Después de dos años de matrimonio, me di cuenta de que nuestra relación era un fracaso. Durante ese tiempo, intenté ganarme el amor de James, pero el heredero de la corporación Sterling simplemente me despreciaba.
James, un hombre atractivo, codiciado y rico, hacía que yo fuera la envidia de muchas mujeres. Sin embargo, nadie sabía que detrás de las puertas cerradas de nuestro hogar, James me trataba con frialdad y desdén.
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CAPÍTULO#14: ERES LIBRE
⪻James Starling ⪼
Me encontraba en mi despacho, sumido en la revisión de unos documentos importantes, cuando de repente, Débora apareció ante mí. Llevaba una copa de vino entre sus manos, lo que inmediatamente capturó mi atención. Su presencia siempre evocaba en mí una mezcla de sentimientos que era difícil de manejar, por un lado, un intenso deseo que crecía al verla, por otro, la culpa que me asaltaba al pensar en las implicaciones de esos sentimientos, y además, una extraña sensación de inevitabilidad, como si en algún momento esa situación fuera a llevarnos a un desenlace inevitable.
—James, ¿te gustaría un poco? —me preguntó, ofreciéndome la copa con aquella sonrisa provocativa que siempre lograba desarmar cualquier resistencia que pudiera tener.
Antes de que pudiera dar una respuesta, María irrumpió en la habitación de manera apresurada.
—Señor, hay un abogado que lo está buscando —anunció con urgencia.
—¿Un abogado? —dije, sintiéndome sorprendido por la inesperada visita.
—Sí, señor. Me comentó que necesita hablar con usted, y que es algo importante —respondió ella.
Me quedé en silencio, sumido en mis pensamientos, preguntándome a qué se debía esa urgencia. La curiosidad creció en mi interior, y finalmente tomé una decisión.
—Hazlo pasar —ordené a María, sintiendo que debía conocer el motivo de aquella visita.
Débora, que estaba a mi lado, me lanzó una mirada inquisitiva, pero se contuvo de hacer algún comentario. Pasaron unos minutos que se sintieron como una eternidad, y finalmente María volvió a entrar, esta vez acompañada del abogado.
Era un hombre de mediana edad, su apariencia reflejaba una seriedad profesional. Su rostro mostraba una mezcla de concentración y determinación, como si estuviera listo para abordar un asunto de gran importancia.
—Buenas tardes, señor Stirling. Soy el abogado Martínez, representante de Ana Sinclair.
Al escuchar el nombre de Ana, sentí que mi corazón se detuvo por un instante. La preocupación y la curiosidad se entrelazaron en mi mente ¿qué querría o necesitaría de mí en este momento?
—He venido a entregarle los documentos de divorcio para que los firme. Lamentablemente, la señorita Ana no pudo venir, ya que actualmente se encuentra en el extranjero por motivos personales.
El abogado me extendió un sobre que parecía bastante formal. Lo acepté con las manos temblorosas, y al abrirlo, descubrí un documento que parecía diseñado para sellar de manera definitiva lo que alguna vez habíamos compartido. Mientras comenzaba a leer el contenido del papel, el abogado continuó hablando, su voz resonaba en mis oídos mientras yo trataba de asimilar la magnitud de lo que se me estaba presentando.
—Ella ha solicitado el divorcio y no tiene intención de discutir la división de bienes. No desea quedarse con nada que le pertenezca a usted, así que puede estar en paz. Lo único que pide es que firme los documentos.
Débora, que había estado escuchando atentamente en silencio, sonrió y añadió con determinación.
—¿Qué estás esperando para firmar? Si ella no quiere nada, eso es mejor para nosotros, ¿verdad? Solo firma, James, y así podrás ser libre.
Me detuve un instante, sumido en mis propios pensamientos, dejando que mi mente divagara sin rumbo. ¿Es posible que ella realmente desee divorciarse de mí? En medio de esta confusión interna, el abogado Martínez irrumpió en mis reflexiones, devolviéndome a la cruda realidad.
—Señor Stirling —comenzó el abogado, con un tono serio y profesional—, le aconsejo encarecidamente que firme los documentos. En este caso, mi clienta tiene la capacidad de demostrar que usted ha incurrido en adulterio a lo largo del matrimonio. Ya cuenta con evidencia suficiente para respaldar sus afirmaciones. No tiene nada que perder en esta situación. Como ya le ha explicado, ella no está exigiendo ninguna compensación; simplemente desea que usted firme los papeles para dar por terminado este capítulo de sus vidas.
Una ola de emociones se apoderó de mí, una mezcla complicada de alivio y tristeza que me envolvía con cada respiración. Con manos temblorosas, firmé los documentos que sellaban un nuevo capítulo en mi vida, entregándoselos al abogado con la certeza de que, a pesar de lo que había dejado atrás, también había mucho por delante. Él, con una mirada profesional y serena, guardó cuidadosamente los papeles en su maletín, como si contenían un tesoro invaluable, y se levantó lentamente, preparándose para marcharse.
—Le agradezco por su tiempo, señor Stirling. Sinceramente, le deseo lo mejor en su camino —dijo, con un tono cálido que resonó en mí.
Asentí en silencio, incapaz de articular palabras que pudieran expresar lo que sentía. El abogado se retiró de la habitación, y en su ausencia, me quedé allí, sumido en la profundidad de la decisión que acababa de tomar. Cada latido de mi corazón parecía resonar en mi mente, recordándome el peso de las elecciones y las consecuencias que llevaban consigo.
En ese instante de reflexión, Débora se acercó con suavidad y me envolvió con sus brazos desde atrás, creando un refugio de calidez en medio de mi tormenta interna. Su voz suave y reconfortante susurró en mi oído, como si quisiera ahogar mis dudas en su ternura.
—Ahora somos libres, James. Podemos estar juntos sin esconder nada.
Esas palabras suspendieron el tiempo por un breve momento, llenando el aire con un nuevo significado. La libertad que prometía nuestra unión comenzaba a despejar las nubes de duda y temor que me habían acompañado. Ahora, miraba hacia el futuro con un renovado sentido de esperanza, sintiendo que la vida, con todos sus giros y sorpresas, finalmente podía ser nuestra.
Me preguntaba ¿realmente era eso lo que deseaba? .
⪻Abogado Martínez ⪼
Salí del despacho del Sr. Stirling con los documentos firmados cuidadosamente guardados en mi maletín. A medida que avanzaba hacia mi coche, decidí sacar mi teléfono y marcar el número de Ana.
—Señorita Sinclair, buenas tardes. La llamo para informarle que el señor Stirling ha firmado los papeles de divorcio. A partir de este momento, oficialmente es una mujer libre.
—Gracias, señor Martínez. No tiene idea de lo que esto representa para mí.
—Lo comprendo perfectamente, señorita. Le deseo todo lo mejor en esta nueva fase de su vida.
—Le agradezco sinceramente. Ha sido extremadamente amable y profesional en todo momento.
—Es parte de mis responsabilidades, señorita Sinclair. Si llegara a necesitar algo más, no dude en ponerse en contacto conmigo.
Dónde dejaste a la sanguijuela de la Débora ????!!!!
A sobarse pués 🤭
Nunca estuviste de acuerdo con ese matrimonio arreglado....
Espero las próximas líneas no sean de maldad desmedida y una mujer doliente, sumisa
ayyy Dëbora.... pobre de tï 🤭