En la mágica isla de Santorini, Dylan Fletcher y su esposa Helena sufren un trágico accidente al caer su automóvil al mar, dejando a Dylan ciego y con las gemelas de un año, Marina y Meredith, huérfanas de madre. La joven sirena Bellerose, que había presenciado el accidente, logra salvar a las niñas y a Dylan, pero al regresar por Helena, esta se ahoga.
Diez años después, las gemelas, al ver a su padre consumido por la tristeza, piden un deseo en su décimo cumpleaños: una madre dulce para ellas y una esposa digna para su padre. Como resultado de su deseo, Bellerose se convierte en humana, adquiriendo piernas y perdiendo su capacidad de respirar bajo el agua. Encontrada por una pareja de pescadores, se integra en la comunidad de Santorini sin recordar su vida anterior.
Con el tiempo, Bellerose, Dylan y sus hijas gemelas se cruzarán de nuevo, dando paso a una historia de amor, segundas oportunidades y la magia de los deseos cumplidos.
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Secretos
En una mañana tranquila, Meredith y Marina se sientan en el comedor, planeando su próxima sorpresa. Ambas intercambian miradas emocionadas y terminan por decidir que un picnic sería la ocasión perfecta para que su padre vuelva a ver a Bellerose. Decididas a hacer todo perfecto, las gemelas no solo tienen en mente preparar una cesta con sus bocadillos favoritos, sino también comprar un vestido especial para que Bellerose lo luzca en el campo.
Apenas terminan de desayunar, corren hacia la cocina, donde la ama de llaves, señora Collins, está revisando la lista de compras.
—¡Señora Collins! —llama Meredith con entusiasmo, mientras Marina sigue sus pasos—. ¿Podría llevarnos de compras hoy? Queremos escoger algo especial.
Collins las mira con curiosidad, mientras limpia sus manos en un trapo.
—Claro, mis niñas, ¿qué tienen en mente? —pregunta, pensando en alguna compra habitual para el hogar.
—Queremos un regalo, algo bonito para alguien especial —responde Marina, tratando de no revelar mucho.
Collins sonríe, interpretando que posiblemente las niñas planean hacer un regalo a su maestra de grado Lucy Henderson, su Psicóloga Emma Stoner o su maestra de natación Becca Lin.
—¿Es para alguna de sus maestras? —pregunta, sin sospechar demasiado.
Meredith y Marina intercambian una mirada rápida y asienten.
—Si.
—En ese caso cuando salgan de clases iré con ustedes a mirar y elegir lo que gusten.
El día transcurrió muy rápido y en un abrir y cerrar de ojos las clases terminaron. La señora Collins fue a recogerlas con Carlos el chofer.
Las tres parten hacia el mercado local, junto a Carlos, donde la señora Collins las guía entre los puestos de ropa y accesorios. Las niñas buscan con dedicación, pasando sus pequeñas manos por los vestidos y seleccionando los que tienen telas frescas y colores suaves. Después de varios intentos, encuentran un vestido azul claro, sencillo pero elegante, perfecto para un día de picnic. Meredith toma el vestido, y sus ojos brillan de emoción.
—¡Este es perfecto! —exclama, sosteniéndolo con delicadeza.
La señora Collins sonríe, conmovida por el entusiasmo de las niñas, y las observa también elegir unas zapatillas cómodas de tonos claros, y una cartera pequeña, ideales para caminar en el campo.
—Muy bien, niñas, este es un hermoso regalo. Seguro que su maestra estará muy contenta —dice la señora Collins, convencida de su deducción, mientras se dirigen a pagar la compra.
El sábado siguiente, Meredith y Marina preparan la cesta del picnic con frutas frescas, panecillos caseros, quesos y una botella de jugo de manzana. Mientras organizan todo con esmero, no dejan de lanzar miradas emocionadas hacia la puerta del despacho, donde su padre se encuentra sumido en papeles, tratando de encontrar soluciones para el negocio familiar. Dylan es consciente de que la situación de la empresa pesquera se ha vuelto cada vez más compleja, y se enfrenta a la presión de sus socios, quienes insisten en que debe recurrir a métodos de pesca más agresivos para reducir costos.
Pero Dylan no está dispuesto a ceder a esa opción. Su mente está centrada en encontrar una solución que sea sostenible y respetuosa con el mar y sus recursos. Al escuchar el susurro y las risas de sus hijas, siente un destello de alivio en medio de sus preocupaciones, aunque al notar la intensidad de los susurros, sospecha que están tramando algo.
Finalmente, las gemelas se acercan a la puerta del despacho y golpean con suavidad.
—¿Papá? —llama Meredith, asomando apenas su cabecita.
—¿Podemos hablar contigo un momento? —agrega Marina, con una sonrisa que no disimula su emoción.
Dylan las observa con ternura y hace un gesto para que pasen.
—Claro, mis niñas, ¿qué sucede?
Marina da un paso adelante y le muestra una invitación improvisada que han hecho a mano, decorada con dibujos de flores y mariposas.
—Queremos invitarte a un picnic —anuncia Meredith—. Tenemos una sorpresa para ti.
Dylan frunce el ceño, divertido y a la vez intrigado.
—¿Una sorpresa, eh? —pregunta, arqueando una ceja—. Déjenme adivinar… ¿tiene algo que ver con una "vecina especial"?
Las niñas intercambian miradas cómplices, pero mantienen sus labios sellados.
—Solo tienes que venir y verás —dice Marina con una sonrisa, negándose a revelar más.
Dylan suspira, rendido ante la insistencia de sus hijas. Sabe que, aunque la sorpresa probablemente tenga que ver con Bellerose, el esfuerzo y la alegría en los rostros de las niñas le hacen imposible negarse.
—Está bien, chicas. Acepto su invitación —dice finalmente—. Me vendrá bien un descanso y un poco de aire fresco.
Las gemelas aplauden con entusiasmo, y Meredith añade:
—¡Va a ser el mejor picnic de todos, papá! Te prometemos que te va a encantar.
A la mañana siguiente, Meredith y Marina llegan temprano al punto acordado en el bosque, junto al río. Han traído la cesta con la comida y, por supuesto, una hora antes entregaron el vestido y las zapatillas que compraron para Bellerose. Cuando las tres llegan momento antes de la hora acordada las tres están muy emocionadas.
—Queríamos darte esto —dice Meredith, casi en un susurro, entregándole un collar de perlas.
Bellerose se sorprende al recibir el regalo, y sus ojos se llenan de ternura y gratitud.
—¿Para mí? Pero... chicas, no tenían que hacerlo —dice, sin dejar de sonreír.
—Queremos que te sientas especial —responde Marina, con su mirada sincera—. Y pensamos que sería bonito que uses algo lindo con tu ropa cómoda para el picnic.
Bellerose, al abrir el paquete con cuidado, no puede evitar sonreír mientras acaricia las cuentas.
—Es precioso —les dice—. Gracias, pequeñas. No sé cómo agradecerles este gesto.
Las gemelas sonríen, sintiéndose satisfechas de haber dado un paso más hacia su plan secreto.
—Solo queremos que estés cómoda y hermosa y que disfrutes el día con nosotros —responde Meredith, tomándola de la mano—. Papá llegará pronto, y le hemos dicho que tenemos una sorpresa.
Bellerose se queda en silencio por un momento, contemplando lo que lleva puesto y luego a las niñas. Finalmente, asiente, convencida de que este día será especial no solo para ellas, sino también para ella misma.
Me encanta tu novela
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