Si te dijera que los momentos son solos instantes de tiempos que se quedan grabados en tú memoria y solo eso ¿Me creerías?
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Capítulo: Detalles
Día 13 de Diciembre
Él sabía que los príncipes azules no existían, pero estaba dispuesto a bañarse en pintura azul para hacerla feliz.
--Rafael Capriles
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Michael había logrado conseguir las flores favoritas de ella, un esfuerzo que valió la pena. Había estado emocionado todo el día, esperando la notificación del mensajero sobre la entrega.
Decidió llamar al número que aparecía en la tarjeta. Al sonar, una chica respondió; era su secretaria, quien lo puso en espera.
—"En espera"— musitó, mientras rodaba los ojos. No comprendía cuán importante era su llamada. La próxima vez, se aseguraría de hablar con Rayla para que le recordara a su secretaria que debía priorizar sus llamadas y conectarlo directamente con ella.
Estaba ansioso por conocer la reacción de ella, ya que había decidido incluir una pequeña nota en el ramo de flores. No eran palabras que surgieran exclusivamente de su mente; había estado buscando frases en Internet que capturaran el sentimiento que quería transmitir.
—Gracias por el ramo de flores, señor Rose —dijo ella, sin preámbulos. Su forma de comunicarse era directa y sincera.
—Para mí es un placer. ¿Leíste la nota que incluí en las flores? —preguntó con curiosidad.
—“Si te vieras con mis ojos… entenderías” —citó brevemente a Frida Kahlo, dejándole claro que había recibido el mensaje.
—"Así es como me siento por ti," — dijo con voz temblorosa. La verdad es que expresar sus sentimientos por teléfono le otorgaba una valentía que no tenía en persona.
Él sabía cómo conquistar a las chicas o cómo hacer que pasaran una noche con él, pero eso no era amor; ni siquiera mostraba algún tipo de sentimientos. Esta situación era completamente diferente, y agradecía tener la oportunidad de comunicarse a través del teléfono.
Después de que él compartiera sus sentimientos, se produjo un breve silencio. Era comprensible que eso pusiera nervioso a Michael; no sabía cómo había reaccionado ella, no podía ver su rostro ni adivinar lo que pasaba por su mente. Tal vez había sido demasiado para ella, o quizás él había actuado con demasiada prisa. No lo sabía, y solo ella podía aclarar su confusión.
Michael decidió aclarar su garganta para cambiar la atmósfera que se había creado durante la llamada. Se sintió un poco cursi, pero no se arrepentía de expresar sus sentimientos. Sabía, más que nadie, lo breve que es la vida y la importancia de aprovechar cada día.
—"Espero que te hayan gustado las flores"— dijo, haciendo una pausa. "Mañana te las enviaré de nuevo, y te prometo que, durante el resto de mi vida, siempre tendrás flores. Es una promesa".
Este era su plan para conquistarla: hacerla feliz todos los días con sus flores favoritas.
—"Aprecio mucho el detalle. Quiero decir, amo estas flores y me ha encantado la nota. Me has hecho sonrojar, señor Rose" —respondió ella, con una voz suave como la seda que derretía el corazón de Michael.
En ese momento, deseaba tenerla frente a él para poder apreciar su rostro sonrojado. Esa imagen había despertado en él un interés profundo, llevándolo a imaginar situaciones que lo sumergieron en un estado de intensa atracción. Anhelaba tomar su rostro entre sus manos y experimentar el sabor de sus labios por primera vez.
No estaba seguro de cuánto tiempo había pasado sumido en sus pensamientos, mordiéndose los labios, hasta que finalmente se dio cuenta de que ella ya había colgado. No tuvo la oportunidad de despedirse o conocer más sobre su día; tal vez eso fue lo mejor. Escuchar la dulzura de su voz había reavivado emociones que creía olvidadas, lo cual lo llenaba de entusiasmo.
La situación le parecía casi surrealista; se sentía enamorado y eso le daba una nueva vitalidad. Ya esperaba con ansias el día siguiente para volver a llamarla y continuar la conversación. Quizás, esto se convertiría en una nueva rutina que ambos disfrutarían.
Sintiendo una satisfacción renovada por la llamada recibida, decidió continuar con su trabajo, complacido con la idea de que, al finalizar, podría visitar el lugar donde la vio disfrutar de un capuchino y revivir ese grato recuerdo.
—Veo que estás de buen humor —comentó Charles al entrar a la oficina con la confianza de quien se siente en casa.
—¿No sabes tocar la puerta? —respondió, sintiendo que la llegada de su amigo interrumpía su tranquilidad.
—Sabes que no lo haré, así que no pierdas tiempo con tus regaños —replicó Charles, sacando un cigarrillo y colocándolo en su boca.
—¿No tienes tu propia oficina para fumar? No, mmm… hoy no voy a dejar que tu comportamiento me afecte —dijo, intentando mantener la calma.
—Félix me mencionó que has estado solicitando consejos sobre relaciones y amor— comentó mientras miraba a su amigo con atención.
—¿Y? No es asunto tuyo. ¿No tienes trabajo que hacer? — respondió, rodando los ojos. Su amigo siempre estaba al tanto de todo, recorriendo las oficinas solo para enterarse de la vida de los demás. Ya podía imaginar que primero había ido a hablar con Félix y Arthur antes de llegar a él.
—Tengo trabajo, pero esto es más relevante. ¿De verdad piensas seguir el mismo camino que Félix? ¿Y después qué? ¿Dejarás de salir con nosotros porque te casas y te sumerges en la vida matrimonial? ¿No crees que eres un poco joven para eso? Mírame a mí, aún en mis 30 y sigo disfrutando de la vida.
— "Por eso, al observar tu vida, he decidido no seguir ese camino"— dijo, haciendo un gesto con la mano que indicaba que era momento de irse.
—"¿Qué ha pasado con mi amigo Michael? No eras así; solías salir todos los días, disfrutando de la vida y siendo feliz...", respondió.
—"Me di cuenta de que ese estilo de vida no me satisfacía. Respeto tu elección y espero que encuentres a alguien que te muestre lo que es el verdadero amor", replicó.
—"No, tú y Félix no me llevarán por ese camino", dijo, moviendo la cabeza de un lado a otro mientras se dirigía hacia la salida de la oficina.
Michael solo suspiró ante la actitud de su amigo; Charles siempre había sido un gran conversador.