Casada Con Un Desconocido

Casada 3.

Casada con un desconocido.

Capítulo 3: El primer inconveniente.

Elsa ISASA.

María Cristina estaba molesta. Su padre, parado como un poste frente a su escritorio, machacaba sobre el tema de la falta de liquidez de la empresa. Roque Alcántara era muy molesto cuando quería.

– Tu madre quiere descansar unos días en París. Yo hace casi un año que no vuelo a Europa. Y ahora,

¿ Qué es eso de que cuidemos el límite de nuestras tarjetas ?

– Papá. La empresa ha hecho muchas inversiones desde hace dos meses. Compramos camiones y maquinaria nueva. Invertimos mucho en diseño y marketing.

Nuestros bonos subieron en el mercado un 20 % gracias a esa inversión novedosa. Nos va muy bien. Solo necesito que ustedes dos se controlen un poco – dijo con paciencia María Cristina Alcántara.

–¿ Por qué comprar camiones por ejemplo.Tu prometido es dueño de una empresa de logística. Cásate. Une las empresas y nos capitalizamos sin invertir.

– Creo que fui clara con los dos cuando les dije que no me casaría. Yo puedo arreglar las cosas y seguir siendo económicamente independiente. - respondió sería.

– Tienes 26 años hija. Es hora de sentar cabeza. No crees que…

– Papá. Solucionare tu problema de liquidez para el viaje de ambos. Mañana estará el dinero en sus cuentas. Tranquilo y diviértanse.

– Okey . Cuento contigo pequeña. Y por favor. Piensa en mi consejo. Ven, dame un beso y me voy. -

Maria Cristina salió de su escritorio pensativa. Antes de ingresar a su Mercedes habló con el secretario de la firma.

– ¿Tenemos un Renegade no muy antiguo y que funcione bien?

– ¿Una camioneta? Sí Señorita. Por supuesto. Pero ¿Y su carro?

– Pon en venta mi Mercedes nuevo. Consigue las llaves del Renegade. Deposita el valor del auto en la cuenta particular de mi padre.

– Okey. De inmediato. ¿Tiene a mano los documentos de su coche?

– Tómalos de mi maletín. Vendelo rápido por favor.

– Así lo haré.

La sorpresa fue mayúscula para María Cristina cuando Borges le dijo.

– Encontré al interesado para la compra en efectivo. Pero su firma de venta está condicionada. Necesita la autorización de su esposo. El Mercedes fue comprado el mes pasado. Y el registro fue tajante. Es bien ganancial con su marido.

–¿ Mi marido,? ¿Es una broma verdad Borges? Sabes que no soy casada. -

– Debe haber un error Señorita Alcántara. Pero no pude solucionarlo.

– Iré mañana al registro. La función pública es un desastre. ¡Envían papeles erróneos y figuran como casados las personas solteras! Todo lo que es público es un horror. Tendré que llevar mis documentos y pasar una hora dando explicaciones a un grupo de burócratas inútiles. Gracias Borges. Hasta mañana.-

Al otro día las cosas para Cristina fueron peor de lo esperado.

No podía creer lo que veía y escuchaba.

Estaba casada en Estados Unidos con Fernando Espinosa.

No podía entender cómo había pasado hasta recordar el robo en Las Vegas.

Su primera impresión fue que el mismo ladrón era quien aprovechando su estatus social había de alguna manera, lograr hacer un casamiento rápido propio de los locos enlaces de Las Vegas.

Luego recordó el documento erróneo que le había remitido la policía.

Y la idea de nombrar a su perro Fernando.

– ¿Alguien por casualidad copió el nombre completo y número de documento, enviado por error hace algún tiempo?

– Yo no lo hice- dijo la secretaria Mara. - Perdón Señorita Cristina. - completó cuando vio la mirada acusatoria de Borges.

– Tengo anotado jefa- replicó Alejo.- Todas las notas y envíos son registrados en mi agenda virtual – Veremos…debe hacer un mes de ese incidente…Aquí está: Señor Fernando Espinosa DNI….

– Eres un genio Alejo. Ahora busca a ese personaje en redes. Necesito todo lo que puedas enterarte de ese canalla.-- dijo María Cristina sin explicar el calificativo ofensivo.

Allí se enteró que Fernando Espinosa era un ganadero del sur de Argentina. Su estatus social le confirmaba que ese hombre no buscaba su dinero.¿ Entonces qué había pasado para que está situación se presentara?

Viajar al Chalten a un pueblito llamado Lago Azul y cagarse de frío no era su mejor opción pero no tenía otra. Necesitaba terminar con esta historia y recobrar su soltería e independencia.

– Saquenme un Vuelo al Calafate y alquilen un carro en buenas condiciones para viajar 200 kilómetros hasta la estancia de ese hombre. No puedo perder tiempo. Es urgente. - dijo Cristina con voz de mando.

Conocería a su marido. Le exigiría que le cuente la jugada que hizo en las Vegas para lograr casarse con ella. Le exigiría el divorcio urgente y era probable que le iniciara juicio por fraude. Esto era el colmo- pensó.

– ¿Has solucionado nena nuestro problema de fondos? ¿Podemos viajar con tu madre a París?

– Lo siento padre. Tendrán que esperar unos días. Debo viajar al sur para divorciarme.

– ¿Te vas a casar? Supongo que te has equivocado ya que estás lamentablemente soltera hija mía.

– ¡Me han casado papá! Un tarado que no tiene nada que hacer en su estancia de las montañas decidió casarse conmigo. Debo viajar a solucionar este asunto. No puedo vender ni comprar nada sin su autorización.

–¿Cómo es eso? Explícame.-- dijo su padre–¿ crees que tú esposo pueda adelantarnos efectivo para viajar?

María Cristina comenzó a sentir un agudo dolor de cabeza. Los hombres eran una verdadera calamidad. Esperaba que el empresario millonario le explique el problema y tenga la decencia de solucionarlo.

Fue a su departamento y preparó su equipaje.

Mientras sacaba su ropa de abrigo que tenía guardada y embolsada y la acomodaba en su maleta, apagó su celular. No quería escuchar los gritos de su padre o de su madre. Seguro ya le habrían llamado a Mariano Báez y el bolonqui estaría armado.

Era hora de conocer a su supuesto marido y solucionar el problema en el que ese tipo,un tarado, le había metido.

Borges, le trajo el pasaje y el voucher de alquiler del carro para su viaje al otro mundo.

– ¿No quiere que le acompañe Señorita? ¿Y si el tipo es un loco?

– Se encontrará con otra loca Borges. No tiene idea en el lío que lo voy a enterrar. Ya me conocerá, te lo aseguro. - dijo con firmeza María Cristina Alcántara.