Precuela de la saga colores
Emiliana Roster quedará atrapada en un matrimonio impuesto que sus hermanos arreglaron para salvarla del despiadado Duque Dorian Fodewor. Creyendo que todo fue una conspiración para separarla del que creía ser el hombre de su vida, intentará luchar en contra de lo que siente por Lord Sebastian, el desconocido que ahora es su esposo.
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11. Labios que se tocan
...EMILIANA:...
Los días fueron pasando, Sebastian estaba ocupado siempre con los negocios, desde que me dió el perfume no habíamos interactuado mucho, pero es que él estaba demasiado ocupado o eso alegaba y yo también aproveché para empezar algunas remodelaciones. Era necesario, algunos espacios de la casa estaban un poco desolados y sin color, pero no era nada de gran magnitud.
Entre la primera vez a su estudio para mostrarle la lista de lo que necesitaba.
Levantó su vista de los papeles.
— Estas son algunas cosas que necesitaré.
Tomó el papel que le tendí, desde el día que me dió el perfume me aplicaba un poco más y me arreglaba más. Llevaba vestidos muy escotados del torso y mantenía mi cabello recogido para que mi cuello estuviese al descubierto.
— Las tendré dentro de poco — Me informó después de leer.
— ¿No hará alguna celebración? — Pregunté, aún de pie frente a su escritorio.
— Tengo mucho trabajo, las celebraciones son engorrosas, tendré que hacer otro viaje pronto a las empresas.
— ¿Cuándo se va? — Me tensé ante la idea, me estaba costando permanecer lejos de él.
— A mitad de otoño.
— Ya estamos en otoño.
— Sí, todo se ha tornado más frío y las hojas se están desprendiendo — Comentó, su cabello estaba peinado hacia atrás y su barba recortada, la camisa que tenía dejaba un poco de su pecho al descubierto.
— ¿Consiguió una forma de mantener las plantas?
¿Cuándo iba a besarme? ¿Cuándo se decidiría a tomarme como esposa? Me estaba impacientando, mi cama se estaba sintiendo demasiado grande, muy vacía y fría, necesitaba calor, calor de otro cuerpo, no sabía que me ocurría, pero mi cuerpo estaba muy alterado, despertaba ansiosa y en mis sueños Sebastian me besaba y paseaba sus manos por mi piel, sentía mi entrepierna muy sensible, muy caliente y no entendía lo que me aquejaba.
Incluso me atreví a tocar ese sitio y estaba muy empapado, no entendía nada.
Me creía enferma en ocasiones.
— Planeo llevarlas al sótano.
— ¿Cómo hará para mantenerlas vivas?
— Trataré de acondicionar el sótano lo mejor posible, antes de partir lo dejaré listo — Dijo, pasando los papeles, definitivamente, ese hombre puede que fuese detallista, amable, pero yo no le gustaba en lo absoluto, porque no me quería ni besar.
— ¿Estará mucho tiempo fuera?
— No lo sé, pero puede que vuelva en el invierno.
— Le ayudaré a organizar el sótano, a cuidar las plantas también — Dije, con una sonrisa amable.
— Gracias, apreciaría su ayuda.
Me sorprendió que no me rechazara.
— Llegaron otras cartas de su hermana ¿Ésta vez si va a responder? — Colocó dos sobres frente a mí.
— No lo sé.
— Lealas, no pierde nada con eso.
Tomé asiento y abrí los sobres.
— Quiere mi permiso para venir a visitarme — Dije, después de leer las cartas.
— ¿Qué hará al respecto?
— Nada.
— Responda, así sea en negación — Me tendió un papel y un tintero con una pluma.
Puede que pudiera perdonar a mi hermana, pero jamás sería igual a antes. Decidí escribir en respuesta, negando la posibilidad, necesitaba tiempo y no quería a Dorian en mi mansión.
Sebastian selló la carta.
— Vamos al sótano.
— ¿No está ocupado?
— Dejaré esto en pausa para poder hacerlo — Dijo, levantándose del escritorio y le seguí.
Ordenó a Miguelo y a otros dos sirvientes sacar las plantas del vivero, las que no estaban adaptadas al invierno y empezaron a llevarlas al sótano, usando externa que estaba cerca de las caballerizas.
Bajé las escaleras junto a Lord Sebastian cuando los sirvientes terminaron de trasladarla y acomodarlas en dos mesas de madera.
El lugar estaba lleno de polvo y telarañas.
Las sirvientas también ayudaron a barrer, yo también quité algunas telarañas.
— ¿Cómo hará para mantener el sitio cálido? — Le pregunté cuando quedamos en soledad.
— Estoy pensando en algunos hornos y un sistema de riego por tuberías, espero que sobrevivan sin luz solar por los meses que vienen.
— Es un riesgo — Dije, observando la orquídea, me acerqué a ella — Si mejoro.
Sentí el calor de Sebastian detrás de mí y mis vellos se erizaron, me dió escalofríos.
— Por supuesto, solo necesitaba amor, cariño.
Mi escalofrío aumentó y me abracé.
— Hace mucho frío aquí — Disimulé.
Él se pegó más y me estremecí un poco.
Me abrazó desde atrás.
— ¿Así está mucho mejor? — Preguntó contra mi oído y mi cuerpo empezó a sufrir de nuevo, sentí la dureza contra mí espalda baja — Debe empezar a llevar ropa más cubierta, ya hace más frío — Susurró contra la piel de mi cuello.
— ¿Le importa?
— No quiero que se enferme.
— Ya estoy enferma — Dije y sus brazos se tensaron.
— ¿Qué tiene? ¿Por qué no me dijo nada antes?
— Porque no se que es lo que tengo.
— ¿Le duele algo?
Las palpitaciones comenzaron y no precisamente en mi pecho.
Me giré como pude.
Su rostro estaba desconcertado.
Era un hombre tan varonil, tan guapo, no quería que buscara a otra mujer, porque seguramente muchas mujeres lo encontraban atractivo y tal vez deseaban ser sus amantes.
Tocó mis mejillas — ¿Qué sucede?
— No lo sé, mi cuerpo... Mi cuerpo esta extraño, siente cosas y no se como dejar de sentirlo o calmarlo.
— ¿Qué siente?
— Siento como fiebre, pero no se que es — Mi respiración se atoró — Siento que me quemo por dentro y no puedo apagar...
— Mi lord, faltó esta planta.
Sebastian se apartó de mí, con su expresión intensa y fue a tomar la planta, se trataba de la planta carnívora, había varias con sus dientes abiertos.
— Gracias, necesito que me ayudes con lo demás.
— Claro, señor.
...****************...
No podía dormir, giraba de un lado a otro sobre la cama, observaba mi lado vacío y me sentí el impulso de ir a la habitación de mi esposo, para dormir con él, tal vez podría convencerlo de dormir juntos, por lo menos eso.
No, él no me dejaría.
Observé hacia el techo y me quedé pensativa.
Antes de dormir pedí un té con hierbas para dormir y la ama de llaves me recomendó un brebaje con muchas mezclas de plantas. Sabía horrendo y no estaba haciendo ningún tipo de efecto.
La puerta se abrió y me apoyé de mis antebrazos, con la mirada fija en la silueta esbelta y musculosa que se acercó al pie de la cama.
Lord Sebastian me observó desde allí, tenía unos calzones y una camisa holgada color blanca, su cabello estaba mojado.
Se trepó y mi cuerpo reaccionó, sintiéndose como la mayoría de las veces que lo tenía cerca.
Se inclinó cuando estuvo cerca.
Acercó su rostro y posó su boca en la mía.
Me quedé quieta, inmóvil, sin entender que tenía sus labios en los míos.
Se me escapó un jadeo y cerré mis ojos.
Empezó a moverlos, las caricias de sus labios eran un poco afanosas, se sentía suave, carnoso y rasposo por los vellos de su bigote y su barba.
Succionó y rozó sus dientes en mi boca.
Me la abrió y me sobresalté al sentir su lengua dentro, explorando. Mi cabeza cayó sobre la almohada.
No podía respirar, no sabía como.
Me dolían los labios por su maltrato.
Mi corazón ya no podía latir más rápido y mi entrepiernas se tornó más adolorida.
Su lengua danzó en busca de la mía.
Sabía dulce, era cálida, muy cálida.
Moví mis labios como pude, mientras mis manos se enterraba en la manta sobre mi pecho.
Él se separó, con la respiración agitada y tiró las mantas para meterse debajo de ellas.
Me sentía muy nerviosa y más cuando se colocó de lado y pegó su cuerpo al mío.
Me rodeó con sus brazos.
Nuestras miradas nunca se rompieron.
Volvió a besarme, devorando mi boca.
Se apartó un poco — Mueva la boca a mi ritmo.
Volvió a besarme e hice lo que me pidió.
Moví mi boca, rozando sus labios, mis manos no pudieron quedarse quietas, enterré las manos en su cabello, sintiendo sus lisos mechones entre mis dedos.
Dejó de besarme y repartió besos por mi mandíbula, por mi cuello también, lamidas y roces de dientes.
Cerré mis ojos, apretando las piernas cuando el hormigueo aumentó.
Su cosa dura se encajó en mi costado.
Busqué con mis manos y la toqué por encima de sus calzones, la recorrí entera, era muy duro, muy largo.
Él se tensó y me apartó la mano.
— No hagas eso.
— ¿Por qué? — Jadeé, girando mi cuerpo para quedar frente a frente, entre sus brazos.
— Porque eso hace que me descontrole un poco.
— ¿Cómo así?
— Es excitación y llega a un punto que es incontrolable. Hace que actúe un poco salvaje.
— No entiendo — Estaba cansada de no poder hacerlo.
— Eso que sientes, ese calor entre tus piernas es eso, es como lo que siento y lo que hace que se torne así — Se frotó en mi muslo.
— ¿Y eso qué función tiene?
Tocó mi rostro — Es para facilitar la unión, para que no sea doloroso.
— Pero, yo ya siento dolor.
— No, eso no es dolor, eso es placer.
Me sorprendí — Pero, usted dijo que las esposas no sentían eso y que los esposos debían buscar eso en otras partes.
— Olvídelo, toda mujer puede sentir placer.
— ¿Y por qué buscan amantes?
— Porque los esposos son unos idiotas, porque no se dedican a que ellas sientan lo mismo, les echan la culpa por insípidas, cuando son ellos que no saben como tratarlas — Tocó mi labio con su pulgar, sentía un peso en el pecho — Por eso acuden a cortesanas experimentadas para sentir más satisfacción, es lamentable que nuestra sociedad sea tan mediocre.
— Entonces son los esposos los que están mal.
Soltó una risa que jamás había escuchado.
— Así parece.
Volvió a besarme y rozó sus dientes en mi nariz, se obligó a apartarse de una forma que no comprendí.
Tocó en mi muslo y me llené de nervios, subió más arriba.
— No... ¿Qué hace? — Me sentí un poco abrumada.
— Emiliana, solo quiero mostrarle.
Su mano terminó en la cima.
— No... — Le aparté la mano, un poco asustada.
— ¿Qué sucede? — Se extrañó.
— No.
Me estaba sintiendo un poco cansada, mis ojos se sentían pesados, supe que el brebaje estaba funcionando.
— ¿Por qué dice que no? — Me observó.
— Lo siento... Me da un poco de miedo — Balbuceé, adormilada.
— No se preocupe — Me dió un beso.
— Sebastian... ¿Esto significa que si me va a tomar?
— No puedo seguir huyendo de usted, necesito besarla, tocarla, estar dentro de usted, porque la deseo mucho — Confesó contra mi oído, mis ojos ya no aguantaban — Quiero que aprenda de mí, ambos nos vamos a satisfacer mutuamente — Mordió el lóbulo de mi oreja.
Me dormí sin poder evitarlo.
Tuve un corto sueño, Dorian y Eleana estaban frente a mí, se tocaban y se besaban.
Dorian me observó después de dejar de besar a mi hermana y se burló de mí.
— Eres una tonta, una ingenua, demasiado ilusa y por eso preferí a Eleana.
— Dorian — Gruñí, enojada, sin poder acercarme a darle un merecido.
Desaparecieron y sonreí cuando me hallé en el vivero, con Sebastian cerca de mí.
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Desperté, completamente sola, sin Sebastian a mi lado.
Recordé que me dormí y que no pude concretar nada con él. Toqué mis labios, al menos me besó y no solo eso, fue un beso que me elevó, me hizo sentir tantas cosas.
Me percaté de que lo que sentía por Dorian no era más que una tonta ilusión. Con Sebastian tenía todo tipo de emociones y sensaciones, con solo escuchar su voz, con verlo, mi corazón era un desastre y mi cuerpo un manojo de nervios.
Él me gustaba mucho y estaba tan felíz por eso.
La doncella entro para alistar mi ropa y preparar mi baño.
Me bañé con agua caliente y me vestí con un vestido y un abrigo de lana gruesa, dejé mi cabello a medio recoger y bajé al comedor.
Mi sonrisa se borró cuando no hallé a mi esposo en su sitio.
Pensé que tenía mucho trabajo así que no pregunté a las sirvientas.
Comí muy animada y luego fui al estudio, toqué pero no hubo respuesta, después de tres toques abrí.
No estaba.
Caminé hacia el vestíbulo.
— Disculpe ¿Ha visto a mi esposo? — Pregunté al mayordomo.
— ¿No le informó?
— ¿Qué cosa? — Mi expresión se llenó de desconcierto.
— Se marchó, adelantó su viaje.
— ¿Y eso por qué?
— No lo sé, mi lady, el señor suele hacer ese tipo de cosas en ocasiones, tal vez quiere adelantar sus asuntos.
Ni siquiera se despidió de mí.