Por miedo, Ana Clara Ferreira acepta una propuesta para ir a trabajar a Italia junto a su mejor amiga, Viviane Matoso. Pero, por accidente, termina convirtiéndose en la niñera de la hija del mafioso más temido de Italia.
Mateo Castelazzo, el Don de la mafia italiana, se divide entre atender sus negocios, la organización y cuidar de su traviesa hija Isabela.
Pero todo cambia después de un accidente…
NovelToon tiene autorización de Quel Santos para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
Capítulo 14
Mateo:
Hoy no tenía el menor deseo de ir a la empresa, pero desafortunadamente no había otra opción. Tenía una reunión importante, aunque todo lo que realmente quería era quedarme en casa con Bela y Ana. Incluso a regañadientes, fui.
La reunión fue horrible. Si no fuera por Marco y Paola, no habría prestado atención a absolutamente nada. Mis pensamientos estaban en Ana. Siempre lo estaban, desde el día en que la conocí, pero hoy... hoy era peor. No estaba satisfecho solo con sus besos, necesitaba más. Quería más.
—¡Eh, tierra llamando a Mateo! —Paola refunfuñó.
—¿Cuál es el problema, Paola?
—Tú. Tú eres el problema. No has prestado atención a nada en la reunión. Si Marco y yo no estuviéramos aquí, habrías perdido millones.
—Ya tenemos tanto... un poco no haría diferencia.
—¿Mateo Castelazzo, sin importarle perder algo? Hum... interesante. Dime, hermano: es Ana, ¿no es así? Ni siquiera te importó que me llevara a Bela sin autorización. Estás enamorado.
Pongo los ojos en blanco.
—No digas tonterías, Paola. Estoy con Ana por Bela.
—Ah, claro. Lo vi bien "por Bela". Confiesa ya, Mateo. Amas a esa mujer.
—Vete a la mierda.
—Lo haré con mi marido tan pronto como regrese de la misión que le mandaste ir —ironiza ella—. Pero volviendo al tema: ¿sabes lo que escuché en la cafetería? Priscila me contó que Viviane, la gerente, era muy incompetente. La primera vez que la viste, casi derramó una bandeja de café. En la segunda, sí que la derramó, y le gritaste, la llamaste incompetente. Ana estaba contigo, fue el mismo día en que ella fue a tu casa. Y aún así promoviste a Viviane para gerente.
—Si no la mantuviera en el cargo, no cuidaría de Bela.
—¿Desde cuándo Mateo Castelazzo se doblega a los caprichos de Bela? Encerrarías a Ana en casa y la obligarías a cuidar a la niña... pero no lo hiciste. Quisiste ser gentil. Hiciste todo lo que Ana pidió. Admite: te enamoraste de ella tan pronto como la viste. Vi que tardaste en subir al hospital. Pensé que estabas en la habitación con Bela, pero no. Ya habías encontrado a Ana con ella, ¿no es así?
—Ella estaba contando historias para Bela. No quise interrumpir.
—Muy interesante... Un padre descubre que su hija sufrió un accidente, casi muere, y al llegar al hospital deja a la hija con una extraña para "no incomodar". Difícil, ¿verdad, que salga de tu boca? "Me enamoré de Ana. La amo".
—¡Basta, carajø! —exploto—. Si quieres que lo admita, lo admito: me enamoré de ella. La amo. ¿Satisfecha?
—¡Mucho! —ella aplaude y me abraza—. Finalmente estás amando. Y te quedarás con ella. Pero tenemos que entrenar a Ana.
—Ve con calma, Paola. Ella no sabe lo que hago todavía. Quiero que esté perdidamente enamorada cuando lo descubra. Nada de lo que ella sepa podrá alejarla de mí. Entonces... nada de hablar quiénes somos.
—Prometo. Palabra de Paola Castelazzo. Ahora... ¿dónde está el informe de la cafetería?
—¿Gael no lo trajo? Fui yo quien le mandó buscarlo ayer.
—No me llegó. Fui a su sala y no encontré nada.
Llamo al maldito. Él contesta diciendo que fue a la cafetería, vio a su novia y... olvidó el informe.
—¡Cáspita! —me masajeo la frente—. Tú combinas mucho con ella. Estás quedando tan incompetente como ella. Ahora voy a tener que buscar eso personalmente. Al menos voy a aprovechar para ver si Viviane aprendió algo.
Salgo de la empresa y voy a la cafetería. Tan pronto como entro, Priscila, la recepcionista, corre hacia mí.
—¡Jefe! Menos mal que vino. El señor estaba haciendo falta.
—¿Y por cuál razón yo haría falta a ti?
—Desde que Dante se fue, pusieron a esa incompetente allí. Todo empeoró. Viviane solo vive agarrada con aquel Gael. Es una aprovechadora. Vio a alguien rico y dio el bote.
Pongo los ojos en blanco. Qué chica venenosa.
—¿Dónde está Viviane?
—Está allá, conversando con Ana. Aquella otra aprovechadora. Apuesto a que vino a pedir empleo de nuevo. Debe haber dado golpe a algún viejo rico y volvió con el rabo entre las piernas. Las dos no valen nada. Dos chicas de programa disfrazadas aquí.
Mi sangre hierve.
—Ana... ¿aquella que trabajaba aquí hace dos meses?
—¡Exactamente! No dudo que entró aquí porque estaba durmiendo con Dante. Una zorra.
Agarro el brazo de ella con fuerza. Los ojos de ella se abren desmesuradamente.
—¿Estás diciendo que Ana Clara Ferreira es una put@?
—Sí, jefe. Las dos son...
Aprieto más fuerte.
—¿Cómo te atreves a insultar a mi mujer?
Ella comienza a temblar. Todos allí sabían quién era yo. Solo Ana y Viviane no —y de cierta forma eso me encantaba. Ellas nunca preguntaron sobre mi dinero o mi trabajo. Ana solo quería cuidar de Bela. Nunca pidió nada.
—¿Qué está sucediendo? —oigo la voz dulce de Ana detrás de mí.
—Priscila va a pagar por lo que dijo de ustedes.
—Yo misma hago las cuentas de ella —Viviane dice.
—¿Y crees que ella va a ganar alguna cosa? —pregunto, sarcástico.
Ana se aproxima, pone la mano en mi rostro, y el mundo simplemente desacelera.
—Mateo... estás lastimando a ella.
El odio desaparece. Suelto a la plaga.
—Ella llamó a ustedes dos de put@s —explico.
—¿Qué? —Viviane gruñe—. ¿Ella me ofende? ¿A mí? ¡La que intercambia número con los clientes es ella! Esto no se va a quedar así.
Viviane arrastra a Priscila para el fondo de la cafetería. Tomo la mano de Ana, que me sigue. Llegamos y Priscila ya está caída en el suelo, con Viviane montada en ella, distribuyendo puñetazos.
—¿Quieres participar del castigo también? —pregunto.
—Estoy segura de que Viviane ya va a acabar con ella —Ana responde, tranquila.
Me siento, jalo a Ana para mi regazo y acaricio su cabello mientras asistimos a la escena.
—Si tuviera un arma, daría un tiro de aviso. Aquí no se juega conmigo —murmuro.
Los guardias de seguridad tiran a Priscila del suelo. Tomo su rostro.
—Sabes que saliste ganando, ¿no lo sabes? Sal de la ciudad. Si veo tu cara de nuevo, las consecuencias serán peores.
Cuando se van, miro para Viviane.
—¿Sabes disparar?
—Salí con un tipo del PCC. Él me enseñó.
—¿Y lucha?
—Karaté. Ana entrenó conmigo al principio, pero después fue impedida.
Miro a Ana.
—¿Por qué no continuaste?
—Mi madre consiguió empleo lejos y necesité cuidar de mis hermanos.
Mierda. Casi olvido del padrastro. Necesito investigar a ese desgraciado.
—Todo bien, amore mio. Voy a almorzar en casa. Ya está en hora. ¿Te vas a quedar un poco más o vienes conmigo?
Ella me mira sorprendida, pero sonríe.
—Voy a despedirme de Vivi y ya voy. Me esperas en el coche.
Ella me da un beso leve. Camino hasta el coche, aún sintiendo el toque de ella.
Ana Clara:
Nunca había visto a Mateo de esa manera. Si me demoraba un poco más, él habría quebrado el brazo de Priscila. Pero la mirada de él cambió en el segundo en que puse mi mano en su rostro. Era como si mi presencia desconectara la furia de él.
Cuando explicó que Priscila estaba llamándonos de put@s, yo entendí su reacción. Vivi, como siempre, fue para arriba. Yo ya lo esperaba. Ella siempre peleó con quien hablara mierda —hasta con chicos mayores que ella. Yo era lo opuesto: conversaba primero, golpeaba después.
Pero lo que me conmovió de verdad fue cuando él me llamó de amor. Era imposible... ¿él dijo eso mismo? Yo debo haber imaginado. Pero no —él repitió. Amore mio. Mi corazón casi salió por la boca.
Él me invitó para ir a casa. Casa. Como si fuera mía también.
Me despedí de Vivi, que soltó un grito de emoción.
—¡Amiga, él te ama! ¿Crees que él se puso furioso de aquella manera por mi causa?
—¿Crees mismo que él me ama, Vivi?
—¡Él te llamó de amor, mujer! ¡Ve luego antes de que tu hombre te deje esperando!
Ella me abrazó. Y yo fui.
En dirección al coche.
En dirección a él.
Y, tal vez, al comienzo de algo que yo nunca imaginé vivir.