En un mundo de lujos y secretos,Adeline toma el único trabajo que pudo encontrar para salir adelante: trabaja en un exclusivo bar para millonarios, sirviendo bebidas y entreteniendo a la clientela con su presencia y encanto. Aunque el ambiente opulento y las miradas de los clientes la incomodan, su necesidad de estabilidad económica la obliga a seguir.
Una noche, mientras intenta pasar desapercibida, un hombre misterioso le deja una desproporcionada cantidad de dinero como propina. Atraída por la intriga y por una intuición que no puede ignorar, Adeline a pesar de que aun no tenia el dinero que necesitaba decide permanecer en el trabajo para descubrir quién es realmente este extraño benefactor y qué intenciones tiene. Así, se verá atrapada en un juego de intrigas, secretos y deseos ocultos, donde cada paso la llevará más cerca de descubrir algo que cambiará su vida para siempre.
NovelToon tiene autorización de Ashly Rijo para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
Cap 20
James me miró con una intensidad renovada, como si estuviera a punto de cruzar una línea de la que no había retorno.
—Quédate conmigo —me dijo, su voz apenas un susurro cargado de emociones que parecían atravesar todas mis defensas.
Mi corazón dio un vuelco, y sentí que el suelo se desvanecía bajo mis pies. Sabía que era peligroso, que todo en él me advertía del riesgo, pero aun así… algo me retenía, como una cuerda invisible que me ataba a él.
—Eres demasiado peligroso para mí, James, lo siento —respondí, mi voz temblando con una mezcla de miedo y atracción.
Él me sostuvo la mirada, y sus ojos brillaron con una determinación que jamás había visto en nadie.
—Tal vez sí lo sea —admitió con franqueza—, pero no para ti. Nunca dejaría que nada te pasara en esta tierra, ¿entiendes? Ni el menor daño.
Su promesa hizo que mi resistencia flaqueara, aunque aún sentía el miedo clavado en el pecho.
—No sé si puedo, James… tengo miedo.
No dijo nada; en cambio, me envolvió en sus brazos, acercándome a él con una ternura que desarmaba todas mis dudas. Su calor era reconfortante, un ancla en medio de la confusión. Sentí sus manos en mi espalda, trazando círculos suaves como si intentara calmarme, hacerme sentir segura.
—Si te cuento algo… tal vez no me veas como una mala persona —dijo, rompiendo el silencio mientras sus ojos buscaban los míos—. No quiero que tengas miedo de mí.
Lo miré, sorprendida. Finalmente asentí, preparándome para lo que fuera a decirme. Respiró profundo y me sostuvo con una seriedad que me estremeció.
—Tu padre… realmente era mi jefe. Trabajábamos juntos —comenzó, y sus palabras cayeron como un peso en mi pecho—. Yo era su mano derecha en muchos de sus negocios. Él… él siempre fue un hombre bueno, pero sus negocios eran otra cosa. Se aseguraba de que la línea entre lo correcto y lo necesario estuviera clara, aunque era difícil. Nunca quiso que tú te enteraras, y, hasta donde él pudo, te mantuvo lejos de ese mundo, hasta lejos de mi. El sabia que siempre te observaba, y no me odiaba por eso, de hecho le gustaba que yo lo hiciera porque para el yo era un tipo de protección para ti. No quiero que te lo tomes mal, tu padre nunca quiso mentirte, el solo quería protegerte. De hecho tu tienes toda su fortuna y nisiquiera lo sabes, por eso te entregaba todo ese dinero. Ni siquiera era mío, y hasta me sorprendió que lo apostaras en aquel juego.
Lo escuchaba en silencio, tratando de asimilar sus palabras. Mi mente repasaba recuerdos de mi padre, de los momentos en que me había enseñado a jugar, a defenderme, siempre con una seriedad extraña para un simple empresario.
—Entonces, ¿él… él no era quien yo creía? —murmuré, casi para mí misma.
James me miró con compasión y acarició mi rostro con suavidad.
—Era exactamente quien tú creías. Un hombre íntegro, dedicado… solo que sus negocios eran algo que nunca quiso que tú conocieras. Para él, eran dos mundos aparte, y siempre te protegió de esa realidad.
El silencio entre nosotros era denso, pero James parecía estar esperando mi reacción, dejando que absorbiera lo que acababa de contarme. Sus manos aún descansaban en mi espalda, brindándome una calma que necesitaba para hacer las preguntas que rondaban mi mente.
—¿Cómo era él en ese otro mundo? —pregunté finalmente, casi en un susurro.
James respiró hondo, como si las palabras fueran pesadas y difíciles de pronunciar.
—Era respetado… y temido —dijo, eligiendo cuidadosamente sus palabras—. Tu padre era alguien en quien todos confiaban. Sabía cómo manejarse, cómo ser justo sin mostrarse débil. En este tipo de negocios, esa combinación es rara… pero él la tenía. De hecho así como tú.
Lo miré, sorprendida. La imagen de mi padre, siempre tan amable y paciente, parecía encajar con la de un líder, pero no con alguien que pudiera infundir temor. Sin embargo, sabía que había partes de él que yo no había visto, y esta era una de ellas. Y entonces todo empezó a aclararse, mis impulsos en hacer las cosas, mi habilidades, mi forma de comprender los negocios.
—No puedo imaginarlo… asustando a alguien —murmuré, con una sonrisa amarga.
—Él no asustaba a la gente en el sentido tradicional —me corrigió James, y por un momento su mirada se perdió, recordando algo—. Era su forma de hablar, su determinación… las personas sabían que no se debía cruzar su límite. Pero nunca usó la violencia; su fuerza estaba en su palabra. De hecho el que terminaba siendo violento era yo.
Me quedé en silencio, intentando asimilar todo. Sabía que mi padre siempre había tenido una ética sólida, pero este lado desconocido de su vida, esa otra faceta que yo jamás había presenciado, me hacía verlo bajo una nueva luz. Tal vez era más humano de lo que había pensado, más real.
—¿Por qué nunca me dijo nada? —pregunté, mi voz temblando.
James me miró, sus ojos oscuros y profundos.
—No quería que vieras lo que podía haber en la oscuridad —respondió con calma—. Para él, tú eras la parte buena de todo esto. Él siempre quiso que vivieras alejada de lo que él hacía, que tu vida no se manchara por sus decisiones. No importaba cuánto le costara, estaba decidido a protegerte de esa verdad.
Suspiré y aparté la mirada. Quizá había sido ingenua, pero también comprendía por qué mi padre había preferido mantenerme en la ignorancia. Aun así, la realidad me golpeaba con fuerza. Todo este tiempo, mientras yo vivía mi vida, él había llevado una carga que nunca compartió conmigo.
—¿Y por qué tú estás contándome esto? —pregunté, volviendo a mirarlo, buscando sinceridad en sus ojos—. ¿Por qué tú sí me lo dices, cuando él intentó protegerme de todo?
James me sostuvo la mirada, y su expresión se suavizó.
—Porque sé que, aunque él trató de protegerte, mereces saber la verdad. Y también porque… porque quiero que confíes en mí. Que veas que no soy el enemigo, y que te cuidaría igual que como él lo hizo, pero a mi lado en todo momento.
Sentí un nudo en la garganta, y me di cuenta de que, pese al miedo que aún sentía, empezaba a ver a James de una manera distinta. Había algo vulnerable en su honestidad, algo que me hacía confiar en él, aunque el mundo en el que él y mi padre se movían me resultara ajeno y peligroso.
—Es extraño… —susurré, más para mí misma—. Es como si todo lo que pensaba que sabía fuera solo una parte de la historia.
—Lo era —asintió él, acariciándome la mano con un toque suave—. Pero ahora tienes la oportunidad de entenderlo todo, si eso es lo que realmente quieres.
Un nuevo pensamiento cruzó mi mente, uno que, inexplicablemente, nunca había llegado a considerar. Mi madre. Siempre había vivido con mi padre, y aunque ella aparecía ocasionalmente en mi vida, no habíamos sido particularmente cercanas. Siempre pensé que nuestra relación distante era por mi estilo de vida y sus largos viajes, pero ahora, con todo lo que estaba descubriendo, me di cuenta de que quizá había mucho más detrás de su silencio.
—¿Y mi madre? —pregunté en voz baja, mirando a James, como si él tuviera la clave para desvelar ese misterio también—. Ella nunca estuvo realmente… pegada a mí. Siempre fue distante.
James asintió, y su expresión se volvió más seria.
—Tu madre siempre lo supo, al menos en parte —admitió—. Pero nunca le importó involucrarse. Ella no era parte del negocio, y tu padre siempre se aseguró de que no lo fuera. Prefería mantenerse al margen, callada, en su propio mundo.
Aquellas palabras hicieron que un nuevo nudo se formara en mi pecho. Mi madre había sido una mujer enigmática, siempre con una mirada distante y palabras medidas, pero de algún modo, pensaba que esa era solo su forma de ser. Saber que había una razón para su lejanía me hacía ver todo desde otra perspectiva.
—Entonces… ¿ella sabía en qué estaba metido mi padre? —murmuré, sintiendo una mezcla de dolor y desconcierto—. ¿Y aun así decidió mantenerse alejada?
James asintió lentamente.
—Ella era una mujer reservada. Prefería no preguntar demasiado —explicó—. Supongo que le bastaba con saber que tú estabas segura y que él hacía lo necesario para mantenerte protegida. Tu madre… bueno, ella tenía su propio camino, y la relación con tu padre era algo que aceptó en sus propios términos.
Me quedé en silencio, tratando de ordenar las piezas que parecían caer una tras otra, encajando en un rompecabezas de mi vida que nunca pensé que existiera. Tal vez mi madre nunca había estado realmente interesada en lo que mi padre hacía, o tal vez, simplemente, había preferido fingir que su vida era normal, sin adentrarse en las sombras que lo rodeaban.
—Entonces, ¿nunca se involucró? —pregunté, queriendo asegurarme de entender.
James negó con la cabeza, con una leve sonrisa amarga.
—No, nunca. Tu padre hizo lo posible para que ella estuviera lo más lejos posible de todo esto. Era como un trato silencioso entre ambos. Ella no preguntaba, él no explicaba, y ambos mantenían esa distancia para proteger lo que tenían.
Bajé la mirada, absorbiendo toda esa información que parecía cambiar cada aspecto de mi familia que alguna vez creí conocer.
—Supongo que fui ingenua al pensar que mi madre simplemente era así, tan callada, tan apartada… —dije, intentando reprimir el dolor en mi voz.
James me miró con compasión y colocó su mano sobre la mía, dándome un leve apretón.
—No fue ingenuidad. Fuiste criada para ver solo una parte de todo esto —respondió suavemente—. Pero no significa que todo lo que ellos hicieron fuera por falta de amor. Cada decisión, por difícil que fuera, tenía una razón. Ambos intentaron protegerte a su manera. Tal vez no era la forma que esperabas, pero lo hicieron lo mejor que supieron.
Asentí lentamente, comprendiendo, aunque no podía evitar el dolor que venía con la aceptación. Pero un disparo resonó, cortando nuestra conversación al instante. Mi corazón dio un brinco y, sin pensarlo, me aferré al brazo de James. Nos miramos, con una mezcla de alerta y miedo, antes de salir apresurados hacia la sala. Al llegar, vimos una bala incrustada en la pared y a Simon parado frente a un hombre tambaleante, con el rostro enrojecido y la mirada llena de furia.
James avanzó rápidamente hacia Simon, evaluando la situación.
—¿Qué pasó aquí? —preguntó, su tono bajo pero con una autoridad implacable.
Simon se encogió de hombros y lanzó una mirada al hombre, que apenas se mantenía de pie. Y luego hecho un vistazo hacia mi con el ceño fruncido.
—Este imbécil cree que hice trampa —dijo con desgano—, pero está claro que ha bebido más de la cuenta. No tiene idea de lo que dice.
El hombre borracho balbuceó algo ininteligible, levantando las manos como si estuviera listo para golpear a alguien. James avanzó un paso más, tratando de calmar la situación, sus palabras tranquilizadoras pero firmes.
—Escucha, amigo, estás confundido. No tienes que hacer esto, cálmate antes de que esto empeore.
Pero vi cómo el hombre tambaleaba, demasiado fuera de sí como para comprender la situación, y en un impulso, di un paso adelante. Sin que él se diera cuenta, me acerqué por detrás, le arrebaté el arma y la lancé al suelo lejos de su alcance. Él se giró hacia mí, confundido, y en ese momento James sacó su pistola en un movimiento rápido y se la apuntó directamente a la cabeza.
—James, no —dije, sintiendo el pánico subiendo dentro de mí—. Dijiste que confieara en ti, entonces empieza. Baja el arma, por favor.
Él me miró por un momento, sus ojos fríos y calculadores, mientras el peso de su arma apuntaba firme a la cabeza del hombre. Era un instante tenso, como si el tiempo se hubiera congelado. Pero, tras unos segundos de duda, su mirada se suavizó apenas y bajó el arma.
—Lárgate —le ordenó al hombre, su voz helada.
El borracho retrocedió, mirando a James con una mezcla de miedo y resentimiento, antes de girarse y tambalearse hacia la salida, murmurando algo inaudible. El silencio en la sala era abrumador una vez que se fue, y Simon lanzó un suspiro de alivio, recostándose en una pared.
—Nunca pensé que se pondría tan mal —dijo él, mirando a James.
James guardó su arma, y luego sus ojos se encontraron con los míos, llenos de una mezcla de agradecimiento y algo más que no podía identificar.
—¿Estás bien? —me preguntó en voz baja.
Asentí, aunque el corazón aún me latía con fuerza.