En el pintoresco pueblo de Santa Lucía, Mary, una joven de veintiún años siente un profundo vacío causado por la falta de afecto de su padre, don Jaime, quien parece preferir a sus hermanos. Determinada a ganarse su amor, Mary inicia un viaje emocional donde descubre que el verdadero amor comienza por uno mismo. Con la ayuda amorosa de su madre, Mary busca entender las razones detrás del distanciamiento de su padre mientras aprende valiosas lecciones sobre aceptación y fortaleza interior. En su búsqueda, Mary encuentra que el amor verdadero puede manifestarse de formas inesperadas y en momentos cruciales de la vida familiar y personal.
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La Llegada del Bebé
El día que Mary había estado esperando finalmente llegó de una manera inesperada. Estaba en el centro comercial, haciendo algunas compras de última hora para el bebé, cuando de repente sintió una fuerte contracción. Se detuvo, respirando profundamente y apoyándose en un mostrador cercano.
—¿Estás bien? —preguntó una voz detrás de ella.
Mary se giró y vio a un joven guapo, con una mirada de preocupación en sus ojos.
—Creo que estoy teniendo contracciones —dijo Mary, con voz temblorosa.
El joven, sin dudarlo, se acercó a ella y la ayudó a sentarse en un banco cercano.
—Mi nombre es David. Voy a ayudarte. ¿Tienes a alguien a quien pueda llamar? —preguntó, sacando su teléfono.
—Sí, mi hermano Tomás. Su número está en la primera entrada de mi teléfono —respondió Mary, entregándole su móvil.
David rápidamente llamó a Tomás y le explicó la situación. Mientras esperaban, intentó mantener a Mary tranquila.
—Respira profundamente y despacio. Todo va a estar bien —dijo, sosteniéndole la mano.
Poco después, Tomás llegó apresurado, con el rostro lleno de preocupación.
—Mary, ¿estás bien? —preguntó, tomando su otra mano.
—Sí, Tomás. David me ha estado ayudando —dijo Mary, agradecida.
—Gracias, David. De verdad, no sé cómo agradecerte —dijo Tomás, mirando al joven con gratitud.
—No hay problema. Lo importante es que Mary esté bien —respondió David con una sonrisa.
Tomás y David ayudaron a Mary a salir del centro comercial y la llevaron al coche de Tomás. Durante el trayecto al hospital, Mary seguía teniendo contracciones cada vez más fuertes, pero la presencia de su hermano y de David la hacía sentirse un poco más tranquila.
Cuando llegaron al hospital, Mary fue llevada de inmediato a la sala de partos. Tomás se quedó con ella, mientras David se quedó en la sala de espera, dispuesto a ayudar en lo que fuera necesario.
Las horas pasaron, y finalmente, después de un arduo trabajo de parto, Mary dio a luz a un hermoso niño. Tomás estaba a su lado, sosteniéndole la mano y dándole ánimo.
—Lo hiciste, Mary. Tienes un hermoso bebé —dijo Tomás, con lágrimas en los ojos.
Mary miró a su hijo, sintiendo una ola de amor y felicidad que nunca había experimentado antes.
—Hola, pequeño. Te he estado esperando —susurró, con lágrimas de alegría rodando por sus mejillas.
Después del parto, Mary fue trasladada a una habitación para descansar. Tomás salió a la sala de espera para dar la noticia.
—David, quiero agradecerte nuevamente por toda tu ayuda hoy. Mary y su bebé están bien —dijo Tomás, extendiendo la mano.
David sonrió y estrechó la mano de Tomás.
—Me alegra escuchar eso. Fue un honor poder ayudar —respondió David.
Tomás lo invitó a entrar para conocer al bebé, y Mary, al verlo, le sonrió.
—Gracias, David. No sé qué habría hecho sin tu ayuda —dijo Mary, con sinceridad.
David se acercó y miró al bebé con ternura.
—Es un niño hermoso. Felicidades, Mary —dijo, sonriendo.
Mary asintió, sintiéndose agradecida por haber conocido a alguien tan amable en un momento tan crucial.
Con su hijo en brazos, Mary se sintió más fuerte que nunca. Sabía que, aunque el camino por delante sería desafiante, estaba rodeada de amor y apoyo. La llegada de su bebé había marcado el comienzo de una nueva etapa en su vida, una llena de esperanza y promesas.