🔞⚠️ ADVERTENCIA: ES UNA HISTORIA CON CAPITULOS SENSIBLES ⚠️ PARA +18
Edward Safra lo tenía todo: belleza, dinero, poder y un escándalo familiar que casi lo destruye. Ahora dirige su propia empresa y jura no repetir los errores de su padre. Hasta que dos mujeres llegan para ponerlo de rodillas.
Estrella Portugal, sofisticada y prohibida, le enseña lo que es el deseo sin límites. Marcela Molina, audaz y curiosa, lo despierta con una dulzura peligrosa.
Entre encuentros secretos, miradas que queman y una tensión que no da tregua, deberá decidir si ¿someterse a la pasión que lo consume o dejarse llevar por la que podría destruirlo o reconstruirlo?
Una novela cargada de sensualidad, secretos, traiciones y encuentros que nadie debería confesar.
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20. ¿Cuándo fue la última vez que acarició con ternura?
El móvil vibró sobre la mesa de mármol. Una, dos veces. Estrella ni siquiera miró la pantalla. Sabía que era él. Sabia que era Edward. Lo sabía porque no tenía que mirarlo para sentirlo. El cosquilleo en el estómago, el leve desorden del corazón, su cuerpo aún lo reconocía antes que su mente lo aceptara.
Habían pasado días desde que se habían visto. Días en que ella pensó mil veces en llamarlo. Y mil veces se detuvo. ¿Por miedo? ¿Por orgullo? ¿Por los años que pesaban más en la mirada ajena que en su piel?
La pantalla volvió a iluminarse, "Edward llamando", Estrella levantó la mano, su dedo tembló apenas, podía responder, y escuchar su voz, solo eso, pero no lo hizo, aún no sabía su respuesta; y le quedaban dos semanas para pensarlo.
La llamada se desvió al buzón, y en su pecho, un puñal invisible le atravesó la respiración. Y entonces, sin permiso, volvió ese recuerdo.
...🔞*** Hace siete meses **🔞**...
...(Escena exclusiva para público adulto***)...
Estaban en la cabaña que habían alquilado. Afuera llovía como si el mundo estuviera por acabarse. Pero dentro, el calor era otro. Un calor animal, urgente.
Edward la arrastró hacia él con una urgencia cruda. No hubo palabras dulces, ni advertencias; solo deseo absoluto. Le arrancó la blusa con brutalidad, desgarrando la tela, y la empujó contra la pared de madera. Estrella jadeó fuerte, con los botones de su pecho duros por el impacto, por la ansiedad, por el fuego que él encendía con solo mirarla.
- "Haz lo que quieras conmigo", le susurró Estrella, temblando, con una voz entrecortada de hambre y entrega.
Edward obedeció como si esas palabras le arrancaran la cordura. La sujetó del cabello, la besó como si quisiera devorarle el alma, y luego bajó, mordiendo su cuello con saña, dejando marcas rojas. Cuando sus labios encontraron los botones de su pecho, Estrella gritó. Él los succionó con la boca abierta, con la lengua desesperada, como si tuviera sed de ella.
Y entonces se arrodilló, le arrancó la ropa interior, separando sus muslos sin pedir permiso.
- "Dios, Estrella…", murmuró, justo antes de hundirse entre sus piernas.
La lamió lento, con experticia, de manera calculada, de quien conoce cada punto que la hacía temblar. Luego lo hizo con hambre, con brutalidad. Era salvaje con el botón rojo de su intimidad, mientras ella se arqueaba contra la pared, sujetándose de sus hombros, gritando, suplicando.
- "No pares... No pares…", rogó Estrella, con la voz rasgada, mientras su cuerpo se sacudía en espasmos de placer. Su primer orgasmo la partió en dos, mojándole la cara a él, que sonrió con la boca cubierta de ella.
Edward se puso de pie, con la mirada seductora y peligrosa. La alzó del suelo sin esfuerzo, sintiendo cómo temblaba entre sus brazos, y la arrojó sobre la cama. Su masculinidad marcaba el pantalón como una amenaza. Cuando se lo quitó, ahí estaba, grueso, palpitante, listo para la acción.
Ella lo miró con ojos de adicción.
- "Vas a romperme", susurró ella, abriéndose para él.
- "Esa es la idea", gruñó Edward, y estuvo dentro de ella de una sola estocada que la hizo gritar como si se rompiera de verdad. Una embestida profunda, brutal, deliciosa.
Se movía sobre ella con un ritmo salvaje, golpeando hasta el fondo, sin tregua. La sujetaba de las caderas, de los muslos, de la garganta. Ella lo arañaba, lo mordía, le clavaba las uñas en la espalda mientras gemía su nombre una y otra vez.
- "Eres mía, Estrella", jadeaba él, con los dientes apretados. "Toda mía".
- "Hazme tuya, Edward… toda… hasta que no quede nada de mí", gritó ella, cuando el segundo orgasmo la sacudió de nuevo, más fuerte, más hondo, más salvaje.
Pero eso no bastó. Él la giró, la puso a horcajadas sobre él. Estrella lo montó como una diosa de guerra. Se enterró en él hasta el fondo y empezó a cabalgarlo con una ferocidad primitiva, con la boca abierta, con el sudor corriendo entre sus pechos, con las caderas golpeando contra las suyas.
El sonido de sus cuerpos chocando, los gemidos roncos, el chirrido rítmico de la cama golpeando la pared, todo era música de lujuria, pecado, y éxtasis.
Cuando terminaron por tercera vez, ella con la cabeza echada hacia atrás, él mordiéndole uno de los botones de su pecho mientras se venía dentro de ella, sus cuerpos estaban cubiertos de marcas rojas y más.
Pero incluso así, insaciables, con el pulso desbocado y las piernas temblando, se buscaron otra vez, como si lo vivido no fuera suficiente, como si el deseo fuera una maldición hermosa de la que no querían salvarse jamás.
...🔞*** Fin del recuerdo ***🔞...
.
Estrella cerró los ojos. El pulso le latía en la garganta. Su piel ardía. Su respiración era otra. La realidad volvió con violencia cuando el móvil vibró de nuevo.
Abrió la pantalla, no era Edward. Era un mensaje de Jeferson, uno de sus gerentes en la empresa de importaciones en Lisboa.
“Estrella, necesitamos una decisión urgente. Hay problemas con el lote de envíos del puerto. La aduana bloqueó la salida. Ya hay medios queriendo saber si el contenedor es tuyo. Llámame apenas leas esto, me temo que quieran involucrarte en algo turbio.”
El deseo se le congeló en los huesos. El mundo volvía a pedirle que fuera Estrella Portugal, la mujer que sostiene emporios, no la mujer que se deja caer por un amor sin garantías.
Guardó el móvil sin responder. Se miró al espejo. Los ojos brillantes, los labios aún temblorosos.
- "Maldito seas, Edward", susurró, pero no por haberla querido, sino por haberla hecho sentir tan viva, que ahora le dolía seguir existiendo sin él.
Mientras Estrella salía, en su habitación Camila cerró la laptop con calma, como si acabara de terminar un simple correo; pero no era así.
Se acercó al tocador, se aplicó un poco de perfume en el cuello y se miró al espejo con una sonrisa casi imperceptible.
En el reflejo, no estaba la hija buena que todos creían haber recuperado. Estaba la joven mujer que sabía lo que quería. Y lo que quería, tenía nombre y apellido.
- "No te olvidé, Edward. Nunca lo hice…", susurró para sí misma.
El tono de su voz era un suspiro disfrazado de amenaza, una mezcla inquietante entre dulzura y obsesión.
Por otro lado, Edward guarda su móvil, toma su taza de café y se dirige al balcón, las palabras de Marcela revolotean una vez más en su cabeza, y no pudo evitar preguntarse que sentían Estrella y él, haciendo memoria nunca se habían dicho un "te amo".
Entonces retrocedió más en el tiempo, buscando cuándo fue la última vez que sintió dulzura al besar y cuándo fue la última vez que acarició con ternura; cuando levanta la vista, ve al frente a Marcela bailando con la música de BTS y hasta se imagina escuchar su desafinada entonación; sin querer una sonrisa se le forma en el rostro, sintiendo en el corazón una calidez que había olvidado.
Su impulso juvenil lo impulsó a llevar a Estrella a una encrucijada, y cuándo ella decidió entrar en esa incertidumbre, él resulta que ahora ya no..
Me encanta ese poderío
Que excelente trabajo 👍🏻
Que verdades tan cargadas de realismo y sinceridad les fueron dadas a Edward, quizás para contextualizar la relación