Una mujer despierta luego de estar en coma algunos días.
Sin recuerdos...
Sin saber quien es...
Edad y nombre no es algo que figura en sus recuerdos, ya que parece, los ha perdido todos.
Sin embargo, un hombre aparece delante de ella para recordarle que se llama Alma Rizzo, y que ambos, están casados desde hace cuatro años.
Él le promete ayudarla a recordar todo su pasado para poder encaminar su vida de nuevo.
Algo que a Alma, le parece irreal.
Sobre todo porque cuanto más aprende de si misma, más le aterra descubrir que tal vez no es la mujer que esperaba ser.
Ahora, componer su vida será su misión...
Cosa que no será sencilla cuando se tiene limitado los recuerdos y no sabes si convives con amigos o enemigos.
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Capítulo 2
—¿A qué te refieres?
Valentín sonrió.
—Tu nombre es muy reconocido en toda Roma. Así que... No te sorprendas ni un poco de ver reporteros esperando por ti afuera.
—¿Mi nombre?
—La familia Rizzo es la familia más rica de toda Italia y tu, esposa mía, eres la dueña de la constructora más grande de todo el país.
—Eso no... No lo sabía. —responde Alma con total sinceridad
—Si, el doctor omitió información en su momento irrelevante, porque lo principal era tu salud. Ahora, es tiempo de que te ayude a recordar quién eres. ¿Estás lista?
La peli negra negó —Realmente, no.
Él sonrió y le extendió la mano.
—No te preocupes, estaré aquí para ayudarte. Por el momento... No pienses en mi como tu esposo, sino, como un amigo dispuesto a apoyarte.
Alma sonrió por primera vez desde que despertó.
—Gracias. —le extendió la mano de igual forma
Él asintió —No tienes de que, ahora, ¿estás lista para salir de aquí? —pregunto, apretando su mano con delicadeza
Alma afirmó con la cabeza —Si, así es...
Juntos se dirigieron a la puerta de la habitación y salieron al pasillo. Todo parecía tranquilo pero conforme avanzaban, la gente que pasaba a su lado o a la cual dejaban atrás, los miraba con interés. Algunos, hablaban entre ellos y murmuraban cosas.
Por una fracción de segundo, Alma tuvo miedo de seguir caminando, sin embargo, Valentín le apretó la mano a manera de apoyo y no se detuvo mientras la guiaba hacia la salida que daba al estacionamiento.
—El personal de seguridad hizo todo lo posible para que ningún reportero entrará. Sin embargo, al salir, no te alarmes si una ola de ellos nos esperan.
—En-entiendo...
Alma siguió a Valentín hasta el estacionamiento y cuando estaban salir, él se detuvo y la miró a los ojos.
—Toma... —le entregó unos lentes de sol —Nunca sales sin ellos.
—¿Debo ponérmelos?
—Solo si quieres. —le sonrió
La oji negra miró los lentes que él tenía en la mano y los tomó —Gracias.
Mirandolos, supo, por las piedras incrustadas en el armazón, que los lentes que tenía en mano, sin duda, eran algo que no podías comprar en cualquier lugar.
Colocándoselos, miró al peli café quien fue el encargado de abrirle la puerta y salir detrás de ella.
Una camioneta negra, con cristales polarizados, los esperaba con un chófer dentro.
—Vamos. —Valentín le extendío la mano
Alma trago saliva con fuerza y le dio la mano antes de sonreírle con lentitud.
Ambos bajaron las escaleras tomados de las manos. Sin embargo, cuando pusieron un pie en el último escalón, una ola de reporteros que habían logrado evadir a los guardias, llegaban hasta ellos.
—Sube... —apremio el oji verde
Ella no dudo y subió al auto al tiempo que el también lo hacía justo en el momento que todos los reporteros se amontonaban alrededor del auto lanzando flashes de sus cámaras y haciendo preguntas al azar sin poder saber de quien exactamente venía.
Por fortuna, el auto se puso en marcha y ambos dejaron atrás a la multitud de paparazzis.
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El auto los llevo a una zona residencial y hasta el final del sendero donde se encontraba su casa, si es que de casa pudiera hablarse.
Rodeada de muros color crema, las rejas de la casa se abrieron cuando estuvieron a unos metros de ella.
El auto sin problemas accedió a los terrenos de la mansión que se erguia en lo alto de una pequeña colina.
Alma pudo notar la mirada de Valentín sobre ella pero no menciono algo al respecto.
El auto rodeo una fuente en la entrada y se detuvo frente a las escaleras de la mansión.
—Permiteme... —el peli café bajo del auto y rodeandolo le abrió la puerta —Con cuidado.
Alma acepto la mano que él le daba y bajo del auto. Se quito los lentes creyendo que así podría ver mejor la magnífica construcción delante de ella.
—¿Te gusta?
—Es impresionante —admitió ella
—Contratamos a los mejores arquitectos del país para edificarla.
Alma le miró y simplemente asintió.
—Vamos, sube, bajaré las maletas.
Por inercia ella regreso la mirada a la gran puerta negra que se alzaba al final de las escaleras.
Sin perder tiempo, subió uno a uno los escalones mirando cada tanto a su alrededor.
Cuando solo faltaban 5 escalones para llegar, la puerta se abrió de golpe y del interior de la casa salió una mujer de unos 60 años de edad.
Vestía con un gran vestido verde oliva qué le llegaba hasta los tobillos.
—¡Oh! Gracias al cielo estás en casa querida... —sin darle tiempo a la oji negra de alejarse, la mujer la estrujo entre sus brazos —Cuánto me alegro.
—Calmada Chiara —Valentín llego hasta ellas y separó ligeramente a la mujer de la peli negra —Acuérdate que Alma no recuerda nada.
La mujer se alejo de ella con la tristeza adornando sus ojos —Oh, mi niña cuanto lo siento.
Valentín sonrió —Am... Alma, ella es la señora Chiara, tu nana de toda la vida.
Alma observó a aquella mujer y sonrió apenada de no recordar nada —Lamento no poder recordarla.
La mujer le tomo de las manos y negó intentando no llorar —No te preocupes mi niña, yo te aseguro que te ayudaré a recordar.
—Gracias.
—Entremos... —apremio el oji verde
Los tres entraron a la casa y Alma contuvo el aliento ante la belleza interior de la mansión.
—Dejame llevar las cosas a nuestra habitación.
—Sobre eso... —ella le interrumpió —Yo quería... Bueno... Si es posible...
—Entiendo, querida —sonrió la anciana —Querido, prepararé otra habitación para Alma.
Valentín miró a la señora Chiara con asombro hasta que mirando a su esposa unos segundos, asintió.
—Entiendo, no era mi intención incomodarte.
—Gracias por entender.
—Espero puedas considerar al pasar los días cambiar de opinión.
La anciana sonrió —Iré a preparar una habitación.
Ambos se quedan solos a lo que Alma intuyo que debe decir algo, pero simplemente no sabía qué.
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Alma descansaba en la habitación que le habian otorgado y mientras miraba el techo blanco no podía evitar sentirse agobiada por todo lo que había conocido de ella desde que despertó.
Era la heredera de una importante empresa de construcción. Justo ahora estaba en Italia, ¡Italia!
Alma Rizzo era su nombre... Y no tenía hijos.
—Hijos... —murmuró
Sentándose en la cama, observó la habitación. Parecía que nadie la habitaba ya que si bien, estaba bien decorada, no se podía sentir ese calor de un lugar propiamente adueñado por alguien.
Realmente la habitación era para visitas.
Bajando de la cama, se dirigió al balcón para observar el hermoso jardín que se extendía por los terrenos de la mansión.
Dos toques a la puerta la hicieron sobresaltarse, pero recuperando la compostura hablo.
—Adelante.
La puerta se abrió a los segundos y Chiara asomo la cabeza —Espero no molestar mi niña.
La oji negra sonrió antes de sacudir la cabeza —En lo absoluto.
—Te he traído un poco de té, es de tus favoritos y siempre que lo bebes te relaja. —comento mientras empujaba consigo un carrito donde descansaba un hermoso juego de te chino —Té en uno de tus juegos favoritos. ¿Te trae algún recuerdo?
Alma se acercó al carrito, observando las tazas color negro con detalles dorados.
«—¡Pero que hermoso!
—Gracias, es un regalo por parte de...»
—... De un socio de Pekin...
La anciana le miró con asombro —¡Recuerdas!
La peli negra sacudió la cabeza en negación —Eso es todo.
Con emoción la anciana le sirvió te —Pero es un comienzo. Ten...
—Gracias Chiara.
—Dime Nana, claro, cuando te sientas cómoda.
—Gracias Nana, lamento parecer una completa desconocida.
La anciana negó —No te disculpes por no recordar quien eres, estoy segura que con el tiempo iras recordando y todo irá cobrando sentido.
—Dime, ¿tengo familia?