La esposa humana del vampiro
¿Qué harías si, después de una vida plena, reencarnas como la esposa de un vampiro? Y no cualquier vampiro, sino uno poderoso, con dos hijos y una mansión que mantener, ¡justo como en la última novela que leíste! Nuestra protagonista, una anciana del mundo moderno, se encuentra en este hilarante y peculiar aprieto.
Ahora, con su espíritu vivaz de octogenaria atrapado en el cuerpo de una joven esposa, deberá navegar las excentricidades de su nuevo hogar inmortal. Entre hijos colmilludos, sirvientes peculiares y un esposo misterioso, descubrirá que la vida eterna puede ser sorprendentemente divertida y, quizás, incluso le ofrezca una segunda oportunidad para el amor y la aventura. Prepárate para un romance fresco, lleno de risas y con la dosis justa de acción en un mundo donde lo sobrenatural se encuentra con lo inesperado.
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Capitulo:13
LAURA:
Despierto sola en la cama y arrugo el ceño al no ver donde se fue el guapo vampiro.
—Papá se marchó junto a Albert y me dejó a tu cargo, desde temprano tenemos que comenzar nuestra preparación para la fiesta de esta noche.
Dice entusiasmada y yo vuelvo a acostarme cerrando los ojos.
—Mi señora, aquí le traigo el desayuno para comenzar el día.
Escucho la voz de Lidia y abro los ojos encontrándome con una bandeja con diferentes aperitivos y frutas.
—Está bien.
Murmuro y Lidia deja la bandeja en la cama para luego dirigirse al baño, supongo que es para prepararlo.
Tomo una de las extrañas frutas que saben muy deliciosas y miro a Mía que solo me observa fijamente sin decir nada.
—¿Tú desayunaste?
Ella asiente una vez y desvía la mirada hacia el gran ventanal.
—¿Quieres comer conmigo?
Sus ojos se abren y me mira con duda.
—¿Puedo hacerlo? Mi Nana dice que con una taza de leche y dos galletas es suficiente para una niña de mi edad.
Dice con pena bajando su pequeño rostro y yo sin pensarlo me levanto de la cama y alzo su pequeña carita.
—Cuando desayunas ¿Te quedas con hambre?
Ella permanece en silencio y sus pequeños ojitos se llenan de lágrimas que evitan derramar.
—La gran mayoría de veces.
Murmuro en un hilo de voz y siento como mi corazón se encoge.
Con facilidad la levanto en mis brazos y la siento en mi cama para luego tomar asiento junto a ella.
—Desayunemos juntas entonces.
Ella me mira con sorpresa en sus ojitos y yo sonrío.
—Tenemos que comer bien, un largo día nos espera.
Ella asiente y juntas comemos el rico desayuno hasta que quedamos satisfechas.
Luego de reposar unos minutos nos dirigimos al baño y observo que han puesto una tina más pequeña que supongo es para Mía.
Lidia sale y en pocos minutos regresa con un batallón de chicas listas para comenzar a preparar nuestros cuerpos.
Lo primero que hacen es meternos a la tina y lavar nuestro cuerpo con varias fragancias diligentemente.
Después salimos de la tina y las mujeres se encargan de darnos un rico masaje que relaja mi cuerpo hasta quedarme completamente dormida.
Lidia me despierta y con la mirada busco a Mía que muy cómoda lee un libro mientras las mujeres le arreglan las uñas.
Y así pasamos el resto del día, entre baños de aromas arreglos en todo el cuerpo, aperitivos para nada pesados hasta que llega la noche.
—El duque ha dejado el vestido de ambas.
Dice Lidia mostrándonos dos cajas y alzo las cejas.
—Vaya, tengo un esposo muy atento.
Las mujeres asienten con risitas discretas y Mía solo me mira alzando sus pequeñas cejas.
—¿Qué?
Le pregunto y ella solo niega.
Cuándo estamos listas me miro al espejo y observo que el vestido me queda a la perfección, es de color rojo con bordados dorados, mi cabello está en un extraño, pero hermoso recogido, que hace lucir el lujoso collar de perla que llevo puesto.
El maquillaje es sutil, pero realza mi belleza viéndome perfecta.
—Sí que estoy hermosa.
Susurro para mí con una sonrisa de suficiencia.
Las chicas que me ayudaron me halagan y yo les agradezco con una sonrisa.
Observo a la pequeña que se mira en el espejo con una sonrisa feliz.
Mi vestido es del mismo color que el de ella, y casi iguales, solo que el de Mía está más rescatado por qué es de una niña.
—Estás preciosa.
Le digo y ella me mira con una sonrisa.
—Lo sé, pero gracias.
Solo suspiro y en ese instante llega Lidia.
—El señor y el joven amo, las están esperando.
Asiento y las mujeres hacen una reverencia para luego retirarse, Lidia se queda junto a nosotros y yo la miro fijamente.
—Gracias por todo Lidia, puedes tomarte el resto de la noche para que descanses, supongo que debes de estar agotada.
Lidia sonríe con algo de sorpresa en sus ojos.
—Es mi trabajo acompañarla señora.
—No te preocupes, yo estaré bien.
Ella hace una reverencia para retirarse y yo miro a Mía.
—Es hora de irnos.
—Sí.
Es lo único que dice siguiéndome a la habitación.
Al llegar a la pequeña sala ambos hombres se colocan en pies y no me pasa desapercibido la mirada de mi esposo y le guiño un ojo.
Miro que lleva un traje completamente negro junto a un corbatín rojo y Albert lleva un traje idéntico.
—No sabía que iríamos combinados ¿Es por algo en especial?
Pregunto acercándome a Víctor para arreglarle el corbatín y este se tensa.
—Nada en especial, solo debemos mostrar que somos una familia unida.
Le sonrío terminando y este me brinda su brazo.
Lo tomo con mucho gusto y miro como Albert le ofrece su brazo a su hermana.
Los niños caminan delante de nosotros para no perderlos de vista mientras nosotros vamos en silencio detrás hasta que lo rompo.
—Estás muy guapo ¿Todos los vampiros son así de lindos?
—Gracias... Tú también estás hermosa.
Dice mirándome de reojo sin responder lo último.
—¿No me respondes a propósito?
—Sí, una mujer casada no debe hacer ese tipo de preguntas.
Habla en susurros y yo arrugo el ceño.
—¿Qué tiene de malo hacer esa pregunta? Además, solo estamos casados ante la sociedad, en realidad no somos nada.
Siento su cuerpo tensarse y permanece en silencio por unos segundos.
—No te alejes de mí y no confíes en nadie ¿De acuerdo?
—Está bien.
Murmuro mientras llegamos a un pequeño saloncito con varias parejas y uno que otro hombre solo.
Sin mirar a nadie nos acercamos al vocero que hace una reverencia al vernos.
—Duque, me alegra volver a verlo.
—El sentimiento es mutuo.
Dice Victor correspondiendo a su reverencia y luego el hombre se para derecho y dice.
—¡El duque y la duquesa Cortés, junto a sus hijos los herederos Cortés!
Ambos niños toman una pose de reyes y comienzan a bajar las escaleras con elegancia mientras Victor y yo hacemos lo mismo detrás de ellos.
Todos los ojos se dirigen a nosotros, claro, ¿Cómo no van a mirarme si soy toda una belleza?
Autora sólo recuerda que la culpa y el arrepentimiento nos van a acompañar siempre pero has seguido tú camino y continuas de pie. Eres una sobreviviente enorgullecete de ti.
Un abrazo y bendiciones!