ya se estarían quejando