Si te dijera que los momentos son solos instantes de tiempos que se quedan grabados en tú memoria y solo eso ¿Me creerías?
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Capítulo: Velada
Día 14 de Diciembre
“Con el tiempo todo pasa. He visto, con algo de paciencia, a lo inolvidable volverse olvido, y a lo imprescindible, sobrar”.
-Gabriel García Márquez
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Los días habían transcurrido, algunos más lentos que otros, y así lo sentía Michael. Lo único que mantenía viva su esperanza eran las breves llamadas que realizaba cada día después de las entregas de flores. Cada espera había valido la pena.
—Me gustaría acompañarte al lugar —sugirió él durante la llamada.
—No es necesario. Tengo mi propio auto y me resultaría más cómodo ir por mi cuenta —respondió ella.
—Lo sé, pero no es un inconveniente para mí. Permíteme tratarte como lo que eres: una reina. Quiero ofrecerte el trato que mereces.
—Está bien, no voy a contradecirte más. Te pasaré mi dirección y tú te encargarás del resto.
—"Perfecto"— musitó para sí mismo. Quería que esa noche fuera especial, demostrarle que sus intenciones eran sinceras y que la trataría como ella merecía.
Había decidido llevarla a uno de los restaurantes gourmet más exclusivos que había visitado. Tenía planeado cada detalle de la velada. "Todo saldrá perfecto", se repetía.
Michael llegó a la residencia de ella, esperando impacientemente en el estacionamiento a que hiciera su aparición. Aunque no habían pasado muchos minutos, la ansiedad de verla hacía que el tiempo se sintiera interminable.
Finalmente, allí estaba ella, luciendo un elegante vestido de satén con escote en V, mangas largas y una abertura que le daba un toque sofisticado. Michael salió del auto rápidamente para abrirle la puerta del asiento del pasajero.
— Hoy se ve usted radiante — comentó al acercarse.
— Gracias, es usted un verdadero caballero, señor Rose, y también luce muy elegante — respondió ella.
El trayecto transcurrió en un ambiente de armonía. No es que no hubiera mucho de qué hablar; al contrario, aunque eran completos desconocidos, ambos disfrutaban del viaje en silencio, deleitándose con la música que emanaba de la radio.
— Me he tomado la libertad de llevarla a un restaurante gourmet — expresó mientras le ofrecía la mano para ayudarla a salir del auto.
— Espero que sea de su agrado; si no lo es, no dude en decírmelo y buscaremos otro lugar.
— No se preocupe, disfruto de todo tipo de comida — respondió ella con una sonrisa.
— Excelente — dijo él mientras entraban al establecimiento.
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— Para comenzar, me gustaría recomendarte un carpaccio de cigala; no te arrepentirás — dijo con una sonrisa encantadora.
— Está bien, confío en tu buen gusto — respondió, sintiéndose halagada.
— Tengo una curiosidad: ¿por qué las flores cuetlaxochitl son tus favoritas? — preguntó, ansioso por tener esta conversación en persona.
— Desde pequeña, siempre han sido mis preferidas. Lo que realmente me atrae de ellas es su simbolismo. Estas flores representan la nueva vida que obtenían los guerreros que morían en batalla.
— Eres una persona llena de sorpresas, y todo lo que compartes tiene una profundidad y significado extraordinarios. Simplemente eres fascinante — dijo, mirándola a los ojos, esos ojos azules que eran todo un enigma para él.
— Gracias — respondió con una sonrisa cordial.
— No tengo mucho conocimiento sobre ti — comentó, intentando formular preguntas personales sin parecer intrusivo.
— Si deseas hacer preguntas personales, no dudes en hacerlo; responderé las que considere apropiadas.
— Es justo, también puedes hacerme preguntas si así lo prefieres.
》 Sé que actualmente no tienes una relación amorosa, ¿tienes hijos?
— Sí, tengo una hija de 12 años.
— Tienes una adolescente, ¡vaya! — su tono reflejaba sorpresa y su expresión era muy elocuente. — ¿Cuántos años tienes? — preguntó, evaluándola de arriba abajo.
Su reacción provocó una risa en Rayla; no era la primera vez que alguien reaccionaba de esa manera al enterarse de que tenía una hija que estaba entrando en la adolescencia.
—"Tengo 28 años, casi 29, y antes de que empieces a hacer cuentas, sí, tuve a mi hija justo después de terminar el bachillerato"—comentó, consciente de que Michael estaba calculando mentalmente.
—"¿Y tú, Michael? ¿Tienes hijos?" —
—"No, no tengo hijos y..." hizo una pausa antes de continuar. Era un tema personal y no todos conocían ese aspecto de su vida. Sin embargo, quería ser sincero; esta primera cita era crucial y podría marcar el inicio de una relación futura.
》"Realmente no puedo tener hijos," comentó, observando su reacción. Sin embargo, su rostro permaneció sereno, como si esa información no tuviera relevancia para ella ni definiera su relación. Esto resultó ser un alivio, ya que ella ya tenía una hija y, aunque él no pudiera tener más, eso no representaba un problema.
—"Entiendo, yo tampoco deseo tener más hijos," — respondió mientras llevaba un trozo de carne a su boca.
Para Michael, esto fue un alivio, aunque en el fondo le hubiera gustado tener esa posibilidad.
—"¿Y qué hay de tus padres?" —preguntó.
—"Fallecieron," — respondió con frialdad, mientras tomaba un sorbo de su copa.
—"Lamento haber traído ese tema, no era mi intención...," — comenzó a decir.
—"No lo sabías, está bien. Fue hace mucho tiempo, es una herida cerrada," — interrumpió ella.
Después de aquella conversación incómoda, Michael no se atrevió a hacer preguntas personales. El resto de la noche transcurrió hablando de temas triviales y de trabajo.
A pesar de que todo había sido un éxito y había disfrutado de su compañía, sentía la necesidad de preguntarle si aceptaría una segunda cita. Ese sería el momento clave para saber si ella también había disfrutado tanto como él y si sus esfuerzos habían valido la pena.
Al llegar al apartamento de Rayla, Michael salió de su auto y se dirigió a abrir la puerta del copiloto. Aunque estaba nervioso, sabía que debía hacer la pregunta.
—Rayla, ¿me concederías el honor de salir conmigo nuevamente? —dijo, acercándose a ella.
—He disfrutado mucho la velada de hoy y aceptaría salir contigo otra vez —respondió, mirándolo a los ojos.
La distancia entre ellos se había reducido considerablemente. Michael había anhelado tenerla entre sus brazos desde el primer momento en que la vio, y ahora estaba tan cerca, iluminados por la luz de la luna, con solo la brisa como testigo de su cercanía.
Justo cuando Michael decidió dar el primer paso, ella retrocedió dos pasos.
—Gracias por la velada, señor Rose —dijo mientras se dirigía a su apartamento.
Michael llevó sus dedos a sus labios y cerró los ojos, sintiendo la vergüenza y la decepción invadir su rostro en ese instante. No entendía qué había salido mal; tal vez había sido demasiado cauteloso o ella era demasiado reservada.
—Por favor, no juegues conmigo —murmuró mientras cerraba la puerta de su auto y se dirigía a casa, buscando la frescura de una ducha fría para calmar su mente.