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LO Difícil De Amar

LO Difícil De Amar

Status: En proceso
Genre:Amor-odio / Diferencia de edad / Mujeriego enamorado
Popularitas:1.5k
Nilai: 5
nombre de autor: F10r

Ella tiene 17, él 25.
Ella quiere vivir, él quiere estabilidad.
Ella apenas empieza, él ya está listo para formar una familia.
No tienen nada en común... excepto lo que sienten cuando se miran.

Lía no está buscando enamorarse. Oliver no puede permitirse hacerlo. Pero el destino no siempre pregunta.
Un roce de manos, una conversación a medianoche y el miedo de amar cuando no se debe…
Una historia dulce, intensa y real sobre el amor que llega en el momento menos adecuado… o tal vez, en el más perfecto.

NovelToon tiene autorización de F10r para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

capitulo 19

Estaba en mi cuarto con la laptop sobre las piernas, unos audífonos que no bloqueaban el escándalo de mis padres hablando de cosas médicas abajo, y un humor de perro gracias a mi periodo.

Mis hormonas decidieron que hoy era un buen día para sentirme vacía, sensible y dramática. Ya había llorado dos veces sin razón: una por un tuit de un perrito rescatado y otra porque el sacapuntas rompió la punta de mi lápiz favorito.

Sí, así de grave estaba.

Suspiré. Apagué la música, cerré la libreta y me dejé caer sobre la cama mirando el techo.

Me sentía sola.

Extrañaba a Oliver.

Y mi cerebro hormonal solo sabía decirme márcale, márcale, márcale.

Y lo hice.

Ni siquiera lo pensé mucho.

Busqué su contacto, apreté el botón y pegué el teléfono a mi oído.

No tardó ni tres tonos en responder.

—Hola, bonita —su voz. Su voz. Automáticamente me puse a sonreír como una tonta.

—Hola... ¿te molesto?

—Jamás.

Cerré los ojos unos segundos.

Me encantaba cómo sonaba cuando decía eso.

—¿Qué haces? —pregunté, queriendo parecer casual mientras me abrazaba a una almohada.

—Revisando unos planos... aunque ahora tengo algo mejor que hacer, ¿tu que haces?—Sabía que estaba sonriendo.

—Estoy haciendo tareas. Historia, biología, matemáticas. Hoy todo se unió para odiarme —hice una pausa—. Y tengo el periodo. Así que me siento... nada bien.

—¿Estás sola?

—No, mis papás están abajo hablando de cosas raras sobre medicina y órganos humanos. Y yo estoy arriba sintiéndome una caricatura triste.

Él rió bajito, esa risa suya que siempre me hace sentir abrazada.

—¿Quieres hablar de algo bonito? ¿Cómo va la escuela? ¿Ya te ganaste a todos otra vez?

—Estoy en proceso —le conté algunas cosas mientras movía los pies al aire—. Ah, y hoy me invitaron al baile.

—¿Baile? ¿Quién? —preguntó con un tono más serio, aunque intentó ocultarlo.

—Alexander, el nuevo. El molesto ese con el que compito en debate. Hizo un show en el patio. Casi muero de la vergüenza.

Hubo silencio.

Tres segundos. Cuatro.

Cinco.

—¿Y le dijiste que sí?

—Obvio que no. Le pregunté que quién le había dicho que yo quería ir a ese baile. Me fui sin más.

Oliver soltó el aire en un suspiro muy bajito, pero lo escuché.

Y entonces lo dijo.

—Voy este fin de semana.

—¿Qué?

—Sí, voy a ir a verte. Así que ve pensando a dónde quieres que te lleve. Un lugar bonito. Comida rica. Lo que quieras.

Me senté de golpe en la cama.

—¿De verdad?

—Sí, de verdad. Te extraño.

Una parte de mí se derretía con solo escucharlo decir eso. Otra parte quería lanzarme de emoción por toda la habitación.

—Yo también te extraño, Oli —dije bajito, con un nudo en la garganta.

—Entonces es oficial. Este fin de semana, tú y yo. Y nada de hormonas tristes, ¿sí?

—Lo intentaré —sonreí mientras me limpiaba una lágrima tonta que se me escapó sin permiso.

Hablamos unos minutos más. Me hizo reír, le conté una que otra tontería del día y, aunque no lo dijimos con palabras claras, ambos sabíamos lo que estaba pasando:

Nos estábamos extrañando con el alma.

[...]

—¡Va a venir! —dije con una sonrisa tan grande que me dolían las mejillas.

Sofía me miró como si acabara de confesar que me iba a casar el sábado.

—¿Quién? ¿Dios?

Rodé los ojos y me dejé caer sobre mi cama con el celular apretado entre las manos como si guardara un secreto valioso.

—Oliver —susurré, como si decirlo muy alto fuera peligroso.

Sofía se dejó caer a mi lado, bostezando.

—Eres una ilusionada, Lia —dijo sin filtro, como siempre—. Literal, con una llamada ya estás soñando despierta. ¿Qué vas a hacer cuando el tipo diga que solo te quiere como amiga?

—No lo ha dicho —protesté bajito, abrazando la almohada—. Y no lo siento así.

—Eso es lo que tú quieres creer.

—¡No puedo evitarlo! —me defendí con una sonrisa tonta—. Cuando hablo con él, cuando me llama "bonita", cuando me dice que me extraña, no puedo evitarlo... se me desborda todo.

—¿Todo? —levantó una ceja.

—Mi ilusión, Sofia. ¡Mi ilusión! —me tapé la cara mientras reíamos como locas.

Ella se calmó primero y me miró.

—Y mientras tanto, tienes a dos hombres acosándote en el colegio como si fueran perros sin correa.

—No exageres —le dije.

—¿No exagero? Alexander está todo el día buscándote pelea solo para tener tu atención. ¿Y Jonas? ¡Jonas es otro caso clínico!

—No estoy interesada en ninguno —dije firme, y luego suspiré—. Bueno... Alexander me hace reír, pero solo porque me saca de quicio. Es como una espinita en el dedo, molesta pero... no mortal.

Sofía me miró con cara de “te estoy analizando”.

—Cuidado, porque esas espinitas son las que terminan enterradas en el corazón.

Negué con fuerza.

—Lo único enterrado en mi corazón es Oliver.

—¿Eso es una confesión oficial?

—Es una afirmación emocionalmente inestable, no oficial —nos reímos otra vez.

[...]

Al día siguiente, todo estaba normal... hasta que no lo estuvo.

Después del receso, nos encontrábamos en el patio cuando, de pronto, Jonas se subió a una de las mesas del área común.

Literalmente.

Se subió.

A una mesa.

Con un papel en la mano.

Y cara de poeta en crisis existencial.

—¿Qué... hace? —le pregunté a Sofía, con una mezcla de terror y vergüenza anticipada.

—No... no puede ser —dijo ella, llevándose la mano a la boca.

Y sí. Lo fue.

—Lía, mi estrella brillante,

tu belleza es tan impactante,

que cada vez que te miro,

mi corazón da un suspiro constante...

¡Y eso no es todo!

El patio enloqueció. Algunos sacaron sus celulares. Otros ya estaban silbando. Y yo… yo solo quería que un agujero gigante se abriera y me tragara.

—Por eso te invito con emoción,

al baile del otoño, con gran pasión.

Di que sí, mi hermosa flor,

y serás la reina de mi amor.—terminó, haciendo una reverencia tan dramática que alguien gritó “¡que le den un Oscar!”

Yo, con la cara completamente roja, me quedé en shock.

—¿Y bien? —preguntó Jonas desde su pedestal.

—¿Qué les pasa a los hombres? —le pregunté a Sofía sin esperar respuesta.

Y sin decir más, me di media vuelta y me fui. Con dignidad. O al menos eso quise creer.

—¡Lía! ¿Es un sí? —gritó Jonas tras de mí.

—¡No! —dije sin mirar atrás.

Alexander, recostado en una columna cercana, se cruzó de brazos y rió.

—A este paso, me vas a aceptar a mí solo por cansancio —dijo con esa sonrisa suya que tanto me molesta.

—No cuentes con eso —le respondí.

Y seguí mi camino, con la cabeza en alto, mientras mi corazón…

bueno, mi corazón seguía soñando con un fin de semana junto a Oliver.

[...]

El reloj de la cocina marcaba las 7:02 de la mañana y yo ya estaba despierta. No porque tuviera que ir a clases, no porque hubiera una alarma sonando, sino porque hoy era el día.

Oliver viene.

Solo pensar en eso me hacía sonreír como boba. No podía evitarlo. Desde que me lo dijo por teléfono días atrás, he vivido con mariposas en el estómago. Intenté actuar normal toda la semana, pero ni Sofía me creía.

—Te estás bañando con perfume, Lia. ¿Vas a clase o a una cita con Romeo? —me había dicho riendo.

Y yo solo me encogí de hombros. A veces no sabía qué me pasaba con Oliver, pero lo sentía… profundo. No era un simple crush. Era algo que me atravesaba toda.

Hoy me levanté más temprano de lo normal y ya había escogido tres outfits diferentes antes de decidirme por uno. Un conjunto casual: jeans ajustados, un crop blanco con detalles en los hombros, y una chaqueta ligera color beige. Nada muy exagerado, pero con ese toque de “quiero gustarte sin que lo notes”.

Me miré al espejo.

—Ok, sí parezco una niña ilusionada —me dije a mí misma, haciendo una mueca—. Pero me vale.

Mientras desayunaba, Sofía me escribió:

Sofía: “¿Ya te bañaste con colonia de rosas otra vez?”

Yo: “No es colonia, es esencia aromática natural 😌”

Sofía:“Ay Lia… te va a romper el corazón y yo voy a estar aquí armándote playlist de despecho.”

Yo: “Gracias por tu fe en mí 😭”

Cerré el chat y respiré hondo. No quería pensar en cosas malas. Solo quería vivir el momento.

Eran las 10:14 de la mañana cuando escuché el claxon afuera. Salté como un resorte. Mis padres estaban en el hospital, Elías aún no había llegado y yo... yo estaba sola en casa, con un corazón que latía a mil por hora.

Me asomé por la ventana. Ahí estaba Oliver, apoyado en su coche, con gafas oscuras y una camiseta blanca simple que, por alguna razón, parecía de comercial de colonia cara. Tenía esa manera tan suya de pararse, como si no lo afectara nada… excepto cuando sonreía. Ahí se le escapaban todas las barreras.

Agarré mi bolso, respiré hondo y salí.

Cuando me vio, se quitó los lentes y sonrió.

—Hola, bonita —dijo, con esa voz suya que me derretía.

Corrí hacia él. Literalmente.

Y cuando estuve lo suficientemente cerca, me lancé a sus brazos. Él me sostuvo firme, con sus dos brazos envolviéndome con fuerza. Su perfume me llenó los pulmones. Lo abracé con todas mis fuerzas, con todas mis ganas, con todas las semanas de ausencia en el pecho.

Entonces, él bajó su rostro suavemente y besó mi frente.

—Te extrañé, Lia —susurró con una sinceridad que me quebró el alma.

—Yo también —dije, sin contenerme—. Muchísimo.

Nos separamos despacio, como si el mundo se hubiera detenido unos segundos para que pudiéramos estar así.

—¿Lista para una aventura? —me preguntó, abriendo la puerta del coche.

—Si es contigo, siempre —le respondí.

Fuimos a un sitio hermoso fuera de la ciudad. Comimos en un restaurante frente al lago, caminamos por senderos con árboles altísimos y nos sentamos en una banca de madera vieja a hablar… de todo y de nada.

Hablamos de mis clases, del nuevo chico molesto que se cree mi rival de debate, de Sofía, de su proyecto lejos de la ciudad. Yo no pregunté por qué se había alejado, y él no explicó, pero… algo en sus ojos me decía que estaba tratando de volver.

Y con eso, yo era feliz.

En medio del camino de regreso, puse música en su coche y canté mal, desafinada, pero feliz.

Él me miró de reojo, sonriendo.

—Estás loca —me dijo.

—Y tú estás atrapado —le respondí con una sonrisa traviesa.

Él solo negó con la cabeza, pero no dejó de sonreír.

Y yo… yo no necesitaba más para sentir que el universo me estaba regalando uno de esos días que se quedan en el alma para siempre.

El cielo ya estaba tiñéndose de naranjas y rosados cuando volvimos a casa. Íbamos en silencio en el coche, pero no de esos silencios incómodos. Era uno suave, tranquilo, como si todo lo que teníamos que decir ya lo habíamos dicho entre miradas y sonrisas.

Cuando estacionó frente a mi casa, no quería bajarme. No quería que se fuera.

Estábamos parados en la puerta, justo al lado de la verja blanca del jardín. Él me miraba con esa cara suya de adulto que siempre intenta ocultar lo mucho que siente. Me crucé de brazos, moviéndome de un pie al otro.

—Gracias por venir —le dije—. Hoy… hoy fue lindo.

—Me alegra haber venido. Me hacía falta verte —respondió él, bajando la mirada un segundo, como si acabara de decir más de la cuenta.

Mi corazón se apretó. No quería que se acabara el día. No quería que se despidiera con ese abrazo de “nos vemos luego” y ya. Quería dejarle algo que llevara consigo cuando se fuera. Algo que no pudiera quitarse tan fácilmente.

Mi mente iba a mil, y mis nervios se reían de mí, pero aun así, me acerqué más.

—Oliver…

—¿Sí?

Tomé una bocanada de aire y, antes de pensar demasiado, subí mis manos a su nuca, lo acerqué con decisión y un temblor en los dedos, y junté mis labios con los suyos.

Lo besé.

Yo lo besé.

Fue suave, corto al principio, y por un momento pensé que él no iba a responder. Sentí cómo se tensaba… pero entonces, sus manos se posaron en mi cintura, con esa ternura suya que me derrite, y me devolvió el beso. Lentamente. Con cariño. Con esa mezcla de seguridad y cuidado que solo él tiene.

Su beso no fue apresurado ni intenso. Fue ese tipo de beso que se siente en el alma. Que acaricia más que los labios.

Cuando nos separamos, me quedé con los ojos cerrados un segundo. Quería recordar cada detalle.

Él me miró, sorprendido, con una sonrisa pequeñita.

—Eso… fue inesperado —dijo en voz baja, y yo tragué saliva.

—No quería que te fueras sin eso —susurré, sin poder evitar morderme el labio inferior. Mis mejillas ardían.

Oliver me acarició la mejilla con los nudillos, muy suave.

—Ahora me va a costar más irme —dijo, y ambos sonreímos.

Quería brincar, gritar, abrazarlo otra vez, pero me quedé quieta, guardando el momento. Era nuestro primer beso. Nuestro momento. Solo nuestro.

Él acarició una vez más mi cabello, se despidió con otro beso rápido en la frente —que ahora me sabía a mucho más— y subió a su coche.

Yo me quedé en la entrada, viendo cómo se alejaba por la calle.

Y justo cuando la emoción me ganó, empecé a dar pequeños saltitos en mi lugar, con las manos en la cara, sonriendo como loca.

—¡Ahhhh! —grité en silencio, apretando los puños—. ¡Me besó!

Bueno… nos besamos.

[...]

Minutos después ya estaba en mi cuarto, boca abajo en la cama, texteándole a Sofía como una desquiciada:

Lia: “Le di un beso Sofi AAAAAAAAAAAAAAA”

Sofía: “¿¡CÓMO!?”

Lia:“En la boca Sofía en la boca, o sea fue hermoso suave lento como en las películas te lo juro”

Sofía: “Dios mío ya cállate que te estoy imaginando y no puedo con la ternura.”

Lia: “¿Crees que ahora sí seamos algo? ¿O me pasé?”

Sofía: “Solo disfruta el momento, Lia… si es amor, va a fluir. Y si no, igual ese beso nadie te lo quita 😏”

Suspiré, abrazando la almohada con fuerza. Tenía una sonrisa que no me cabía en la cara.

No sé qué va a pasar después.

Solo sé que hoy, Oliver me besó.

Y yo me estoy enamorando.

1
Eunice Velasquez
es muyyyy buena la novela
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