En un mundo donde la lealtad y el deseo se entrelazan, una joven se encuentra atrapada entre la pasión y el peligro. Tras un encuentro inesperado con un enigmático mafioso, su vida da un giro inesperado hacia lo prohibido. Mientras la atracción entre ellos crece, también lo hace el riesgo de entrar en un juego mortal de poder y traición.
Sumérgete en una historia cargada de erotismo y tensión, donde cada decisión puede costar caro. ¿Podrá su amor desafiar las sombras del crimen, o caerá presa de un destino que la dejará marcada para siempre? Una novela que explora los límites del deseo y la redención, perfecta para quienes buscan emociones intensas y giros inesperados.
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Cap 17: Ecos de Traición
El sol ya había subido alto cuando Ana quedó sola en la sala, sus pensamientos como un enjambre de abejas zumbando a su alrededor. Marco había dejado claro que no era un hombre fácil de manipular, pero había algo en su mirada, una pequeña fisura en su fachada de dureza, que le daba a Ana una pizca de esperanza. Sabía que la guerra seguía, implacable, y que el equilibrio de poder era frágil, pero también sabía que, si jugaba bien sus cartas, tal vez podría cambiar las tornas a su favor.
Unos golpes en la puerta la sacaron de su ensoñación. Entró uno de los guardias de Marco, un hombre corpulento de rostro inexpresivo. “Marco te quiere en el salón principal en una hora”, anunció con voz ronca, sin mirarla a los ojos. Luego, se dio la vuelta y salió, dejando a Ana con el eco de sus propias dudas.
Mientras se preparaba para lo que venía, Ana reflexionaba sobre su próximo movimiento. Sabía que Marco era impredecible, y aunque le había dado la oportunidad de hablar, eso no significaba que confiara en ella. De hecho, probablemente la estaba probando, esperando a ver cómo reaccionaría ante la presión. Y Alessandro… él había prometido darle tiempo, pero ¿por cuánto más sería capaz de esperar antes de actuar por su cuenta?
Ana bajó las escaleras hacia el salón principal, tratando de disimular el nudo en su estómago. Las paredes estaban adornadas con opulentos cuadros y muebles antiguos, un contraste irónico con la violencia que se cocía entre esos mismos muros. Los hombres de Marco estaban dispersos por la sala, observándola con ojos fríos, y en el centro, sentado en un sillón de cuero, estaba Marco, esperando.
“Siéntate”, dijo, señalando una silla frente a él.
Ana obedeció, manteniendo la compostura. Sabía que cualquier muestra de nerviosismo sería vista como una debilidad. Marco la miró por un largo momento, como si estuviera evaluando cada movimiento, cada respiración.
“Alessandro está más cerca de lo que piensas”, dijo finalmente, rompiendo el silencio. “Y por lo que sé, no está esperando mucho más tiempo.”
Ana sintió una punzada de pánico, pero la ocultó tras una mirada tranquila. “Dame la oportunidad de resolver esto sin más sangre, Marco. Alessandro no quiere pelear, pero tampoco se rendirá sin una razón de peso.”
Marco sonrió, un gesto frío y calculador. “No te equivoques, Ana. Esta guerra ya ha pasado el punto de no retorno. Tú puedes ser una pieza valiosa, pero no eres la única en este tablero.”
Ana sintió que el suelo bajo sus pies comenzaba a tambalearse. ¿Qué estaba insinuando Marco? ¿Había otra jugada en marcha, algo de lo que ella no estaba al tanto? Antes de que pudiera responder, una puerta lateral se abrió, y una figura conocida apareció en el umbral.
Era Marco, pero no el líder de la banda. Era Marco el traidor, el mismo hombre que había intentado asesinar a Alessandro en la emboscada. Ana lo miró, su corazón acelerándose con fuerza al reconocer la fría mirada que había visto aquella fatídica noche.
“Supongo que no esperabas volver a verme tan pronto”, dijo Marco, el traidor, con una sonrisa que destilaba veneno.
Ana apenas podía creer lo que estaba viendo. No solo estaba enfrentándose a Marco el líder, sino también al Marco traidor. Las piezas del rompecabezas empezaban a caer en su lugar, y Ana se dio cuenta de que estaba atrapada entre dos fuerzas mucho más poderosas de lo que había imaginado.
Marco, el líder, habló entonces, con la misma voz gélida de siempre. “Él es mi hermano. Y tú, Ana, te has colocado justo en el centro de nuestro pequeño conflicto.”
La revelación la golpeó como una ola helada. Los dos Marcos eran hermanos, y su disputa interna había alimentado la guerra con Alessandro. Ahora, todo cobraba sentido: el odio implacable que había sentido de parte de ambos y la crueldad calculada con la que jugaban sus cartas.
“Todo este tiempo…” Ana murmuró, comprendiendo el alcance de la traición. “No es solo Alessandro a quien quieren destruir. Esta guerra es por poder, ¿verdad? Entre ustedes dos.”
Marco, el traidor, sonrió con una malicia oscura. “No lo habrías entendido antes, pero ahora que estás aquí, en medio de todo… parece que has atrapado una buena vista del escenario.”
Ana sentía que el aire a su alrededor se espesaba. La guerra no era solo entre Alessandro y Marco, sino entre dos hermanos que competían por el control de la organización, utilizando a todos los que los rodeaban como meras fichas. Y ahora ella, sin darse cuenta, se había convertido en la pieza más valiosa del tablero.
“¿Qué quieren de mí?” preguntó, su voz apenas un susurro. Sentía que su poder para maniobrar estaba disminuyendo con cada segundo que pasaba.
Marco, el líder, se inclinó hacia adelante. “Lo que quiero de ti es simple: tu lealtad. Si estás dispuesta a darla, tal vez haya una forma de salir de esta guerra sin que más sangre sea derramada. Pero si te mantienes con Alessandro…” Se detuvo, dejando que la amenaza quedara en el aire.
Ana lo miró, tratando de encontrar alguna pista en su rostro. Sabía que no podía confiar en ninguno de los dos, pero también sabía que estaba atrapada en una red de mentiras y traiciones de la que no podría escapar fácilmente. Sus decisiones en los próximos momentos determinarían no solo su destino, sino también el de Alessandro.
Tomó aire profundamente, sabiendo que cualquier respuesta que diera podría cambiar el curso de los acontecimientos. “No les prometo lealtad a ninguno de los dos. Pero si quieren sobrevivir a esto, tendrán que escucharme.”
Los dos Marcos la observaron en silencio, midiendo sus palabras. Ana sabía que, en ese momento, había dado el primer paso en una jugada mucho más arriesgada de lo que había anticipado. Estaba en medio de un fuego cruzado, y si cometía el más mínimo error, no habría salvación posible.
**El equilibrio del poder estaba a punto de romperse, y Ana era la única que podía decidir en qué dirección caerían los escombros.**