Después de una tarde de amor pasión Hannah desaparece de la vida de Sebastián, dejándolo sumido en la más cruel desesperación. Pero él no escatimará en gastos, ni en esfuerzos para traerla de regreso a su vida. ¿La traerá para amarla o para hacerle pagar todo su dolor?
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CAPÍTULO 3
Hannah, después de su divorcio, renunció a su carrera como modelo. Necesitaba alejarse de su ex. Deron ahora le ha dado por conquistarla.
Después de un año, Hannah Fisher se convirtió en la CEO del Grupo Fisher, que conforman más de diez clínicas alrededor del mundo.
Mientras, Hans, se ha posicionado como uno de los doctores más prestigiosos del país.
Hannah es exitosa, pero es infeliz. Se siente incapaz de conquistar a un hombre. Su autoestima es baja y sufre de ansiedad y estrés, esto todo es a espaldas de su hermano. Hannah quiere sentirse amada, Pero tiene miedo de repetir su asquerosa historia. Haber sido engañada con un hombre, destruyo su seguridad y su orgullo.
Muchos pensamientos suicidas se han rondado por su cabeza. En una oportunidad, Hannah se bajó del auto sobre uno de los puentes más altos de la ciudad. Ella caminó por el borde y tuvo la tentación de volar.
Ella deseaba tener alas, deseaba sentirse libre. En ese momento, un hombre la tomó por la mano y la obligó a bajar del borde. Hannah se sorprendió al ver el rostro del hombre.
Ella estaba totalmente segura de que no lo conocía, pero su rostro era demasiado familiar para ella.
El hombre la guio hacia una camioneta y mando a otro hombre a manejar el auto de Hannah.
Esto parecía ser una especie de secuestro, pero tal vez estos hombres querían asesinarla y liberarla de cometer ese horrible pecado. Entonces, ella no puso resistencia alguna.
El recorrido duró como una hora, el silencio reinó en el auto. El hombre iba de copiloto y Hannah iba sola en la parte trasera, pero ella iba tranquila y relajada. Deseaba morir y si estos hombres querían concederle su deseo. Ella estará más que agradecida.
La camioneta entró por un gran portón negro y una hermosa mansión se reveló entre un valle de pinos. La propiedad estaba rodeada de hombres armados. Desde ese punto parecía una fortaleza impenetrable. La camioneta se estacionó en la entrada y el hombre salió de la camioneta para abrir la puerta de Hannah y ayudarla a salir.
Hannah salió y siguió al hombre, a los pocos segundos escuchó el sonido del motor de su auto y giró su cabeza para verlo entrar y ser estacionado al lado de la camioneta.
Ella sonrió y caminó detrás del hombre sin mencionar ni una sola palabra.
El hombre la guio hacia un despacho y la invitó a sentarse.
—¿Desea algo de tomar? Señorita Fisher.
Hannah negó con la cabeza y el hombre se sirvió un trago de whisky, antes de sentarse frente a ella.
El hombre le sonrió y un brillo de emoción se posó en sus ojos.
—Eres muy hermosa. Muy hermosa. —le dijo el hombre y Hannah se acomodó en la silla, sintiéndose incómoda por las palabras del hombre. Aunque ella no sentía morbo en ella. Más bien, sintió un tono de reproche.
—Muchas gracias por el cumplido.
—Ojalá y mi hija logrará verse así de bella. Pero su vida se está extinguiendo. —le confesó el hombre con un rastro de tristeza en sus ojos.
Hannah estaba cada vez más confundida, pero no quería interrumpir al hombre que estaba a punto de llorar.
—Hannah te contaré una historia. Pero no me interrumpas. Después tendrás oportunidad de hacer las preguntas que quieras. ¿Entendido?
Hannah sintió un mal presentimiento, pero ya no había marcha atrás.
—Entendido. —Fue lo único que dijo Hannah antes de mirar atentamente al hombre frente a ella.
—Hannah, mi nombre es Alexei Phillips, soy un médico cardiólogo. En mi juventud me asocié con un gran amigo. Él era oncólogo, estaba casado y tenía un hijo de dos años. Su esposa era hermosa y sexy, muy sexy. Esa mujer comenzó a meterse entre nosotros. Una noche ella discutió con él y llegó hasta mi casa. Tenía el labio roto, estaba llorando, despeinada y mal vestida.
Hannah observaba fijamente al hombre, tratando de entender a dónde llegaría esta historia.
Mientras, el hombre se observaba triste y melancólico. Él se sirvió otro trago y continúo hablando.
—Yo la recibí, la ayudé y cuando estaba limpiando su labio, ella se lanzó sobre mí y me besó. Yo le correspondí porque la amaba, me había enamorado de ella sin poder evitarlo. Esa noche se convirtió en la primera de muchas y yo por ella me convertí en un maldito traidor. Por ella estuve dispuesto a todo. Pero ella no me quería, solo me usaba para darle celos a su esposo, que a la vez era mi mejor amigo.
El hombre golpeó el escritorio y Hannah se sobresaltó. Él se levantó, tomó una gran bocanada de aire y volvió a sentarse para continuar.
—Pasaron los meses y yo me sentía cada vez más enamorado de esa maldita mujer y le pedía que escapara conmigo o que le dijera la verdad a mi amigo. Entonces, un día me invitaron a cenar a su casa y yo me llené de ilusión, pensando que se había decidido a confesarle todo a mi amigo. Pero pasó todo lo contrario, ella le entregó a él una pequeña caja con unos zapatitos de bebé. Si así como lo escuchas, la muy maldita le entregó, mi hijo, a su esposo como última esperanza para salvar su fracasado matrimonio.
Hannah, por su parte, estaba atenta a cada palabra, aunque seguía sin entender su participación en esta historia. Pero sentía mucha pena por ver a este hombre limpiar sus lágrimas. Sin embargo, no sé atrevía a mencionar ni una sola palabra.
—Después de ese momento, yo me llené de odio y rencor hacia los dos. Ese día comencé a odiar a mi amigo por idiota. Ellos tenían meses sin tener relaciones. Él mismo me lo había contado. Pero él, en su maldita cobardía, me condenó a la infelicidad. Entonces, yo me alejé de ella, solo estaba esperando el momento preciso, para llevarme a mi pequeño. Ellos me nombraron su padrino y tuve en la fiesta de la revelación del sexo y ese día me enteré de que una princesa llegaría a gobernar mi vida.