Stan despierta en medio de un planeta desértico sin recordar nada más que el rostro de su esposa, quien fue raptada por un pirata y ahora él junto a su compañera deberá emprender un viaje para salvarla.
Encontrándose en el camino enemigos que se creía que eran simples mitos de la Tierra, y algunos pocos aliados.
¿Podra salvar a su esposa? ¿podra sobrevivir a su propia odisea?
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Capitulo #3: Guía Divina
En el camino no pude evitar mirar a mi alrededor para ver la ciudad con más detenimiento, observando algunas similitudes que tenían los orderaneos con los humanos. Como, por ejemplo: su comida, sus festejos y… su familia.
Ver a las personas conviviendo y disfrutando como cualquier otro día normal para ellos, me hizo sentir algo de envidia. Ahora estaba tan lejos de mi casa, de mi familia y del amor de mi vida, nunca pensé que lo cotidiano como ver a mi madre o hablar con mi hermano mayor, se volverían cosas que me hacían desear que esto solo fuera una pesadilla.
“Mamá… Jack…” pensé impotente mientras veía a una pequeña familia
Cuando llegamos al lugar donde se suponía que estaba la nave de Erik estacionada. Nos llevamos una pequeñísima sorpresa, y es que no había ninguna nave. Lo que hizo que Erik gritara y maldijera a todo pulmón.
—¡¿Ahora quién fue el cabrón que se llevó mi nave?! ¡Juro que cuando lo encuentre lo voy a matar!
—Ahm, disculpa señor piloto: ¿cree que pueda conseguir otra nave?
—N-No, esa era la única nave que tenía; la perdí. Lo siento
—Oh, entiendo —respondió Roxy, mientras la sonrisa se le borraba por completo—
Estábamos a punto de irnos, cuando recordé la tarjeta que aquel buen hombre nos había dado. Sin perder aún totalmente la esperanza, me acerqué a Roxy con las manos en los bolsillos.
—Enana, ¿aún tienes la tarjeta que te dio ese hombre antes?
—¿Qué? Ah, eh... —nerviosa sacó la tarjeta de su bolsillo—. Sí, ¿Por qué?
—Por nada, Enana —respondí, tomando la tarjeta—. Oye —dije volteando a ver a Erik—. Aún no tienes que llevarnos al zoológico, aunque antes, creo que hay una persona que puede ayudarnos a encontrarla —añadí mostrándole la tarjeta a Erik—.
—Jaja, sí, tienes razón —se rió mientras se me acercaba para quitarme la tarjeta—. Síganme; iremos con ese anciano para que nos ayude a encontrar a Laisy
—¿Laisy? —dijimos confundidos—
—Sí, mi nave
—¿Eh? ¿Le puso nombre a su nave?
—Oh vamos, no me digas que la realeza no les pone nombres a sus naves
—No, eso solo lo hacen los bárbaros. Es raro
Guiados por Erik caminamos por un par de horas hasta llegar a la ubicación que venía en la tarjeta. Habíamos llegado a un pantano, el cual no importaba el lugar al que voltearas, siempre veías chatarra llena de musgo.
—Puagh, apesta a pescado podrido, ¿cómo es posible que alguien viva aquí? —preguntó la enana mientras se escondía detrás de mí—.
—Hmph, así que aquí es donde vive el legendario Hermes
Asustado e intrigado voltee a los alrededores buscando la silueta de una persona, o un animal, creía que no vería ningún rastro de vida en ese pantano apestoso, pero de pronto vi la silueta de una persona que estaba saltando de árbol en árbol. Su risa y sus pasos envolvieron todo el bosque, lo que les puso los pelos de punta a mis compañeros.
—¿Qué demonios fue eso? —preguntó agarrando su pistola de su cinturón—
—C-Capitán… —susurró asustada mientras me abrazaba más fuerte del brazo—
Antes de que siquiera pudiera avisar a mis compañeros, aquella persona aterrizó frente a nosotros con una inmensa sonrisa en su rostro.
—Pero miren que me trae el destino a las puertas de mi casa: un cachorrito pequeñito de los humanos, un ordereano y una elfereana. Son una cosa adorable —se burló un chico con unas distintivas botas con pequeñas alas en los lados—.
—¿Ah? ¿Tú quién eres? —preguntó Erik mientras le apuntaba con su pistola—
—¡Qué valiente eres! —dejó caer su frente en la pistola—. Erik Darya… —se burló con una risa chillona y molesta—.
—¿Qué? ¿Cómo sabes mi…?
—Tú eres Hermes, ¿no es así?
Hermes soltó una carcajada, con sus botas pudo volar hacia mí para tocar mi nariz mientras estaba boca abajo.
—Jajaja. Ustedes los humanos son mi especie favorita. Sabes niño, yo también soy terrícola; nací en la Tierra, solo que mi familia y los otros ordereanos éramos considerados dioses por ustedes los humanos
—¿Qué? Espera… ¿Eres el mismo de la mitología griega?
—No sé qué es eso de mitología griega, ni me importa la porquería que inventaron los humanos —dijo, y me agarró de la barbilla para que lo viera a los ojos—. Ahora dime, ¿Qué trae a mi patio de juegos a un pequeño humano como tú? —examinó mi mirada—. Aww, que tierno humanito, lo haces por amor ¿verdad?
—Necesitamos que nos ayudes a encontrar mi nave para luego llevar a estos dos al zoológico
—¿El zoológico? —su sonrisa se volvió más grande—. Hmph, ahora lo comprendo, mi aprendiz raptó a tu amada —volteó a ver a mi compañera—. A tus amigos —en un parpadeó Hermes apareció detrás de mí e hizo a un lado a mi compañera con un empujón—.
—¡Oye! —se quejó mi compañera en el suelo—.
—Pero dejame decirte, ternurita: ir en tu estado actual es un suicidio pero soy misericordioso —extendió su mano hacia, riéndose entre dientes—. Te dejaré elegir, ternurita. Los ayudaré a encontrar la nave de Erik a cambió de nada. Solo recuerda, sin entrenamiento Rho Mar los matará, ya que él se encuentra en otro nivel.
—¿C-cuál es la otra opción?
—Llévame contigo y, a cambio, te ayudaré a salvar a tu esposa. ¿Trato, ternurita?
—¿Ah?, no nos llevaremos a ese maníaco
—Vamos ternurita, acepta la ayuda divina ¡La ayuda de un antiguo dios de la Tierra! Y hey, no lo hagas por mi, jaja —en su palma apareció una llama verde en la que se hizo presente la silueta de mi esposa. Ella estaba encadenada y llorando, verla así me causó un horrible escalofrío en todo el cuerpo—. Hazlo por Flor, Stan
—E-Está bien, tú ganas —temblando estreche su mano—. Vendrás con nosotros
—¡Es una maldita broma! ¡No voy a subir a ese maníaco a mi nave!
—¡Sí, capitán, es obvio que ese tipo no es de fiar!
—Tsh, Hermes vendrá con nosotros, les guste o no, así que no quiero escuchar más de sus quejas —los regañé—.
—Ya escucharon, amigos, yo iré con ustedes al zoológico de Andrómeda
—Como sea —susurró con un suspiro— ¿Y bien? ¿Dónde está mi nave, loco del demonio?
—La realeza se la llevó porque no habías pagado tus multas de tránsito, mi querido Darya
—¡Esa perra de Athenea! ¡Juro que voy a matarla!
—Jaja, bueno —me abrazó con fuerza—. ¿Qué estamos esperando, ternurita?, vayamos a las tierras de Athenea