"Y si alguna vez te lastimé, sabes que también me lastimé a mí mismo. No estoy tratando de ser cualquier tipo de hombre, solo intento ser alguien a quien puedas amar, confiar y comprender."
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Perdido
Los meses pasaron lentamente, cada día una batalla para recuperar lo que había perdido en aquel fatídico accidente. Los médicos decían que había sufrido lesiones graves en la cabeza, que el coma había sido mi única opción de sobrevivir. Pero mientras mi cuerpo sanaba, mi mente seguía atrapada en un laberinto de confusión y dolor.
Eleanor venía a visitarme cada fin de semana, cuidándome con una ternura que me desconcertaba. Pero ya no era mi esposa, sino más bien una extraña que se había infiltrado en mi vida en medio de la oscuridad. Aún así, su presencia era reconfortante, su tacto suave y familiar, aunque sabía que detrás de su máscara de cuidado y preocupación se escondía la misma crueldad que me había destrozado antes.
Poco a poco, fui recuperando fragmentos de mi antigua vida, recuerdos borrosos que se desvanecían entre mis dedos como el humo. Recordaba a nuestra hija, Summer, y el dolor de no poder estar con ella en sus primeros momentos de vida me consumía por dentro. Recordaba también mis sueños y aspiraciones, todo lo que había dejado atrás en aquel accidente que cambió mi vida para siempre.
Después de cinco años en coma, el proceso de recuperación fue largo y doloroso. Fisioterapia, terapia ocupacional, visitas al psicólogo para tratar de lidiar con el trauma que había dejado cicatrices invisibles en mi mente. Cada pequeño avance era una victoria, pero también un recordatorio constante de lo mucho que había perdido y lo lejos que aún estaba de ser quien solía ser.
Pero a pesar de todo, una cosa no cambió: seguía viendo a Eleanor tan hermosa como siempre, con su cabello oscuro y sus ojos que alguna vez habían sido mi refugio en medio de la tormenta. Y aunque sabía que nuestra relación nunca volvería a ser lo que fue, aún encontraba consuelo en su presencia.
Finalmente llegó el día en que estaba listo para dejar el hospital. Era mi último día allí, mi última oportunidad de pasear por los pasillos que habían sido mi hogar durante tanto tiempo. Pero mientras caminaba por los corredores, me sentía como un extraño en un mundo que ya no reconocía.
La vida ahora se veía diferente, distorsionada por el filtro de la melancolía y la desconexión. Miraba a mi alrededor, observando a las personas que iban y venían, preguntándome cómo haría para seguir adelante, cómo reconstruiría lo que había perdido en aquel accidente que me había arrebatado tanto.
Todo era tan confuso, tan abrumador. Las emociones se agolpaban en mi pecho, luchando por salir, pero yo las mantenía a raya, temeroso de dejarme llevar por la corriente tumultuosa que amenazaba con arrastrarme hacia la oscuridad.
Cada paso que daba era un recordatorio de lo lejos que aún estaba de ser quien solía ser, de la vida que había dejado atrás en mi lucha por sobrevivir.
Suspiré mientras me detenía frente a uno de los cristales que adornaban los pasillos del hospital. Mi cabello, notablemente más largo que antes del accidente, caía desordenado sobre mis hombros, dándome un aspecto descuidado pero extrañamente reconfortante. Sin embargo, mi rostro estaba borroso en el reflejo, como si fuera una sombra de mi antiguo yo.
Un vacío se instaló en mi pecho, pesado y opresivo. A veces, simplemente deseaba no estar vivo, anhelando la paz que la muerte podría ofrecerme. ¿Acaso hubiera sido mejor si no hubiera sobrevivido aquel fatídico día en el que todo cambió?
Decidido a alejarme de mis pensamientos oscuros, me giré para continuar mi camino, pero antes de dar un solo paso, alguien chocó contra mi hombro, provocando un quejido silencioso de dolor. Al levantar la vista, vi a un joven frente a mí, con una marca roja y abultada rodeándole el cuello, como si hubiera sido estrangulado con una cuerda.
Quise preguntarle qué le había pasado, qué había llevado a esa horrible marca en su piel, pero antes de que pudiera abrir la boca, el joven salió corriendo, desapareciendo en un parpadeo.
Me quedé allí, perplejo y desconcertado, preguntándome qué demonios acababa de presenciar. ¿Qué había sucedido para que ese joven tuviera una marca tan espantosa en su cuello? Y más importante aún, ¿por qué había huido tan rápido, como si estuviera huyendo de algo o de alguien?
Las preguntas resonaron en mi mente mientras seguía mirando el lugar donde el joven había estado, sintiendo un escalofrío recorrer mi espalda.
w(°o°)w impactada, vida difícil la de Terry :(
pero al final si la encontré, los milagros existen 🙏🏾😭
te trataba como una cucaracha con kk y tú todavía eres dependiente a el
patético