No Soy La Villana

EINAR

—¡¿Por qué tuviste que ser tan grosero con ella?!—Me gritó mi ama de llaves Eliana. Una mujer amable y demasiado directa para hacer que cualquiera quedara sin palabras. Era una mujer mayor con cabello gris peinado en un moño algo ajustado sin un solo cabello fuera de lugar, sus ojos verdes me miraban de fijamente, su mirada era afilada.

Las arrugas en su frente y las líneas de expresión en sus ojos reflejaban los años de experiencia y su tenacidad. Su uniforme negro con un delantal atado alrededor de su cintura era blanco e inmaculado, llevaba puestos zapatos de piso negro. Pese a que llevaba años trabajando para mi familia, esa mujer sabía con quién y cuándo dar el golpe y con ello hacer que cualquier persona se la pensara dos veces antes de meterse con ella.

—Ella es una mujer doble cara, finge ser amable, mucha gente lo ha confirmado. Aila Richter... es una aprovechada—Eliana rodó los ojos con fastidio. Suspiró y entonces siguió gritándome.

—En serio, que no entiendes. ¿Por qué no le das la oportunidad de conocerla? No todo lo que dice la gente es verdad, además...

—¡¿Además, qué?!—Exclamé mirando a Eliana enojado.—¡¿Qué?! ¿Ella es diferente, que no me verá como un monstruo? ¿Eso quieres decir?—Le respondí impotente.

—Lo que pasó hace tres años no fue tu culpa, y mucho menos podías evitar que Ylva saliera herida en ese accidente y lo sabe. Ya no te culpes más—. El recuerdo de esa noche seguía latente en mi mente, cada noche pasaba horas sin dormir, tratando de ignorar los gritos de desesperación de Ylva.

Lancé un largo suspiro mirando por la ventana admirando el hermoso paisaje que había afuera, los árboles, las flores, el pasto, las aves cantando y volando en plena libertad.

—Lo sé, pero... es inevitable pensar en ello Eliana. Sabes muy bien que Ylva fue... mi primer amor, mi esposa, mi mundo, mi vida entera, la razón por la cual respiraba.

Eliana me miró con sus dos grandes ojos verdes, estos me miraban fijamente con deseos de estrangularme.

—Mira... Einar, no te cierres a conocer a otras personas, además por lo que me contaste de ella no creo que sea mala muchacha. Es más puedo hablar con ella, y te daré una opinión más clara sobre ella. ¿Te parece bien?—Lo pensé un momento realmente me pareció razonable la idea. Dado que con ello quería que Eliana viera por sí misma la clase de mujer que era Aila Richter.

—Haz lo que quieras, de todos modos te darás cuenta de lo que estoy diciendo es verdad—. Volvió a rodar los ojos con fastidio.

—Entonces hablaré con ella y no te preocupes no le diré nada acerca de Ylva ni nada referente a ello.

Estuve de acuerdo, pero al mismo tiempo pensaba que era un desperdicio de tiempo y energía para Eliana hablar con una mujer que era todo menos una buena persona. Estaba seguro de ello y nunca me he equivocado.

Su extraña actitud en el evento de caridad, me hizo sospechar por lo que decidí mantener una conversación con ella sobre varios temas entre ellos políticos, lo cual me dejó sorprendido dado que ella no solo sabía sobre el tema sino que sus opiniones y conjeturas era absolutamente claras y con argumentos, lo cual era meramente sorprendente.

—Cuando te hayas dado cuenta de que esa mujer es todo lo que yo dije, no vengas aquí quejándote—. Eliana sonrió y esa sonrisa no era nada bueno.

Se acercó a mí y me dio un golpe con su puño en la cabeza.

—¡AH!—Me quejé.—¡¿Eso por qué?!—Exclamé molesto.

—Por grosero, además siempre te he enseñado que no puedes juzgar un libro por su portada, mocoso. Y otra cosa, sí yo tengo razón... vas a ir a disculparte con ella y poco me importa sí tienes razón o no. Te disculparás—. Sentenció decidida esa vieja maldita con manos de acero.

—Bien, lo haré—. Accedí y otra vez recibí otro golpe.—¡AH! ¡Deja de golpearme!

—A mí no me engañas, sé cómo eres y sé que no te vas a disculpar con la señorita Richter a menos de que te lleve arrastras hacerlo. Porque de otro modo no lo harás.

No dije nada y entonces Eliana se retiró sin decir otra cosa.