Mi Sugar Baby

Ese día, en cambio, Angélica tuvo su rutina muy normal: la mañana en la universidad, la tarde en el emporio y la noche a descansar para iniciar al día siguiente una nueva rutina. Ella estaba lejos de imaginar que por su culpa una joven mente se debatía entre el deber ser y la razón. O el corazón y el querer tenerla a su lado contra toda lógica.

Al día siguiente, madrugó feliz para ir a su trabajo en la Complutense. Gio le tenía café recién hecho y torticas de harina que hacía con la receta de su abuelita.

—Ay, Gio, gracias por estas torticas. Las amo. —Ángelica las degustaba.

Luego se despide de Gio y se va caminando hasta la universidad. Este jueves es la clase del maestro Piazolla y es de arte futurista. Así que con la misma técnica que cachaba las otras clases, se pudo escuchar la teoría de esta corriente artística.

«El Futurismo es la corriente artística que nació en Milán, Italia, a principios del siglo XX, fundada por Filippo Tommaso Marinetti en 1909».

Angélica soñaba con algún día viajar a Milán. Una ciudad con tanta historia cultural y artística. Visitaría el convento de Santa María delle Grazie para conocer la obra maestra de Leonardo da Vinci, La última cena.

Se preguntó cómo le estará yendo en Milán, a Axel. Lo admiraba por su talento, y también admiraba a Marisolio; a pesar de lo estrafalario, le cayó súper bien, es muy divertido.

Salió de la clase y se dirigió al aula máxima para asearla y allí se encontró con Elcy, una de las aseadoras del fin de semana.

—Hola, Angelica, si quiera que te encontré. Necesito un favor tuyo, si puedes. —Elcy rezaba para que Angelica aceptara.

—Claro, dime de qué se trata y si puedo, con mucho gusto. —Angelica, como siempre, con su amabilidad.

—Es que el domingo cumple años mi bebé, y queremos hacerle una fiestita con la familia. Era para que tú me hagas mi turno del domingo y yo te hago el de mañana. —Elcy le explicó.

Eso le daría a Angelica un respiro, aunque el domingo se le complica un poco, pues sería dormir unas cuantas horas al salir del restaurante, tomar el turno de la universidad y luego unas horas de nuevo en el restaurante. Pero se compadeció de Elcy, pues aunque la conoce poco, le cae bien.

—Listo, dale, no hay problema. —Angelica aceptó el cambio y Elcy la abrazó agradecida.

Cuando Angelica terminó su turno, fueron a hacer autorizar el cambio a las oficinas de su coordinadora, la cual firmó sin ningún problema.

Salió apresurada para ir al emporio. Esa pequeña acción hizo que le cogiera la tarde. Eran las dos en punto cuando llegó a marcar tarjeta; menos mal que su dedito ya es sedoso y el lector rápidamente leyó su huella. Corrió más que Marisolio cuando hay chisme y entró al vestier a cambiarse como la Mujer Maravilla; apenas sacó la cabeza por el delantal, sintió que alguien la miraba fijamente.

—Ay, doña Ramona, ¡me asustó! —Angelica llevó su manito al pecho. —Pensé que un espanto se me había presentado.

—Muy graciosa, Sosa. Le advertí que estaba bajo prueba y que estaría pendiente de un error suyo. Y acaba de llegar cinco minutos tarde. Usted no ha podido entender que en los trabajos hay que ser puntual y mucho más en este emporio. —Angelica miraba a su jefa con asombro. Llegó en punto y le está contando el tiempo que demoró cambiándose el uniforme.

—¿Y entonces qué va a hacer? ¿Me va a volver a echar como la vez pasada? ¿O me va a dar una nueva oportunidad? —Angelica la desafió y Ramona la miró contrariada—. Diga de una vez si me quito el uniforme o agarro mis elementos de aseo y me pongo a trabajar.

Angélica la enfrentó, pues estaba segura que su Baby no la dejaría sin trabajo o otra cosa se pondría a hacer, pero ya estaba cansada de la persecución que le tenía esta señora.

—Hasta que sacó las garras la mustia. ¡Estás despedida! —Ramona le gritó y en ese momento llegaron Olga, con Nancy y Arminda asustadas a ver qué pasaba en el vestier.

—Me voy, tome su carnet. —Angelica se quitó el carnet y se lo fue a pasar a Ramona, pero una mano se interpuso y tomó el carnet.

—Usted no se va, tome su carnet. La que está despedida es usted señora Chávez. Ya le informo a recursos humanos que acabamos de prescindir de sus servicios. Vamos, ojos bonitos, la necesito urgente. —Marisolio llegó en el preciso momento para salvar a sus ojos bonitos y despidió a una aterrada Ramona. —A ver qué espera, ¿acaso no me escucho? ¡Esta DESPEDIDA! Uchi, ya no la quiero ver; su presencia atrofia mis hermosas pupilas.

Fue de la única manera que Ramona reaccionó y salió del lugar. Todas las empleadas que llegaron en ese preciso momento suspiraron pues en el fondo se alegraron de que hayan echado esa fastidiosa de la Ramona.

Solo esperaban que su reemplazo fuera diferente y las tratara con respeto.

—¿Cómo es que te llamas, dama? —Marisolio se dirigió a una de las chicas.

—Me llamo Arminda, señor Marisolio. —La chica dio un paso al frente y se presentó.

—Armi, ahora quedas a cargo de las demás empleadas hasta que se consiga el reemplazo de la bruja. Busca alguien que te apoye en el piso de presidencia pues necesito el resto de la tarde a Angelica. ¿Cuento contigo? —Marisolio le explicó a una animada Arminda.

—Sí, señor, cuenta conmigo. —Esta inmediatamente contestó.

Marisolio arrastró a Angelica. Esta se dejó llevar, pues ya el niño mariposo es su héroe. La defendió de la bruja de la Ramona y además la despidió. No es que se alegre de la desgracia ajena; ya sabemos que Angelica no es así, pero esa bruja se lo merecía por malagente y fastidiosa.

—¿A dónde me llevas, señor Marisolio? —Angelica le pregunta, intrigada.

—No me digas señor, dime solo Marisolio. Y vamos a hacerte un extreme makeup. —Marisolio despejó sus dudas, pero Angélica quedó más perdida que nunca. ¿qué es eso de extreme makeup? Ella no sabe ni pizca de inglés.

Rápidamente llegaron al estacionamiento del emporio y Marisolio hizo subir a Angelica a su Range Rover, que miraba asombrada la camioneta.

—Ay, qué linda tu camioneta, Marisolio. Me encantó. —Marisolio sonrió feliz, por fin alguien admira a su bebé Rosita.

—Gracias, ojitos bonitos, es mi bebé rosa. Tú sí sabes apreciar las cosas bonitas. —Marisolio, ya con eso ama más a Angelica.

Llegaron a un gran centro comercial. Allí ingresó a una lujosa boutique: Marisolio by Darko Luxure.

Marisolio tiene en el emporio Darko Luxure su propia línea de ropa para mujeres ejecutivas y Axel es el diseñador de los vestidos de gala. Y ambos se apoyan cuando se requiere.

Al entrar, cerraron la boutique; el dueño llegó y debía ser atendido como un rey.

—Lisseth, mija, atiéndeme a ojos bonitos como si fuera yo, o sea, como una reina. Y que se mida toda mi colección: “Aroma de mujer”. —Lisseth inmediatamente atendió de manera solicita Angelica y la ayudó a medirse los vestidos.