El Prisionero Y La Reencarnada

Al dia siguiente cuando James fue a firmar el contrato de seguridad con el padre de Ginger, él le agradecio por haber salvado a su hija..

[necesito saber si este hombre esta interesado en mi pequeña, si un hombre es capaz de dar la vida por ella tendrá mi bendición]

Asi que, continuo hablando de Ginger con naturalidad, esperando ver alguna reacción de James..

James mantuvo el gesto sereno, pero por dentro algo se tensó de inmediato. No era un hombre fácil de leer, menos aún para alguien que no lo conociera desde antes, pero el padre de Ginger llevaba muchos años negociando con mercaderes, nobles y soldados.. sabía reconocer cuando una palabra tocaba un punto sensible.

—Mi hija es especial —continuó el duque con naturalidad, mientras revisaba el contrato—. Inteligente, trabajadora… y demasiado buena para este mundo, a veces. Ha crecido rápido. Ya no es una niña.

James asintió despacio.

—He podido verlo —respondió con voz grave—. Lady Ginger es… admirable.

No era una respuesta ensayada. Salió honesta, quizá demasiado. El padre alzó la vista del pergamino y lo observó con más atención.

—Me alegra oír eso —dijo—. Muchos la admiran por su fortuna o por su talento. Pocos por lo que es. Usted, James Bristol… ¿tiene familia?

La pregunta era directa. James no se sobresaltó.

—No —respondió—. No ahora.

Hubo algo definitivo en ese “ahora” que no pasó desapercibido.

—Entonces entenderá —prosiguió el padre— que como padre debo pensar en su futuro. No pienso imponerle nada a Ginger, pero si algún día ella se interesara por alguien honorable, alguien capaz de protegerla incluso a costa de sí mismo… yo no me opondría.

James apretó ligeramente los dedos enguantados. La imagen de Ginger vino a su mente sin pedir permiso.. su sonrisa contenida, su mirada siempre honesta, la forma en que había puesto su vida en riesgo por él cuando no era nadie.

—Si algún hombre llegara a estar a su lado —dijo finalmente— tendría que ser digno de ella. No bastaría con quererla.

El duque sonrió, satisfecho.

—Eso mismo pienso yo.

Firmaron el contrato poco después. Al levantarse, el padre de Ginger estrechó la mano de James con firmeza, evaluándolo una última vez.

—Espero que pueda quedarse una temporada en Mercia —añadió—. Mi hija suele supervisar varios proyectos. No sería raro que se cruzaran.

James inclinó la cabeza.

—Haré bien mi trabajo —respondió—. será un honor..

Cuando James salió de la mansión, el aire le pareció más pesado de lo normal. Caminó unos pasos, se detuvo y cerró los ojos un instante. No había planeado esto.

Ginger no le era indiferente. Nunca lo había sido.

Y el padre de Ginger lo había visto con demasiada claridad.

Al día siguiente, James comenzó a organizar formalmente la seguridad del ducado Evenhart. Llegó temprano, con informes claros, rutas definidas y una disciplina que demostraba años de experiencia real. El personal lo observaba con respeto inmediato.. no hablaba de más, no imponía su presencia, pero cada orden tenía un peso natural que hacía que los hombres lo obedecieran sin cuestionar.

Fue presentado a los hermanos de Ginger uno por uno. Ellos fueron correctos, educados, incluso cordiales… pero no cálidos. A diferencia del duque Evenhart, que ya había tomado una decisión interna, los hermanos miraban a James con una atención más calculadora, evaluándolo no solo como jefe de seguridad, sino como hombre.

Ginger llegó más tarde, revisando unos documentos. Cuando levantó la vista y lo vio, su paso se detuvo apenas un segundo de más. James inclinó la cabeza a modo de saludo, serio como siempre, hasta que.. sin proponérselo.. hizo un comentario breve sobre que no debia permitir que nadie pudiera entrar por las ventanas a robar besos..

Ginger se sonrojó.

Fue un cambio leve, apenas perceptible.. el color subiendo a sus mejillas, la forma en que bajó la mirada antes de responder, el pequeño carraspeo que precedió a su voz firme. Sus hermanos no escucharon las palabras exactas, pero sí vieron la reacción. Y eso bastó.

Uno de ellos entrecerró los ojos. Otro cruzó los brazos. No dijeron nada, pero la distancia se volvió evidente. Ya no observaban a James solo como un empleado competente, sino como alguien que había logrado tocar un espacio que hasta entonces nadie había alcanzado con Ginger.

Los días fueron pasando, y para los hermanos Evenhart la forma en que James protegía a Ginger siempre atento, siempre un paso por delante comenzó a llamarles la atención de una manera distinta.

Al principio lo observaron con recelo. No porque fuera incompetente, sino precisamente por lo contrario. James no exageraba su presencia ni buscaba lucirse.. simplemente estaba ahí cuando hacía falta. Si Ginger salía al jardín, él ya había revisado el perímetro. Si un invitado desconocido se acercaba demasiado, James se interponía con naturalidad, como si fuera un gesto aprendido desde siempre. No la vigilaba como una posesión, sino como alguien cuya seguridad importaba más que la suya propia.

Uno de los hermanos lo notó una tarde, cuando un caballo se desbocó cerca de los establos. Ginger apenas tuvo tiempo de reaccionar antes de sentir cómo James la rodeaba con el brazo y la apartaba del peligro, colocándose entre ella y el animal sin dudarlo. No hubo dramatismo, ni palabras heroicas. Solo ese movimiento instintivo que no se ensaya.

—Lo hizo sin pensar —murmuró uno de los hermanos más tarde, observándolo desde la terraza—. Eso no se finge.

Otro comenzó a notar detalles más pequeños.. cómo James bajaba el tono de voz cuando hablaba con Ginger, cómo le explicaba rutas y horarios sin imponerlos, cómo siempre esperaba a que ella decidiera antes de actuar. Incluso cuando discutían temas prácticos de seguridad, él le pedía su opinión, como si su criterio fuera tan importante como el suyo.

Ginger, por su parte, seguía intentando convencerse de que no debía ilusionarse. Pero cada gesto de James hacía más difícil esa distancia que se había prometido mantener. Cuando él se inclinaba para susurrarle algo al pasar, su corazón se aceleraba. Cuando sus miradas se encontraban al otro lado del salón, sentía esa conexión silenciosa que no necesitaba palabras.

Y Alban… Alban estaba luchando con algo que no había sentido en años.. el miedo a perder. No a una batalla, no a una vida, sino a la posibilidad de que Ginger creyera que su cuidado era solo parte de un contrato, solo el deber de un guardián más. Cada vez que la veía sonrojarse, sonreír con nerviosismo o buscarlo con la mirada, reafirmaba su decisión.. no apresurarla, no presionarla, demostrarle con hechos.. como ella le había pedido una vez.. que lo que sentía iba mucho más allá del agradecimiento.

Poco a poco, sin darse cuenta, los hermanos Evenhart dejaron de verlo solo como un hombre contratado. Empezaron a verlo como alguien que, si fuera necesario, derramaría sangre por su hermana sin pedir nada a cambio.

Y eso, para ellos, lo cambiaba todo.