Thailor Brown es un joven omega que trabaja en la empresa del prestigioso CEO, Dimitrei Uvarov. Él es un alfa imponente que llevó a la cima a su empresa desde muy joven, pero su padre, al estar enfermo, exige que este contraiga matrimonio pronto.
Al conocer a Thailor, Dimitrei decide usarlo a él para que finja ser su pareja y si el joven no acepta amenaza con arruinar su carrera dentro de la empresa, así que Thailor no tiene más opción que aceptar el trato.
¿Podrá esta relación ir más allá de un contrato?
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18
A la mañana siguiente, Thailor fue despertado por un golpeteo suave en la puerta. Se removió entre las gruesas sábanas que lo envolvían y sus párpados, pesados aún por el sueño, se abrieron lentamente. Al parpadear varias veces, intentó disipar la niebla de la somnolencia que lo mantenía atrapado.
Con un leve quejido, Thailor se levantó de la cama. El dolor en su pierna aún no había desaparecido, y cada paso que daba le recordaba la intensidad de la pelea con Evan. Cojeando ligeramente, caminó hasta la puerta y, con esfuerzo, la abrió.
Clic.
Frente a él, estaba María, la sirvienta asignada como su asistente personal desde la noche anterior. Su cabello estaba recogido en un moño ordenado, y su uniforme impecable reflejaba la disciplina que caracterizaba al personal de Dimitrei.
—Buenos días, señor Thailor —dijo ella, con una sonrisa amable—. Es hora de su desayuno y su medicina.
María entró con una bandeja que llevaba una comida ligera y varias pastillas. Los aromas del desayuno llenaron la habitación, pero Thailor, aún adormilado y con el cuerpo adolorido, apenas podía pensar en comer.
—Gracias, María. Me daré una ducha primero —respondió con voz ronca, aún cargada de cansancio.
—¿Necesita ayuda, señor? —preguntó ella, preocupada.
—No, gracias. Estoy bien —contestó con una sonrisa forzada. Sabía que su independencia era limitada, pero el orgullo lo mantenía firme.
María asintió y se retiró en silencio, dejando la bandeja sobre una pequeña mesa junto a la ventana. Thailor se dejó caer de nuevo en el borde de la cama y masajeó su pierna, notando que el dolor había empeorado. Un suspiro de frustración escapó de sus labios. El dolor irradiaba por su pantorrilla, extendiéndose hasta el muslo, haciéndole sentir como si su pierna pesara toneladas.
Con un gran esfuerzo, se levantó y caminó lentamente hacia el baño, cada paso una punzada. Al llegar, se miró en el espejo. Lo que vio le hizo fruncir el ceño: su rostro pálido y los moretones de la pelea resaltaban bajo la luz blanca del baño. Sus ojos tenían ojeras marcadas, y una fina línea roja bajaba desde su sien hasta la mejilla, donde Evan lo había golpeado con mayor fuerza.
—Qué desastre... Dimi me vio así ayer...—murmuró, tocándose la herida con delicadeza. El dolor punzante lo hizo apartar la mano rápidamente. Abrió el grifo y se lavó el rostro con agua fría, el alivio inmediato refrescando su piel mientras intentaba calmar su mente.
Pasó casi media hora aseándose, pero cuando regresó a la habitación, vio que la bandeja de desayuno seguía intacta. Se sentó con cautela y observó la comida: tostadas doradas, huevos revueltos y un cuenco de frutas frescas. A pesar de no tener hambre, sabía que debía comer algo para ayudar a su recuperación. Cogió el tenedor con mano temblorosa y comenzó a comer en silencio, tratando de ignorar el malestar que sentía en su cuerpo.
Cuando terminó, un nuevo golpe en la puerta interrumpió sus pensamientos. Esta vez, María no estaba sola. Entró acompañada por un hombre alto, el doctor personal de Dimitrei, que llevaba un maletín en mano y una expresión seria en el rostro.
—¿Cómo se siente hoy, señor Thailor? —preguntó el médico mientras dejaba su maletín en la mesa.
—Mi pierna está peor. Apenas puedo caminar —admitió Thailor, con un tono más débil del que habría querido mostrar.
El doctor se acercó, hizo una señal para que Thailor se recostara, y comenzó a examinar su pierna con detenimiento. El dolor aumentó a medida que el médico presionaba y palpaba la zona, sus dedos moviéndose con precisión.
—Parece que hay inflamación en la pantorrilla, posiblemente una contusión más severa de lo que se pensaba —dijo el doctor mientras seguía evaluando la pierna, su expresión tranquila pero concentrada.
Justo en ese momento, la puerta se abrió de golpe. Dimitrei entró, su mirada intensa enfocada en la escena. Frunció el ceño al ver al médico palpando la pierna de Thailor, y su expresión se oscureció aún más al notar que la manta se había deslizado hasta el muslo de su pareja.
—¿Qué pasa con su pierna? —preguntó Dimitrei, su tono autoritario mientras caminaba hacia la cama.
El doctor levantó la vista y respondió con calma. —Tiene una inflamación en la pantorrilla, pero estoy revisando para asegurarme de que no haya más áreas afectadas.
—Si es la pantorrilla, ¿por qué estás revisando hasta el muslo? —espetó Dimitrei, mientras tomaba la manta y la volvía a colocar con cuidado sobre la pierna de Thailor, cubriéndolo por completo.
—Dimi, el dolor llega hasta el muslo. Está revisando todo para asegurarse de que no hay nada más —dijo Thailor, intentando calmar la tensión que veía en los ojos de Dimitrei.
El médico, acostumbrado a los impulsos protectores de Dimitrei, sonrió con paciencia. —Le recetaré medicamentos adicionales y una crema para reducir la inflamación. Pronto estará mejor.
Dimitrei asintió, sin decir más, pero su postura rígida y la forma en que apretaba la mandíbula demostraban que no estaba completamente satisfecho.
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