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Eros, ¿Un Dios Distraído?

Eros, ¿Un Dios Distraído?

Status: Terminada
Genre:Romance / Completas / Malentendidos
Popularitas:4.2k
Nilai: 5
nombre de autor: Maria Esther

Existen muchas probabilidades que la muerte de cada uno de nosotros dé lugar a problemas de orden legal. El fallecimiento de una persona puede implicar el pago de una doble indemnización con cargo a una póliza de seguro. Esta misma póliza puede contener una cláusula en la que se señale que la compañía no pagará un solo centavo si el beneficiario se suicida dentro de los dos años siguientes a la fecha de entrada en vigor del documento.

NovelToon tiene autorización de Maria Esther para publicar essa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

La huida de Kendra.

Martínez le hizo un gesto amistoso, abrió la puerta del despacho y una vez en el pasillo apretó el paso.

Araceli García se presentó en el despacho, nada más llegar a este el abogado

Lo mejor que podemos hacer es irnos de una vez para poder alcanzar a Kendra Rodríguez cuando baje del avión.Araceli García sonriendo dulcemente al tiempo que se echaba su abrigo encima repuso:

Tienes razón, Cleofas, vámonos inmediatamente.

En marcha pues, Araceli.

Paquita Carranza quién se encargaba de todos los vuelos de Martínez al norte de la frontera mexicana, daba la impresión de ser a primera vista una joven y despreocupada mujer, casada felizmente con un indulgente esposo.

Solamente, con una inspección más detenida, descubría el observador la energía que había en sus pequeñas y bien modeladas manos. Sus ojos tenían centellos de acero. Pero ni la persona más observadora hubiera podido adivinar que ella había pilotado aviones sobre el Atlántico en tiempos de guerra, ni que había enseñado a muchos hombres táctica y estratégica aérea. Paquita se pasaba la mayor parte del tiempo en el aire; su marido, un hombre que sentía verdadero delirio por ella, experto mecánico procuraba que los aparatos que pilotaba su esposa se mantuvieran perfectos.

Paquita hizo un perfecto aterrizaje justamente cuando Martínez maniobraba para aparcar su coche.

Paquita se dirigió hacia Martínez y Araceli García nada más verlos. Luego paró el motor de estribor abriendo la portezuela del pequeño avión.

Martínez y Araceli subieron a bordo. Paquita puso en marcha el motor que había parado informando a la torre de control y haciendo avanzar la aeronave por una de las pistas de cemento.

¿A Phoenix?, preguntó.

A Phoenix, sí, respondió Martínez. Y no andamos sobrados de tiempo precisamente. Si no establecemos contacto con el avión de Las Vegas en Phoenix, tendrás que llevarnos a El Paso.

No te preocupes, dijo Paquita, puede hacerse.

La joven revolucionó los motores, efectuando las comprobaciones de costumbre antes del despegue. Habiendo recibido de la torre de control las instrucciones oportunas, Paquita efectuó una correcta maniobra y a los pocos momentos se encontraban en el aire.

Araceli García se recostó en su asiento, comentando:

Bien, la cosa marcha perfectamente.

Hasta ahora, reposo Martínez, lacónico.

La avioneta apuntaba hacia una azulada masa montañosa que se elevaba por la banda de babor. Los últimos rayos del sol proyectaban largas sombras sobre la Tierra.

Tuvimos suerte, manifestó Paquita. Acababa de llegar, procedente de Las Vegas. Llené los tanques de combustible y despegué.

Martínez abrió la voluminosa cartera de mano que llevaba consigo, sacando una radio muy potente de pequeño tamaño.

¿Supondrá una interferencia para la navegación si oigo ahora las noticias?, inquirió.

Paquita movió la cabeza a un lado y a otro.

Quiero oír el boletín de noticias de las 6, si puede ser.

Adelante, tienes treinta segundos. Acuérdate de que en este viaje perderás una hora. En El Paso los relojes van adelantados sesenta minutos con respecto al horario de aquí.

Lo sé, replicó Martínez, manipulando en la radio.

El locutor dio un resumen de la situación internacional; luego, hizo algunos comentarios sobre una colisión automovilística que había costado la vida a cinco personas. Finalmente dijo:

"Ha desaparecido en circunstancias misteriosas una mujer de Los Ángeles aquí en la policía deseaba interrogar con respecto a la muerte de su marido, que murió envenenado hace unos 13 meses.

Se ha sabido que la mujer en cuestión se presentó en su banco. Del cual, retiró una suma de dinero relativamente grande. Seguidamente, se trasladó al aeropuerto en un taxi. En el aeropuerto, sin embargo, apareció desvanecerse. No hay constancia de que haya tomado un avión utilizando su nombre, la policía cree que utilizó otro supuesto.

En estas condiciones, su huida demuestra su culpabilidad, el fiscal del distrito desea someterla a un interrogatorio".

"La policía se negó a hacer comentarios sobre el caso que le afecta. En la oficina del fiscal del distrito se limitaron a decir: La necesitamos aquí para interrogarla". Habiendo solicitado los periodistas más detalles, el funcionario de dicha oficina sonrió enigmáticamente contestando: "Sin comentarios".

Martínez se volvió hacia Araceli García, apagó la radio guardándola de nuevo en su cartera.

¿Era eso lo que querías oír?, preguntó Paquita.

Eso era, sí, contestó el abogado.

¿Qué pretendes?, ¿adelantarte a la policía?

Martínez sonrió:

Es lo que espero conseguir, de momento.

La avioneta volaba, las montañas tenían cumbres que quedaban a más de 3000 metros sobre el nivel del mar.

Martínez señaló una línea de palmeras muy derechas.

¿Cómo es que se encuentran ahí esos árboles?, preguntó Araceli.

El agua es de origen subterráneo, explicó Martínez. Yo pienso que si supiéramos algo más acerca de ella, sabríamos también muchas más cosas sobre la superficie de la Tierra... Ahí a lo lejos, a la derecha podrías ver la apagada luz del mar de Selton, una masa líquida que está a unos 70 m por debajo del nivel del océano. El desierto se descubren cosas sorprendentes.

Araceli García repuso:

Sé muy bien que el desierto te inspira un gran interés, jefe... Sin embargo, ¿no podrías recostarte en tu asiento y relajarte para descansar un sueño de unos cuantos minutos?

Martínez denegó con un gesto.

Estoy demasiado excitado, Araceli.

¿Por qué crees que nuestra cliente hizo esta tontería?

Sabemos que fue a ver a Walter Ortiz antes de partir y a mí se me ha metido en la cabeza la idea de que Walter pudiera ser el villano de la comedia. Pero lo de menos es descubr

ir la razón de su conducta. Nosotros, simplemente, hemos de establecer contacto con ella antes de que sea localizada por la policía.

¿Y qué podemos hacer cuando la encontremos?

Tendré que pensar en algo.

Vas a tener trabajo.

Ya me lo figuro, admitió Martínez.

Araceli García habló con como si estuviese reflexionando:

Esa mujer se trasladó al aeropuerto adquiriendo el pasaje de una joven desconocida, por el que pagó una bonificación de $150. Jefe: ¿Tú no crees que ella intente realmente huir dirigiéndose a Sudamérica?

Martínez se encogió de hombros.

Nuestros clientes suelen hacer cosas muy extrañas, manifestó, hay algunas que se pueden prever, que se estiman posibles; hasta normales... El cliente de turno, a lo mejor, te oculta un hecho básico; también prefiere, a veces, guiarse de su juicio personal, que antepone al de uno. En ocasiones, incluso, lleva a cabo un movimiento insospechado, que afecta al planteamiento de su caso, sin previa consulta... Casi siempre se trata de una estupidez.

Aparte de eso, nunca se puede saber qué es lo que un cliente hará en determinada situación. Su conducta resulta imprevisible, en suma.

Paquita sonrió.

Recuerda que yo soy una de tus clientes, Cleofas.

Y, claro, no hay manera de prever lo que harás.

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