En una época donde la alta sociedad, la reputación y las apariencias determinan el estatus de las personas, una joven Baronet se inscribe a la escuela más prestigiosa donde la crema y nata de la sociedad se reúnen para forjar a los futuros nobles y gobernantes del reino. Ahí tendrá que sobrevivir a los abusos y humillaciones de sus compañeros para ganarse un lugar dentro de la alta sociedad y recuperar el honor de su familia que ha sido pisoteado desde hace tres generaciones.
Pero sus planes podrían verse afectados con la repentina aparición de fenómenos paranormales y eventos más allá de la comprensión humana, que asolan la institución. Y que aparentemente iniciaron el mismo día que conoció a un conde atractivo, de figura galante y atractivo sobrenatural.
¿Qué misterios ocultan sus ojos carmesíes y su cabello negro como la obsidiana?, ¿será nuestra protagonista capaz de sobrevivir entre las fauces de dos bestias hambrientas?, ¡échale un vistazo a esta historia de romance y terror!
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Capítulo 8: Nubes de Tormenta
El conde Tempest de Netirvania ingresó a la enfermería, acompañado por un caballero encantador, de piel pálida y cabello plateado cuya vestimenta completamente negra era casi idéntica a la suya. El invitado tan pronto como entró, preguntó por la jovencita ya que anteriormente había sido él quien la llevó a la enfermería.
– No está enferma, solo está muy cansada –comentó la doctora–. Ha sufrido de mucho estrés últimamente, de seguir así será una verdadera artista del desmayo.
– ¡Un momento! –interrumpió Lisa–. ¿Alguien sabe cómo llegué aquí esta vez?
– El señor Tempest te encontró tambaleándote cerca del jardín el día de ayer, y te atrapó justo a tiempo, antes de que besaras el suelo. –Respondió la doctora, refiriéndose al joven de cabello plateado en todo momento–. Te dije que no le exigieras tanto a tu cuerpo, a este paso te podrías quedar calva en una semana.
Ante la mirada atenta de todos; el caballero de cabello plateado se apresuró a tomar la mano de la jovencita y después de acariciarla, besó sus nudillos con delicadeza.
– ¡Que pecado!, –exclamó emocionado–. ¡Que una bella flor en su mejor momento se marchite lentamente por las viles raíces que sofocan su tallo es una verdadera lástima!, ¡permítame extenderle mi mano para ponerme a su entera disposición y aligerar su carga, para que así pueda conservar sus bellos pétalos!
Lisa apenas podía creer lo que estaba pasando. Su rostro estaba tan rojo que parecía que iba a explotar, sus ojos estaban completamente cristalizados, y tampoco podía articular palabra alguna, ya que la emoción que sentía revolvía las palabras antes de que salieran de su boca. Por un instante alzó la vista y vio que la doctora Mérida se reía en silencio, ocultándose detrás de una revista; y vio también al conde Tempest, sujetando algunos libros y cuadernos, demostrando una expresión completamente en blanco, parecía inamovible como si nada fuese a perturbarlo.
– Humildemente... –el caballero interrumpió su discurso por un momento, y tosió débilmente antes de continuar–: Humildemente solicito la generosidad de milady, para que me conceda el honor de saber su nombre –solicitó el caballero, pero a partir de ese momento, su voz extrañamente se volvía cada vez más aguda, como si le faltara el aire–. Mi nombre es Corbin Tempest, es un placer. –dijo, y sus ojos también enrojecieron.
– L-Lisa B-Bellstar –respondió finalmente, dejando escapar una risa nerviosa.
– ¡Oh Bellstar!, ¡cuánta nostalgia me trae su nombre!, ¡será un honor recibirla en nuestra fiesta de bienvenida milady!
Y fue en ese preciso momento que Lisa recobró la memoria de lo que había ocurrido esa misma mañana. Recordó la desastrosa primera impresión que le causó al conde frente a su habitación, y recordó que él había mencionado que sus familias se conocían desde hace un tiempo. Y a su mente vino también el verdadero primer encuentro con el caballero Corbin Tempest; aquel momento en el que chocó con él en los pasillos, que desmentía completamente la versión de los hechos que la doctora había mencionado hace un momento. Y por último la terrible visión que tuvo cuando sujetó su mano y la sangre azul apareció repentinamente manchando sus dedos.
– Mucho gusto milord Tempest –respondió Lisa, ahora temerosa y aún más insegura.
– Oh por favor, dejemos las formalidades a un lado. Puede llamarme Corbin. Las doncellas de piel tersa y delicada, y de labios dulces y jugosos como el algodón de caramelo pueden hablarme con toda la confianza del mundo. –La voz de Corbin no solo se había vuelto cada vez más aguda, su rostro también se puso rojo, tal vez por el rubor o porque algo le estaba pasando, y algunos de sus cabellos plateados también se erizaron. A estas alturas su voz ya era muy chillona–: ¡Agradezco a mi hermanito por organizar una reunión tan espléndida, que me permitirá correr libremente por este jardín colmado de bellas y respetables doncellas de la alta sociedad!
«¿Respetables?, si como no» –Lisa se guardó su opinión para sí misma–. «Un momento, es el hermano del conde?, físicamente si tiene un pequeño parecido. Aún no tengo idea de la clase de persona que es el conde exactamente. Pero por lo que veo, su hermano es un caballero muy apuesto, y encantador; sin duda alguna es bueno con las palabras, pero puedo ver que también es un mujeriego... Y desgraciadamente, para mí, estoy cayendo en su juego, me tiene en sus manos, no estoy acostumbrada a tantos halagos, ni a que alguien se fije en mí».
Lisa volvió la vista en dirección al espejo, y cuando se vio reflejada, se paralizó al ver que la persona que estaba reflejada no era ella exactamente. Su reflejo era más sombrío del sueño de recién. Su piel era pálida como la de un cadáver fresco, sus pómulos estaban hundidos, sus labios eran morados, sus ojos estaban casi sin brillo y su cabello era completamente negro, como la penumbra de la noche. Era el mismo reflejo que vio en el sueño hace un momento, y que acababa de recordar.
– *Ejem* –tosió el conde Tempest llamando la atención de los presentes–. Mi hermano me comentó acerca del incidente con la señorita Bellstar en las cercanías del jardín, y no pude evitar involucrarme, tratándose de una de mis compañeras de clase, que veo diariamente en el salón de clases y que he invitado a mi fiesta. Espero que su salud mejore, milady.
“Él sabe lo que somos, pero por ahora no le creas nada” –alcanzó a leer en el vidrio que repentinamente se empañó y escribió esas palabras, antes de que se esfumara en un parpadeo y todo regresara a la normalidad.
– Se lo agradezco, milord –Lisa hizo una reverencia–. ¿Sería tan amable de acompañarme a tomar un poco de aire fresco?, me gustaría disfrutar unos minutos de su compañía, si no le molesta claro. «La verdad me siento incómoda con la presencia de su hermano, tengo que alejarme un poco para no estresarme».
El conde simplemente asintió y ofreció a Lisa su mano, antes de partir juntos. Y así fue como Lisa Bellstar y el conde Tempest abandonaron juntos la enfermería, y caminaron por los pasillos sujetados de la mano.
–"Ya suéltame, estaba bromeando" –murmuró Corbin Tempest, y cayó al suelo tan pronto como su hermano abandonó la habitación.
Su rostro ahora morado, parecía estar sufriendo de asfixia. Por otra parte; la doctora no parecía inmutarse, e ignoraba su sufrimiento. A pesar de que el joven estaba retorciéndose frente a ella, y aferrándose a sus tobillos con mucha fuerza, simplemente siguió con su lectura como si nada estuviera pasando.
Finalmente el joven fue capaz de respirar con normalidad otra vez, y su rostro recuperó su tonalidad habitual, hasta que ya no pudo escuchar los pasos de su hermano, que se perdían conforme más se alejaba.
– ”Que salvaje" –escupió casi sin aliento, mientras se levantaba del suelo, masajeando su garganta.
Mientras tanto, Lisa trató de iniciar una pequeña conversación con el conde, pero no tenía idea de cómo empezar, ni por dónde, ya que las ideas en su cabeza simplemente eran un desastre total y no podía organizarlas sin sentirse nerviosa. Ella ahora sentía mucha curiosidad por el hombre que tenía al lado, de hecho tenía varias preguntas para hacerle, en las que buscaba responder algunas de sus dudas, en relación a los fenómenos paranormales que le estaban ocurriendo. Ella no paraba de pensar en lo que su reflejo demacrado le había dicho, y también tenía los frescos recuerdos de su sueño más reciente. Si el conde tenía algo que ver o sabía el por qué le ocurrían todas esas cosas, era algo que tenía que averiguar. Pero no quería sonar como una loca, y temía que sus palabras no fueran a ser creíbles. Definitivamente no quería arruinar su propia reputación, la cual sus compañeros seguramente ya habían dejado por los suelos.
– Creo que no nos hemos presentado formalmente –dijo el conde, rompiendo el silencio–. Yo soy el conde Tempest de Netirvania, es un gusto milady.
«¿Por qué hace esto?, si hablamos en la mañana y hasta me preguntó mi nombre, ¿por qué todos actúan como si nada de lo que viví hubiera pasado» –pensó– Mucho gusto su excelencia. Mi nombre es Lisa Bellstar, y es un placer conocer al honorable conde de Netirvania, que todos admiran y respetan. Sin duda alguna su presencia ha traído aún más prestigio a nuestra ya deslumbrante academia.
– Su hospitalidad me ha hecho sentir muy bienvenido. Todos me han tratado tan bien, que hasta he considerado la idea de sentar cabeza justo aquí. Después de todo su país también es muy hermoso, milady –el conde dibujó una pequeña sonrisa en su rostro, y cuando Lisa lo contempló, tuvo la sensación de que el corazón se le iba a salir del pecho por un segundo. Con timidez agachó la vista y a como pudo trató de disimular su respiración agitada. Visto de cerca el conde era aún más atractivo que antes, y su cabello desprendía un olor muy agradable, como a vainilla dulce.
Lisa le sonrió y tras pensarlo mejor, decidió iniciar la conversación con otro tema que igual tenía que tratar con mucho cuidado, esto para eliminar algunas de las dudas que aún tenía, y que giraban en torno al conde.
– Su excelencia. ¿Podría decirme cuál fue la razón por la que me invitó a su fiesta? –Lisa anhelaba escuchar de los labios del conde, una respuesta clara y objetiva.
– Sería de muy mala educación dejar fuera a alguno de mis compañeros de clase. Dónde me criaron aprendí que todos deben ser incluidos y sentirse bienvenidos. –respondió el conde con aparente sinceridad–. La confianza y la colaboración mutua son las bases de la sociedad ¿No lo cree así?
Lisa se limitó a asentir y siguió caminando. Si bien esa no era la respuesta que quería escuchar, sus palabras la habían convencido. "¿Cómo pudo pensar por un momento que había un motivo especial por el que el conde quisiera invitarla en particular?", después de todo ella no era la más hermosa de la academia, ni la más audaz o la más lista.
Ella era despistada, inocente, tonta, crédula, sensible y poco importante. Era esa la opinión que tenía de sí misma.
“El conde solo estaba siendo amable después de todo... Muy amable y considerado” –Era lo que Lisa repetía constantemente para no hacerse ideas que no eran. – Lo entiendo milord.
Segundos después el timbre resonó por toda la academia, e implacables como una estampida de ñúes aterrados, los alumnos salieron de sus salones y en poco tiempo los pasillos quedaron invadidos.
“No puede ser".
“Debe ser una broma".
“¿Qué cree que hace con ella?".
“Es una baronet, ni siquiera importa".
“Seguro ella se le ofreció, la verdad no me sorprendería".
"¡Que atrevida, acercándose así al conde!".
“Me las vas a pagar Lisa".
Fueron tan solo algunas de las murmuraciones que los oídos de Lisa alcanzaron a escuchar, cuando sus compañeras la encontraron en compañía del conde Tempest, mientras se paseaban por los pasillos. Los ojos estaban sobre ellos, si fuese posible matar con la mirada, Lisa ya habría muerto unas cien veces en ese momento.
– Disculpe, tengo que retirarme –dijo Lisa tratando de zafarse de la mano del conde, con la esperanza de no dañar su reputación.
Pero el conde gruñó levemente y se aferró con fuerza para no soltarla. Entonces clavó sus ojos de color miel sobre la jovencita, y con una mirada decidida dijo tantas cosas que no eran necesarias de repetir con palabras. A él no le importaba la opinión de los demás.
– Sé cómo se siente –comentó el conde, con firmeza–. Mi madre pasó por lo mismo, no tiene por qué avergonzarse.
Y fue en ese momento que por primera vez en mucho tiempo, Lisa se sintió segura y protegida. La academia Edem era como un campo de batalla en el que tenía que vigilar su espalda constantemente, pero ella sentía que al lado del conde podía estar a salvo. También surgió un ambiente cálido y familiar, y compartir ese momento con él, era como si fuese envuelta por una manta suavecita y calentita que la protegería de todo el mal. Pero no podía ignorar tampoco esa sensación tan extraña... Cómo si ya lo hubiese sentido antes. Ya eran muchas coincidencias.
Y así siguieron presumiendo de la compañía del otro por los pasillos, dejando boquiabiertos a todos aquellos que los vieron pasar, los chismes no tardarían, y los rumores ya se estaban esparciendo como la nieve en invierno, pero en cuestión de minutos ya todos lo sabían. Para cuando lo habían notado, ya se encontraban en el jardín, muy cerca de las bancas metálicas, pintadas en blanco en las que los alumnos solían reunirse para tomar el té. Y Lisa deseó con todo su corazón que el conde la invitara a sentarse a tomar el té. Pero eso no ocurrió.
– Disculpe milady, tengo que retirarme –dijo el conde, soltando la mano de la joven Bellstar–. Tengo un compromiso con la señorita Magnuson al que debo asistir, es en relación con el evento de esta noche, así que espero que me comprenda.
– ¡Por supuesto que sí! –se apresuró a responder con agilidad–. ¡Entiendo perfectamente sus razones y no lo seguiré reteniendo por más tiempo!, ha sido un enorme placer disfrutar de su compañía, y aún estoy en deuda con su hermano por ayudarme hace rato, así que extienda mi gratitud hacía él, y por favor dígale que si algún día puedo hacer algo por el...
Pero cuando Lisa mencionó al hermano menor del conde, pudo observar una expresión muy seria en el rostro del conde por tan solo unos segundos. Luego su acompañante chasqueó con la lengua y se volteó rápidamente.
– Me aseguraré de informarle acerca de sus gratitudes –la actitud del conde ahora era más seria y cortante–. Hasta luego señorita Bellstar, ansió su presencia en mi fiesta.
Y así sin más el conde se retiró en silencio, y apresurado. Generando aún más dudas en el corazón de la jovencita.
– "No te hagas ideas él está fuera de tu liga" –se dijo Lisa a sí misma, casi susurrando–. "Lo de ahora fue solo un poco de amabilidad, él solo quiere que vayas a su fiesta para rellenar el salón, no porque seas importante".
– ¡En eso tienes razón, tú no importas en absoluto así que no te interpongas en mi camino! –exclamó una voz muy familiar a espaldas de Lisa, y tan pronto como la escuchó, sintió un terrible escalofrío que bajaba por su estómago.
Y ahora ahí estaba su abusadora más recurrente: Lilliette Magnuson, cruzada de brazos y sudorosa por alguna razón; demostrando una sonrisa disgustada, y con un fuego en la mirada, más ardiente que la lava de un volcán.