En un pequeño pueblo donde los sueños y la realidad a menudo se entrelazan, Valeria es una joven de 19 años que vive atrapada entre la inocencia de su corazón y las sombras de lo desconocido. Soñadora y curiosa, su vida da un giro inesperado cuando un misterioso desconocido se obsesiona con ella, llevándola a una encrucijada peligrosa. Atrapada en un matrimonio forzado, Valeria descubre que el amor que anhelaba no era más que una ilusión.
En medio de esta nueva vida, se encuentra con su esposo, un hombre de carácter difícil y secretos ocultos. A medida que Valeria navega por las tormentas de su nueva realidad, comienza a desentrañar capas de su propio ser y, poco a poco, descubre que el amor puede surgir en los lugares más inesperados.
Con giros inesperados y emociones intensas, esta historia es un viaje sobre el descubrimiento personal, la lucha por la libertad y la búsqueda del verdadero amor. ¿Podrá Valeria encontrar su voz en un mundo que intenta silenciarla?
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Capitulo IX Dueño de tu vida y de tu muerte
Punto de vista de Leonardo
Llegue avanzada la noche, entre a mi habitación y vi a Valeria dormida en el sillón, entre al baño y luego me fui a dormir. No tenía ganas de hablar con ella. Lo que me hizo esta mañana no se hace, aunque reconozco que fue mi culpa por intentar algo. No entiendo que le pasa, ni que fuera la primera vez que va a estar con un hombre.
Me quedé dormido molesto conmigo mismo por dejar que esa mujer me afecte tanto, pero las ganas que tengo de hacerla mía son inmensas. Decidí no pensar más en ella y cerré los ojos, solo quería descansar. Al día siguiente me levanté temprano, vi que Valeria aún dormía. «Ahora se da el lujo de dormir como una princesa», pensé.
Salí de la habitación en busca del desayuno y cuando entre al comedor vi solo un solo lugar puesto. Mi madre se había ido el día anterior por eso sabía que ella no desayunaria conmigo. “¿Donde esta el lugar de Valeria?”. Pregunte a la empleada.
“Ella no ha bajado a desayunar, ayer dejo la mesa servida en las tres comidas y no ha salido de la habitación”. Explico la joven llamada Amanda como si estuviera susurrando.
“¿La señora no bajo a comer nada en todo el día de ayer?”. Pregunte preocupado.
“Asi es señor, según Grecia ella le aviso y la señora no quiso venir”.
Esa mujer me iba a volver loco. “Si no quiere bajar a desayunar ese es su problema, sirveme. Por favor”. Ya le daría hambre, no se iba a dejar morir.
Termine mis alimentos y fui a la habitación a buscar mi saco. Al entrar a la habitación vi que Valeria aún seguía dormida, está vez si lo me pareció extraño, así que me acerque a ella y vi que está sudada, quise llamarla y al tocar su brazo me di cuenta de que estaba ardiendo en fiebre. Me asusté mucho cuando ella abrió los ojos y los volvió a cerrar al instante. La tomé entre mis brazos y la lleve hasta la cama, llame al doctor de la familia quien me dijo que había que bajar su fiebre, así que me recomendó la llevara a la regadera.
Le quité la ropa dejándola solo en ropa interior, entre con ella en la regadera y ahí estuvimos hasta que a ella le bajó la fiebre. Una vez la temperatura bajo, Valeria abrió los ojos encontrándose con los míos.
“Al fin reaccionaste”. Le dije acariciando su cabello.
“¿Qué pasó?”. Pregunto desorientada.
“Tenías temperatura alta. Salgamos de aquí, el doctor te está esperando”. Le dije con una sonrisa.
“Deberías sonreír con más frecuencia, ya que te ves muy guapo”. Comento Valeria apoyándose en mi pecho.
“¿Acaso me estás coqueteando?”. Le pregunté mientras la ayudaba a secar su cuerpo.
Valeria no me contestó, ella volvió a perder el conocimiento, así que la lleve a la cama, le pedí al doctor que la revisara. La cara de Gustavo no fue la mejor, él me miraba con preocupación y eso me tenía más tenso.
“¿Qué tiene Gustavo?”. Pregunte preocupado.
“Esta niña tiene un cuadro severo de desnutrición. ¿Acaso no te diste cuenta de su bajo peso?”. Pregunto, el doctor molesto.
“Pensé que así era su cuerpo”. Respondí encogiéndome de hombros.
La verdad que sí estaba un poco delgada, pero no al punto de pensar que tenía un desorden alimenticio.
“La fiebre es debido a una fuerte infección en la garganta, le voy a recetar antibióticos y un especialista en nutrición debe verla, además de un psicólogo, ya que debemos saber el por qué se ha estado matando de hambre”. Explico Gustavo con profesionalismo.
Sabía que su falta de peso era por las condiciones en las que vivía, conociendo a su padre seguramente se gastaba todo el dinero en el juego y sus vicios. Ahora me sentía culpable, ya que yo terminé de agudizar su problema.
Gustavo se retiró dejándome solo con ella, le había puesto una vía en su brazo para poder hidratarla. Le pedí que me enviara una enfermera, pues yo solo no iba a poder con ella.
Valeria durmió por un par de horas, las cuales yo aproveche para salir a arreglar unos asuntos. Deje instrucciones precisas de subir los alimentos de Valeria a nuestra habitación, iba a esperar a que ella despertara y me dijera por qué no quiso bajar a comer cuando yo pedí que la buscarán a la hora de las comidas.
Después de un día bastante largo regrese a mi casa, además me habían comunicado que Valeria había despertado y quería hablar con ella, quería saber más sobre su vida, quería saber si su padre la obligaba a vender su cuerpo a cambio de nada.
“Veo que ya despertaste”. dije mientras caminaba a la cama.
“Mejor me hubiera dejado morir”. Respondió Valeria con mucha dificultad.
“Aun no te puedes morir”. Respondí fríamente.
Valeria, aún débil, miró a Leonardo con una mezcla de confusión y vulnerabilidad. “¿Por qué te importa tanto?”, preguntó apenas en un susurro.
Leonardo se quedó en silencio por un momento, intentando encontrar las palabras adecuadas. “Porque...”, comenzó, “no quiero que te lastimen más. Te veo sufrir y no puedo quedarme de brazos cruzados. Ya que ese privilegio solo lo puedo tener yo”.
Ella giró la cabeza, evitando su mirada. “Ya se que cree que soy de su propiedad, pero está muy equivocado”.
“Para mí sí”, respondió él con firmeza. “Y tienes que empezar a creerlo también”. Respondí con firmeza. “Soy dueño de tu vida y de tu muerte y por ahora no deseo la segunda”.
Deje a Valeria sola y fui a cambiar mi ropa, quería estar cómodo para poder lidiar con esta terca mujer.
Perdón es mi punto de vista.