En la majestuosa mansión de los Alvarado, conocida por sus impresionantes jardines llenos de flores exóticas y senderos serpenteantes, crece un amor tan hermoso como las plantas que la rodean. Marina, la hija del jardinero, ha pasado toda su vida entre las flores, aprendiendo los secretos de la jardinería junto a su padre. Sin embargo, su corazón late por algo más que el aroma de las rosas: Martín Alvarado, el joven y apuesto dueño de la mansión.A pesar de la diferencia de edades y de clases sociales, Marina no puede evitar soñar con Martín. Cada encuentro fugaz, cada sonrisa compartida, alimenta sus esperanzas y su amor secreto. Martín, por su parte, está inmerso en los negocios familiares, pero poco a poco comienza a notar la presencia de Marina y a valorar la frescura y alegría que ella trae a su vida.
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Capítulo 3: La Novia de Martín
Una mañana, mientras Marina estaba regando las begonias cerca de la entrada principal, notó que un elegante coche negro se detenía frente a la mansión. De él bajó una mujer alta y esbelta, con el cabello perfectamente peinado y una expresión de determinación en su rostro. Vestía un traje impecable y llevaba tacones que resonaban en el suelo de piedra con cada paso que daba. Marina la reconoció de inmediato: era Isabel, la novia de Martín."Buenos días, señorita Isabel," saludó Marina, tratando de ser cordial.Isabel apenas le dedicó una mirada antes de dirigirse hacia la puerta. "Buenos días," respondió de manera automática, sin interés alguno en la conversación.Marina suspiró y volvió a concentrarse en su trabajo, aunque no pudo evitar sentir una punzada de incomodidad. Isabel siempre había sido cortante con ella, pero hoy parecía más fría de lo habitual.Mientras Marina continuaba con sus tareas, escuchó a Isabel hablando con Martín en el vestíbulo de la casa. No pudo evitar escuchar parte de su conversación mientras recogía unas herramientas cercanas."Martín, tenemos que hablar," dijo Isabel, su voz cargada de urgencia."Sobre qué, Isabel?" respondió Martín, sonando sorprendido."Sobre nosotros, sobre esta casa, sobre todo," dijo Isabel con una firmeza que no admitía discusión.Más tarde, mientras Marina estaba arreglando las flores en el jardín delantero, Isabel salió de la casa y se acercó a ella con una expresión que mezclaba irritación y curiosidad."Marina, ¿verdad?" preguntó Isabel, aunque sabía perfectamente su nombre."Sí, señorita Isabel," respondió Marina, tratando de sonar lo más profesional posible."He notado que pasas mucho tiempo aquí," dijo Isabel, mirando a Marina de arriba abajo. "¿Exactamente qué es lo que haces?""Me ocupo del jardín junto a mi padre," explicó Marina, sintiendo una tensión creciente. "Nos aseguramos de que todo esté en perfecto estado.""¿Es eso todo lo que haces?" preguntó Isabel, sus ojos brillando con una chispa de desdén.Marina asintió. "Sí, señorita. Además de ayudar en la casa cuando es necesario."Isabel se acercó un poco más, invadiendo el espacio personal de Marina. "He notado que tienes una forma particular de mirar a Martín. ¿Qué es exactamente lo que piensas de él?"Marina sintió un nudo en la garganta. "Es... es una buena persona. Muy amable y trabajador.""¿Eso es todo?" insistió Isabel, su tono cada vez más agudo."Sí, eso es todo," dijo Marina, tratando de mantener la calma.Isabel soltó una risa fría. "No me tomes por tonta, niña. He visto cómo lo miras. Debes recordar cuál es tu lugar."Marina sintió las lágrimas arder detrás de sus ojos, pero se negó a dejarlas salir. "Lo siento si le he dado una impresión equivocada, señorita Isabel. Solo trato de hacer mi trabajo."Isabel la miró fijamente durante un largo momento antes de girar sobre sus tacones y marcharse, sus palabras colgando en el aire como una nube oscura.Esa tarde, mientras Marina estaba en el invernadero, intentando distraerse con las plantas, Martín apareció en la puerta. Su expresión era seria, pero había una suavidad en sus ojos que hizo que Marina se sintiera un poco mejor."¿Todo bien, Marina?" preguntó Martín, entrando al invernadero.Marina fingió estar ocupada con una maceta. "Sí, todo bien. Solo un poco de trabajo pendiente."Martín la observó por un momento antes de hablar. "He notado que Isabel estaba hablando contigo esta mañana. ¿Te dijo algo que te molestara?"Marina dudó, sin querer causar problemas. "No, nada importante. Solo preguntó sobre mi trabajo.""Marina," dijo Martín suavemente, "si Isabel te dijo algo inapropiado, quiero que me lo digas. No quiero que nadie en esta casa se sienta incómodo."Marina levantó la mirada, sorprendida por su tono de preocupación. "Está bien, Martín. Realmente fue solo una conversación. No hay de qué preocuparse."Martín asintió, aunque parecía no estar completamente convencido. "De acuerdo. Pero si alguna vez necesitas hablar, estoy aquí.""Gracias, Martín," dijo Marina con una sonrisa tímida.Los días pasaron y la tensión entre Marina e Isabel no disminuyó. Isabel parecía encontrar cualquier excusa para criticar el trabajo de Marina, siempre con comentarios sutilmente despectivos."Marina, estas flores no están bien dispuestas," decía Isabel, señalando una cama de flores perfectamente ordenada. "¿No puedes hacer nada bien?"Marina mantenía la calma, recordando las palabras de su padre: "Las palabras de la gente dicen más de ellos que de ti." Pero cada comentario mordaz la afectaba más de lo que quería admitir.Un día, mientras Marina estaba cuidando los rosales, Isabel se acercó de nuevo. Esta vez, sin embargo, su expresión era aún más severa."Marina, necesito hablar contigo," dijo Isabel.Marina se levantó lentamente, limpiándose las manos en el delantal. "¿Sí, señorita Isabel?""Quiero dejar algo claro," dijo Isabel, cruzando los brazos. "Martín y yo estamos comprometidos. Vamos a casarnos. No quiero que interfieras en nuestra relación con tus... ilusiones juveniles."Marina sintió como si la hubieran golpeado en el estómago. "Yo... no tengo ninguna intención de interferir, señorita. Solo quiero hacer mi trabajo.""Me alegra escuchar eso," dijo Isabel, aunque su tono no reflejaba alegría alguna. "Solo recuerda tu lugar. Martín es demasiado bueno para alguien como tú."Marina sintió las lágrimas amenazando con brotar, pero se mantuvo firme. "Lo recordaré, señorita Isabel."Isabel le lanzó una última mirada de advertencia antes de alejarse.Esa noche, después de que todos se hubieran retirado, Marina se sentó en el jardín, tratando de calmar sus pensamientos. El aroma de las flores la envolvía, pero esta vez no encontraba consuelo en ellas.Ramón, su padre, apareció silenciosamente y se sentó a su lado. "¿Todo bien, hija?"Marina suspiró, mirando al cielo estrellado. "Es Isabel, papá. Me trata mal porque cree que estoy interesada en Martín."Ramón la miró con preocupación. "¿Y lo estás?"Marina no respondió de inmediato. Finalmente, dijo en voz baja: "No puedo evitarlo, papá. Martín es... especial. Pero sé que no hay futuro para nosotros. Solo soy la hija del jardinero."Ramón puso una mano reconfortante en su hombro. "Nunca dejes que nadie te haga sentir menos. Eres fuerte y valiosa, Marina. Martín es afortunado de tenerte cerca, incluso si no lo sabe aún."Marina asintió, agradecida por las palabras de su padre. "Gracias, papá."Los días siguientes fueron difíciles para Marina. Isabel parecía estar más decidida que nunca a hacerle la vida imposible. Cada vez que Martín no estaba presente, Isabel encontraba alguna excusa para criticarla o hacer comentarios hirientes.Un día, mientras Marina estaba preparando un ramo de flores para el vestíbulo, Isabel entró y se cruzó de brazos, observándola con una expresión de desdén."¿De verdad crees que eso es aceptable?" preguntó Isabel, señalando el ramo. "Martín tiene gustos mucho más refinados. Esto es... vulgar."Marina apretó los dientes, tratando de mantener la compostura. "Lo siento, señorita Isabel. Intentaré hacerlo mejor.""No, no intentes," replicó Isabel. "Hazlo bien o no lo hagas en absoluto."Marina asintió y empezó de nuevo, aunque sus manos temblaban ligeramente. Isabel se quedó observándola durante un rato antes de marcharse con una sonrisa de satisfacción.Más tarde ese día, mientras Marina estaba regando las plantas en el invernadero, Martín apareció, luciendo preocupado."Marina, ¿podemos hablar?" preguntó, cerrando la puerta detrás de él."Claro, Martín," dijo ella, dejando la regadera a un lado."¿Qué está pasando con Isabel?" preguntó Martín directamente. "He notado que parece buscar cualquier excusa para criticarte. ¿Te ha dicho algo en particular?"Marina dudó, pero finalmente decidió ser honesta. "Sí, Martín. Isabel me ha estado diciendo cosas... desagradables. Cree que estoy interesada en ti y que podría interferir en su relación."Martín frunció el ceño. "¿Eso te ha dicho? Marina, lo siento mucho. Isabel no debería tratarte así. Hablaré con ella.""No quiero causarte problemas, Martín," dijo Marina rápidamente. "Solo quiero hacer mi trabajo.""No es justo que te trate así," insistió Martín. "Voy a solucionar esto."Esa noche, Martín confrontó a Isabel en el comedor. Marina, que estaba ayudando a su padre a limpiar, no pudo evitar escuchar."Isabel, tenemos que hablar sobre cómo has estado tratando a Marina," dijo Martín con firmeza."¿De qué estás hablando?" respondió Isabel, fingiendo inocencia."Sabes muy bien de qué hablo," replicó Martín, su tono se endurecía. "No tienes derecho a tratar a Marina de esa manera. Ella está aquí para trabajar, no para ser objeto de tus inseguridades."Isabel frunció el ceño, cruzando los brazos. "¿Inseguridades? No sé de qué estás hablando, Martín. Solo estoy asegurándome de que la gente aquí sepa cuál es su lugar."Martín suspiró, pasándose una mano por el cabello en un gesto de frustración. "Marina no ha hecho nada malo. Ella solo está haciendo su trabajo. No tienes ningún derecho a tratarla mal."Isabel levantó la barbilla, su postura desafiante. "Quizás si pasara menos tiempo soñando despierta y más tiempo concentrándose en su trabajo, no habría problema."Martín miró a Isabel con decepción. "Esto no tiene nada que ver con su trabajo, Isabel. Tiene que ver con cómo la tratas. Te pido que la respetes."Isabel bufó, su actitud despectiva más evidente que nunca. "Está bien, Martín. Si eso es lo que quieres. Pero no me hagas responsable si se toma demasiadas libertades."A la mañana siguiente, Marina se encontraba de nuevo en el jardín, tratando de concentrarse en sus tareas. La confrontación de la noche anterior había llegado a sus oídos, y aunque le agradecía a Martín su intervención, no podía evitar sentirse incómoda por toda la situación.Mientras estaba podando un seto, Isabel se acercó con pasos decididos, una expresión de falsa amabilidad en su rostro."Buenos días, Marina," dijo Isabel, su voz cargada de dulzura fingida."Buenos días, señorita Isabel," respondió Marina, sin levantar la vista de su trabajo."Solo quería disculparme si he sido demasiado dura contigo," continuó Isabel, sus palabras tan afiladas como el cuchillo que Marina usaba para podar. "Sé que estás haciendo lo mejor que puedes."Marina asintió, sin confiar en las intenciones de Isabel. "Gracias, señorita Isabel. Aprecio su comprensión."Isabel inclinó la cabeza, su sonrisa sin alcanzar sus ojos. "Solo recuerda, Marina, que algunas personas deben aprender a no soñar más allá de su alcance."Marina sintió un nudo en el estómago pero se mantuvo tranquila. "Lo recordaré, señorita Isabel."Isabel se alejó, satisfecha con su pequeño ataque, mientras Marina luchaba por no dejar que las lágrimas escaparan.Esa tarde, mientras Marina estaba en el invernadero, Martín apareció, su presencia siempre un bálsamo para los nervios alterados de Marina."Marina, ¿cómo estás?" preguntó, su voz suave."Estoy bien, Martín," dijo ella, aunque ambos sabían que no era del todo cierto.Martín la miró con preocupación. "Escuché lo que Isabel te dijo esta mañana. Lo siento mucho. No debería hablarte así."Marina se encogió de hombros, tratando de mostrar fuerza. "Estoy acostumbrada, Martín. Solo quiero hacer mi trabajo y evitar problemas.""Pero no deberías tener que soportar esto," insistió Martín. "Isabel necesita entender que no puede tratarte de esa manera."Marina asintió, aunque en su interior sabía que la situación no cambiaría fácilmente. "Gracias por defenderme, Martín. Significa mucho para mí."Los días continuaron, y aunque Isabel seguía siendo una presencia incómoda, Marina encontró consuelo en su trabajo y en las breves interacciones con Martín. Sin embargo, la tensión no desaparecía, y cada encuentro con Isabel era una batalla silenciosa.Un día, mientras Marina estaba en el jardín trasero, Martín apareció de nuevo, pero esta vez con una propuesta que sorprendió a Marina."Marina, he estado pensando," comenzó Martín, su tono serio. "Quiero que te encargues de un nuevo proyecto. Quiero crear un jardín especial aquí, algo diferente. ¿Te gustaría liderarlo?"Marina lo miró, sus ojos brillando de emoción. "¿De verdad? Sería un honor, Martín."Martín sonrió, complacido con su entusiasmo. "Sabía que dirías eso. Tienes un talento especial para esto, y creo que juntos podemos crear algo increíble."Mientras comenzaban a planificar el nuevo jardín, Marina no podía evitar sentirse más cerca de Martín, no solo por su interés compartido en las plantas, sino también por la forma en que él la valoraba y respetaba.Sin embargo, la felicidad de Marina no pasó desapercibida para Isabel, quien observaba desde las ventanas de la mansión. La creciente cercanía entre Martín y Marina solo alimentaba sus celos e inseguridades.Una tarde, mientras Marina y Martín estaban discutiendo sobre qué tipo de flores usar en el nuevo jardín, Isabel se acercó, su presencia tan helada como una ráfaga de viento invernal."Martín, ¿puedo hablar contigo un momento?" dijo Isabel, su tono indicando que no aceptaría un no por respuesta."Claro, Isabel," respondió Martín, aunque no pudo evitar fruncir el ceño. "Marina, ¿te importa esperarme un momento?""Por supuesto, Martín," dijo Marina, aunque una sensación de inquietud crecía en su pecho.Isabel llevó a Martín a un rincón del jardín, fuera del alcance del oído de Marina, pero no de su vista. La conversación parecía intensa, con Isabel gesticulando y Martín respondiendo con calma pero firmeza.Después de unos minutos, Martín regresó a donde estaba Marina, su expresión sombría. "Lo siento, Marina, pero parece que hay algo urgente que debo atender. ¿Podríamos continuar con esto mañana?""Claro, Martín," dijo Marina, tratando de ocultar su decepción.Mientras Martín se alejaba, Isabel se acercó a Marina, su mirada llena de veneno. "Espero que disfrutes de tu pequeño proyecto, Marina. Pero recuerda, nunca serás más que la hija del jardinero."Marina se quedó en silencio, observando cómo Isabel se alejaba con una sonrisa de triunfo en los labios. Pero en su interior, una determinación nueva se encendió. No dejaría que Isabel la menospreciara ni la hiciera sentir inferior. Demostraría su valor no solo a Martín, sino a ella misma.
Buon lavoro e complimenti ancora 👏👏👏👏
Por una parte mejor, se ve que ese Martin es un pelele manipulable de su novia tarada