Williams, un joven adolescente, descubrió su orientación sexual con su amigo más cercano. Al revelarlo a su familia, se encontró con una oposición feroz y fue expulsado de su hogar sin ayuda. Desesperado, buscó a su amado solo para descubrir que también lo había abandonado. Destrozado, vagó por las calles en busca de un lugar donde vivir. En su camino, se cruzó con Luke, un hombre bondadoso que, junto a su esposa, le ofreció refugio y apoyo. Años después, Williams conoció a Steven, un lobo delta que lo reclamó como su pareja, trayendo consigo una nueva esperanza y un futuro lleno de amor y aceptación.
tercer libro de Génesis la gran luna
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capítulo 19
Esa noche, Williams no podía dormir. Las horas se arrastraban pesadas, y la única compañía era el sonido monótono del reloj en la pared. Sin embargo, cuando finalmente cerró los ojos, se encontró transportado a un lugar que no era el mundo real.
El bosque era inmenso. Los árboles parecían tocar el cielo, y sus hojas susurraban secretos en un idioma desconocido. El aire era fresco, pero había algo extraño en él, como si cargara con el peso de un presagio. Williams avanzó sin saber por qué, sus pies deslizándose sobre un suelo cubierto de musgo que parecía amortiguar cada paso.
De repente, lo vio.
Un lobo, grande y majestuoso, emergió entre las sombras. Su pelaje gris brillaba con la luz de una luna inexistente, y sus ojos color café lo miraron con una intensidad que lo hizo detenerse en seco. No había miedo, pero sí una sensación de respeto. Ese animal no era simplemente un lobo; era algo más.
El lobo no se movió, pero Williams sintió que debía acercarse. No hubo palabras, pero una voz clara resonó en su mente: --- ¿Por qué dudas, humano?,---
Williams no respondió, porque no sabía qué decir. El lobo inclinó la cabeza, como si esperara, y luego comenzó a caminar. Sin pensarlo dos veces, Williams lo siguió.
Mientras avanzaban, el bosque cambió. Las sombras se hicieron más profundas, los árboles más retorcidos, y el aire adquirió un tinte pesado, casi opresivo. Pero el lobo seguía adelante, seguro, sin titubear.
Llegaron a un claro. En el centro había dos puertas, una brillante, hecha de un material que parecía oro líquido, y otra oscura, tallada en madera vieja con símbolos que Williams no podía entender. El lobo se detuvo junto a la puerta oscura y lo miró, como invitándolo a decidir.
--- ¿Qué hay detrás de cada puerta?,--- se atrevió a preguntar Williams.
La respuesta no llegó en palabras, sino en imágenes. En la puerta luminosa, vio un camino fácil, lleno de confort y felicidad superficial. En la puerta oscura, vio desafíos, sufrimiento, pero también algo más: un propósito, una verdad que aún no podía comprender.
La elección pesaba como una montaña sobre sus hombros. ¿Debía seguir el camino fácil o el difícil?
El lobo lo observó en silencio. Sus ojos marrones eran profundos, llenos de paciencia, pero también de urgencia. Era como si supiera que la elección de Williams no solo cambiaría su vida, sino algo más grande, algo que ni siquiera podía imaginar.
Finalmente, dio un paso hacia la puerta oscura. Cuando extendió la mano para tocarla, el lobo levantó la cabeza y aulló. El sonido era poderoso, casi devastador, pero también hermoso. Williams sintió cómo ese aullido resonaba en su propio pecho, como si algo dentro de él despertara.
Y entonces, todo desapareció.
Williams despertó, jadeando, su corazón latiendo con fuerza. La habitación estaba oscura, pero el sueño seguía vivo en su mente, tan claro como si aún estuviera allí. Tocó su pecho, donde todavía sentía el eco del aullido del lobo.
No sabía qué significaba todo aquello, pero sí sabía una cosa, no era solo un sueño. Era un mensaje, una advertencia, una invitación. Y ahora, debía descubrir qué significaba.
¿porque él?.
Williams miró por la ventana, el sol comenzaba a salir, se viste con ropa deportiva y sale a correr como todas las mañanas, hay un parque cerca de la casa, donde le gusta correr al chico.
Su mente está en ese sueño, no puede sacarlo de su cabeza.
Al regresar entra a la casa, va a la ducha por un baño cuando siente la voz de Emilia, llamarlo, sabe que el desayuno está pronto, Williams se viste con un traje, color bordo, camisa negra y corbata haciendo jugo.
Al bajar, ---- estas muy guapo hermano, ---- dice Averi
--- gracias hermana, --- dice Williams
Durante el desayuno Williams estuvo en silencio, Emilia no podía evitar en pensar que le pasa a Williams, no es normal verlo así, pero no pregunta prefiere que sea el mismo quien se lo diga.
El trayecto hacia la oficina fue tranquilo. El cielo estaba despejado, y el aire de invierno mordía con suavidad. Williams caminó con las manos hundidas en los bolsillos de su abrigo, pensando en el cúmulo de correos electrónicos que lo esperaba. Sin embargo, cuando llegó a su escritorio, encontró algo inesperado.
Allí, sobre la madera pulida, había una caja de galletas cuidadosamente envuelta en celofán transparente. La etiqueta era sencilla: “Galletas de naranja recubiertas en chocolate”. Junto a ella, una nota escrita a mano en una caligrafía elegante y firme.
*"Para endulzar tu día, hermoso.
Steven.
PD: Te invito a almorzar."*
Williams parpadeó, primero sorprendido, luego divertido. Una sonrisa suave apareció en sus labios, iluminando un rostro que solía mantener una expresión neutral. Tomó la nota entre sus dedos y leyó las palabras una vez más, dejando que se impregnaran en su mente.
—Steven... —murmuró para sí mismo, mientras el calor subía lentamente por su rostro.
La mañana transcurrió en una mezcla de concentración intermitente y pensamientos dispersos. Williams trataba de enfocarse en sus tareas, pero la caja de galletas seguía presente en la esquina de su escritorio, como un recordatorio persistente de que alguien había pensado en él de una manera especial.
Cada vez que desviaba la mirada hacia ella, sentía un pequeño cosquilleo en el pecho. Era un sentimiento nuevo, una mezcla de nerviosismo y anticipación. Durante el descanso de media mañana, se permitió abrir la caja.
El aroma cítrico de la naranja mezclado con el dulce del chocolate inundó sus sentidos. Tomó una galleta, mordiendo lentamente. El sabor era delicado, equilibrado, y cada bocado parecía resonar con el mismo cuidado que Steven había puesto en elegir el regalo.
—Esto es ridículo —murmuró, aunque una parte de él no quería que lo fuera.
No podía negar que Steven transmitía una energía diferente, una energía que Williams no podía ignorar. Todas las barreras que Williams había puesto en su vida.
Hoy, esa barrera parecía desmoronarse con una caja de galletas y unas pocas palabras en una hoja de papel.
viene la calma en tu camino de cruzaron personas con un gran corazón