Lucia tiene que vivir bajo el odio de su propia familia sin saber el porqué, toda su vida ha sido así. En la escuela conoce a Liam, un chico que parece interesarse en ella, pero para su sorpresa, Fernanda, la hermana de Lucia, está enamora de Liam, lo que causara mayores problemas para Lucia…
NovelToon tiene autorización de Romina Lourdes Escobar Villamar para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
Sombras que regresan...
Narra Jeremy, entre lágrimas y certezas
—No sé por qué lloro… —murmuré, intentando controlar el temblor en mi voz—. ¿La siguieron buscando? ¿No la encontraron…?
Papá bajó la mirada.
—Sí, Jeremy. Contratamos detectives privados… pero nada. Como si se la hubiera tragado la tierra.
Mamá, Estefanía, tomó aire. Su voz temblaba, pero intentaba mantenerse firme.
—Durante un año no recibimos noticias. Nada. Silencio absoluto. Nos decían que simplemente… desapareció. Que no había ni una sola pista. —Sus ojos se humedecieron—. Y luego...
—Un día —interrumpió papá, la voz rota—, recibimos una carta. Decía que todo era por venganza. Adjuntaron una foto de una bebé… con sangre, pálida… Esa bebé era tu hermana, Jeremy. Pero jamás recibimos su cuerpo.
Mamá se abrazó a sí misma. Una sombra atravesó su rostro.
—Aunque yo haya visto esas fotos… —susurró—, en mi corazón de madre… sé que está viva. Pero me resigné a perderla. Y no quiero… que se mencione más a mi pequeña. —Se levantó y salió de la sala, arrastrando su dolor.
Papá se quedó en silencio unos segundos. Luego me miró con ojos llorosos.
—Ya escuchaste a tu madre… Tu Dulcinea está muerta. Pero… ella todavía llora por dentro. Aunque quiera disimularlo, la escucho cada noche. Lo que daría por tenerla viva… por tener otra oportunidad con mi pequeña.
—Lo entiendo, padre… Y gracias por todo. Pero yo… —me sequé las lágrimas—. Yo siento que está viva. Y la voy a encontrar. Voy a investigar qué pasó hace 19 años.
—Te sugiero que vayas con cuidado —me advirtió—. Si decides seguir con esto, házmelo saber. No alteres a tu madre… Ella era la niña que tanto deseábamos, la luz de nuestros ojos. Por cierto, mañana saldré de viaje. Tal vez lleve a tu madre… para que cambie de ambiente.
—Gracias, papá. Ten buen viaje… Cuida a mamá. Descansa.
Cuando papá se fue a su habitación, tomé el celular. Les escribí a los chicos para decirles que todo estaba bien y que mañana les contaría todo. Subí a mi cuarto, me lancé a la cama y cerré los ojos. El día había sido demasiado pesado. Mañana sería otro infierno.
---
Narra Jeremy, al amanecer
No sé en qué momento me quedé dormido. Abrí los ojos y miré el celular. ¡7:30 a.m.!
—¡Aaah nooo! —grité—. ¡Voy a llegar tarde!
Me duché a la velocidad de la luz, me vestí con lo primero que encontré y salí corriendo. En el pasillo me topé con Nana.
—Buenos días, mi niño. Tus papás ya se fueron. ¿Vas a desayunar?
—Buenos días, Nana. Hoy no, ¡se me hace tarde!
—Tu mamá dijo que no te metas en problemas —advirtió con una ceja levantada.
—Gracias, Nana. Descuida… Hasta luego.
—¡Y maneja con cuidado! —gritó desde atrás.
Miro la hora. ¡7:55!
—¡Wow! ¡Hice récord! —solté riendo—. Si Liam lo supiera, se burlaría de mí como siempre... Todavía no entiendo por qué me dice “pequeño mocoso” si yo soy el mayor. 🤔😒
Llego a la universidad. En el parqueadero están los chicos. Les hago señas, vienen hacia mí.
—¿Qué más, chicos? ¿Listos para el aburrimiento?
—Hola, mocoso. ¿Qué más? —dijo Liam con esa sonrisa burlona.
—Hola —saludó Max, tranquilo.
—Ey, brother —agregó Alan, chocando los puños conmigo.
—Chicos, necesito un favor. Y es grande.
—¿De qué se trata? —preguntó Liam, más serio de lo habitual.
—Mis padres me contaron todo. Sobre mi hermana. Resulta que yo le decía “mi Dulcinea” y su nombre era Lucy. Cuando desapareció, un año después recibieron una carta con fotos… Ella aparecía muerta. Según eso, fue por venganza. ¿De quién? No lo saben. Yo perdí la memoria el día siguiente a su secuestro. Mi madre dice que aún siente que está viva. Tengo permiso de mi padre para investigar… pero necesito su ayuda.
—¿Y por dónde comenzamos? —preguntó Alan—. ¿Tienes pistas? ¿Grabaciones? ¿Algo?
—Sí, necesitamos algo para empezar —añadió Max.
—Lo único que se sabe es que... desaparecieron los videos de seguridad. Como si alguien los hubiese borrado. No encontraron nada. Como si se la hubiera tragado la tierra. Pero… siempre hay un error. Siempre. Y yo voy a encontrarlo. Sé que está viva.
Liam alzó una ceja, señalando hacia la entrada.
—Luego hablamos de eso… Mira quién llegó.
—Tenemos chica nueva —dijo Max.
Alan señaló hacia una moto que se estacionaba.
—Oye, Jere... ¿Esa no es de las motos que vende tu papá?
—Sí… esas son. Y viene acompañada.
—¿Quién será…? —murmuró Liam, antes de soltar con sorpresa—. ¡Lucía!
—Hola, Luci. ¿Cómo estás? —pregunté alzando la mano.
Pero ella simplemente pasó de largo. Ni me miró.
—Se tomó en serio lo de ayer… —comentó Alan.
—Deberías hablar con ella después —sugirió Max—. Seguro no te habló porque alguien estaba mirando.
—Sí, Jere —agregó Liam—. Mira, ahí está Fernanda. Seguro lo hizo para evitar problemas.
—Sí, seguro... —murmuré entre dientes—. No dejaré que esa estúpida se salga con la suya.
—Y otra cosa, chicos… Ninguna palabra a nadie sobre que ellos son hermanos. Ella no quiere que nadie lo sepa. Y así está bien.
—Sí, seguro… Igual no me importa —dijo Liam.
—Mi boca es una tumba —aseguró Max.
—Ok… ajá, Liam. Lo que tú digas —lo pinchó Alan—. Si no te importa, ¿por qué la besaste ayer?
—¡Fue un impulso! No es mi tipo. Ya cierra la boca, vamos al curso.
—¡Bobos! —resoplé—. ¡Eh! ¿Y por qué me pegas?
—Porque mejor vas al curso, Jere. No me hagas enojar —dijo Liam, en tono grave.
—¡Yo soy el mayor, yo mando!
—¿Ah sí? Quiero verlo —dijo serio. Me dio escalofríos.
—Ya me voy, parce… creo que me llaman. —¡Así sí da miedito!, pensé. Aunque sea el menor, parece el mayor...
Entré al salón. Ella estaba sentada, con los audífonos puestos. La observé desde lejos… tan hermosa, tan distante. El profesor caminaba hacia su asiento. Sin decir palabra, le quitó los audífonos.
—¡Hey! ¿Qué te pasa? —protestó Lucía.
—Shhh —le advertí en voz baja—. Viene el profesor.