Solo Elena Mirel puede ser la asistente de Maximiliano Kade Deveron. Uno de los hombres más poderosos a nivel internacional.
Visionario, frío. Muchos le temen. Otros lo idolatran. Pero solo ella puede entender su ritmo de trabajo.
Pero la traición del novio de Elena hace que Maximiliano descubra que Elena le interesa más de lo que él se pueda imaginar.
Acompáñame a descubrir que pasará con este par.
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Molesta
-- Maximiliano. -- intentó Caroline con voz melosa, tocándole ahora el hombro. -- ¿Por qué no volvemos a reunirnos mañana? quizás en un ambiente más... íntimo. Solo tú y yo. Podemos revisar las proyecciones. -- Sonrió con descaro. -- O ignorarlas por completo. --
Elena no se dio cuenta de que se levantaba hasta que ya estaba de pie.
Todas las miradas se giraron hacia ella.
Incluida la de Maximiliano.
Y ese fue su error final.
-- Creo que ya es suficiente. -- Dijo Elena con una calma que no coincidía con él fuego de su mirada. -- Estamos aquí para trabajar, no para... -- Se detuvo apretando los dientes. -- Esto. --
Caroline levantó una ceja.
-- ¿"Esto"? ¿A qué te refieres?
-- A que no es profesional comportarse como si estuviera en una cita. -- Disparó Elena sin pensarlo. -- Y menos con el jefe. --
Hubo un silencio afilado.
Caroline sonrió, venenosa.
_ ¿Estás celosa? --
-- Por supuesto que no. -- Respondió Elena de inmediato, pero su tono la traicionó. -- Solo estoy recordándote que estamos en un entorno de negocios.
Caroline entre cerro los ojos con triunfo.
-- Me parece que está sobrepasando tus funciones, querida. --
-- Y tú sobrepasando tus límites. -- contraatacó Elena.
Maximiliano se levantó en ese momento.
-- Elena. -- Su voz sonó baja, pero de advertencia.
Elena no lo dejó terminar.
-- No tengo nada más que decir. Voy a tomar aire. --
Elena salió de la sala. El silencio que dejó tras ella era más ruidoso que cualquier grito.
Elena caminó por el pasillo del restaurante con pasos rápidos, casi temblorosos.
Necesitaba aire.
Necesitaba espacio.
Necesitaba no pensar en lo que acababa de hacer.
-- ¡Dios! ¿Qué hice? ¡Perdí el control delante de socios europeos! --
Pero la imagen de Caroline sobre Maximiliano... su mano en su muslo... su risa. Todo eso volvía una y otra vez.
Salió al patio exterior del restaurante, un pequeño jardín iluminado por luces cálidas.
Respiro profundo.
No debí reaccionar así. No debí sentir estos celos. No debí. --
-- Elena. --
La voz de Maximiliano la sobresaltó.
Se giró.
Él estaba ahí.
Apenas un par de metros detrás de ella.
Con expresión que ella no había visto jamás.
No estaba molesto.
No estaba decepcionado.
Estaba... preocupado.
Implicado.
Afectado.
-- No tienes por qué venir. -- Dijo Elena, recogiendo sus los brazos en un intento de protegerse. -- Estoy bien. --
-- No. -- dijo Maximiliano acercándose sin dudar. -- No lo estás. --
Elena retrocedió. Un paso.
-- Maximiliano, no necesito qué. --
-- Te vi. -- La interrumpió suavemente. -- Vi tu expresión toda la noche. --
-- No tiene nada que ver contigo. -- Se apresuró a decir.
-- Tiene todo que ver conmigo. -- Replicó Maximiliano sin alzar la voz. -- Porque tú... nunca pierdes el control. Nunca. --
Elena entrecerró los ojos.
Sentía la garganta apretada.
-- Fue vergonzoso. -- Susurró.
-- Fue honesto. -- corrigió Maximiliano.
Elena negó, con una mezcla de furia y vergüenza.
-- Me mostré... vulnerable delante de todos. --
-- Te mostraste vulnerable a mí. -- Dijo Maximiliano acercándose a un paso más. -- Y eso, Elena... -- Se inclinó apenas hacia ella.
-- No tiene nada de vergonzoso. --
Elena. Lo miró. El deseo, la frustración, los celos, la tención acumulada... todo chocó dentro de ella como una tormenta.
-- No tenía derecho a sentir lo que sentí. -- Murmuró.
-- No. -- dijo Maximiliano con suavidad peligrosa. -- Tenías todo el derecho. --
Elena tragó saliva.
Maximiliano dio otro paso.
Quedó frente a ella.
A centímetros.
Su voz bajó a un susurro.
-- Te molestó porque te importo. --
-- No. -- susurro Elena.
-- Sí. --
Elena apretó los puños.
-- No puedes afirmar... Eso. --
-- ¿No? --
inclinó la cabeza, estudiándola.
-- Tuviste celos Elena. --
Elena levantó la barbilla, intentando recuperar el control.
-- ¿Y sí, sí? --
Maximiliano inhalo hondo, como si esa confesión invisible le incendiara la sangre.
-- Si, sí... -- Murmuró, acercando el rostro un poco más. -- Entonces ya no tengo por qué seguir conteniéndome.
El corazón de Elena latía con violencia.
-- Maximiliano. --
-- Dímelo tú. -- Susurró él. -- dime que no sentiste celos, dímelo ahora.
Elena intentó hablar. Pero no salió ninguna palabra.
Maximiliano la miró con un hambre suave, peligrosa, inevitable.
-- Eso pensé. --
La cercanía insoportable.
El silencio, aún peor.
El deseo, abrasador.
Elena sintió que el mundo se reducía a él.
A su mirada.
Respiración.
A lo que había surgido entre ambos. Desde hacía semanas.
Maximiliano levantó una mano muy despacio.
No la tocó.
Solo le acercó al rostro de ella, rozando el aire entre ellos.
-- Nunca vuelvas a pensar que sentir algo por mí es una vergüenza. --Susurró.
-- No debería sentir nada. -- Elena, con voz quebrada.
-- Pero lo sientes. --
Elena cerró los ojos.
Estaba perdida.
Total y completamente perdida.
-- Maximiliano. -- susurró en un Temblor. -- No sé qué hacer con esto. --
-- Déjame ayudarte. -- Respondió Maximiliano, tan suave, tan sincero que dolía. -- solo esta vez, Elena. solo... déjame estar aquí.
Elena. Lo miró.
Y los celos, y la rabia, la vergüenza... todo se mezcló en un deseo tan profundo que la dejó sin defensa.
Un paso más.
Uno solo.
Y habría caído en él.
Pero Elena apartó la mirada.
-- Vámonos. -- Dijo con voz temblorosa. -- Mañana tenemos la firma del acuerdo.
Maximiliano exhaló, largo, controlado.
-- De acuerdo. --
Dio paso atrás.
La miró como si su corazón estuviera en llamas.
-- Pero esto... susurró. -- No ha terminado.
Elena sabía que tenía razón.
Esa noche, al regresar al hotel, tampoco durmió.
Porque por primera vez en su vida. Había perdido el control.
Y había sido por Maximiliano.
Cuando entró a su habitación, dejó su bolso sobre la cama, se quitó los tacones, camino descalza hacia la ventana y abrió las cortinas. La ciudad nocturna brillaba como un océano de luces blancas y doradas. El aire fresco del exterior chocó contra su piel.
Toma un vaso de agua.
Intento despejar su mente.
Habían sido días extenuantes: reuniones, presentaciones, negociaciones, viajes en avión cada cuarenta y ocho horas, una presión constante. Y en cima... Maximiliano. Su cercanía. Su mirada. Su voz en el avión. Sumando rozando la suya en el auto camino al hotel. El silencio denso entre los dos cuando se encontraban solos. El peso de lo que había ocurrido en su departamento semanas atrás.
Cómo lidiar con eso.
Cómo fingir que no existió.
Cómo fingir que no había cambiado todo.
Se llevó una mano al rostro.
Tenía que descansar.
Tenía que recuperar el control.
no está enamorada ni tampoco necesita esa acuerdo matrimonial 🤔🤨