Un grupo de extraños, atraídos por razones misteriosas a un pueblo olvidado en las montañas, descubre que el lugar oculta más de lo que parece. El pueblo, en apariencia inofensivo, está marcado por una tragedia oscura de la que nadie habla. Poco a poco, cada miembro del grupo comienza a experimentar visiones y fenómenos que erosionan su sentido de la realidad. Mientras luchan por descubrir si todo es producto de sus mentes o si una entidad maligna acecha, enfrentan la posibilidad de que quizá nunca podrán escapar de lo que desataron.
NovelToon tiene autorización de 2AO'LBTG para publicar essa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
Capítulo 15: El Umbral de la Oscuridad
La puerta de piedra se abrió con un chirrido ensordecedor, revelando una caverna sumida en una oscuridad tan densa que parecía viva. Erika sintió el peso de esa oscuridad presionando contra su pecho, robándole el aliento. El aire era pesado, cargado de una energía siniestra que hacía que cada paso fuera un desafío.
A pesar del miedo, Erika avanzó. Sus pasos resonaban en el suelo de piedra, el eco rebotando contra las paredes invisibles de la caverna. Solo una débil luz proveniente de su linterna iluminaba el camino, aunque parecía apenas arañar la superficie de las sombras. La oscuridad absorbía la luz, tragándola como si nunca hubiera existido.
Mientras caminaba más adentro, comenzó a notar que las paredes ya no eran solo piedra; estaban cubiertas de lo que parecían ser raíces negras, retorcidas y vibrantes, como si tuvieran vida propia. Eran parte del mal que habitaba en ese lugar. Erika se detuvo un momento para observarlas, y al acercarse, vio que las raíces palpitaban al ritmo de algo profundo, un latido oscuro que resonaba en todo el espacio.
—Este lugar... —murmuró, sintiendo cómo la desesperación se apoderaba de ella—. Es como si la montaña misma estuviera viva.
De repente, un sonido leve interrumpió sus pensamientos. Era un susurro, pero esta vez no eran voces. Era algo más. Algo que se movía en la oscuridad. Erika apretó la linterna en su mano, enfocando el haz de luz hacia donde había escuchado el ruido. Pero no vio nada.
—Debo mantenerme en movimiento —se dijo a sí misma, tratando de calmar su respiración.
Continuó caminando, adentrándose más en la caverna. El frío se hacía más intenso a medida que avanzaba, y la sensación de ser observada se volvía insoportable. Podía sentir ojos invisibles siguiéndola, pero cada vez que se giraba, solo encontraba vacío.
Finalmente, después de lo que parecieron horas, llegó a un amplio espacio abierto dentro de la montaña. El centro de la caverna estaba ocupado por una enorme estructura de piedra, un altar, cubierto de símbolos y runas que brillaban débilmente con un resplandor rojizo. El segundo altar.
Erika sabía que había llegado al lugar que tanto temía.
—Este es el origen de todo... —susurró para sí misma.
Antes de que pudiera moverse, una voz profunda y gutural resonó en la caverna. Era una voz que no provenía de ningún lugar específico, sino de todos lados a la vez.
—Has llegado, Erika. Te estaba esperando.
El terror que Erika sentía hasta ese momento se multiplicó. Esa voz no era como las anteriores. No era un susurro amigable o una advertencia. Era una presencia, algo mucho más oscuro y antiguo que cualquier cosa que hubiera enfrentado antes.
—¿Quién eres? —gritó Erika, tratando de mantener la calma. Su voz temblaba, y el eco de su grito reverberó en las paredes de la caverna.
—Soy lo que siempre ha estado aquí —respondió la voz, mientras una sombra gigantesca comenzaba a materializarse sobre el altar—. Soy la oscuridad que ha sido sellada en estas montañas. Y tú, Erika, eres quien ha roto ese sello.
La sombra se alzó, tomando forma frente a ella. Era una figura humanoide, pero distorsionada, con extremidades largas y retorcidas. Sus ojos brillaban como brasas ardientes, y su boca se torcía en una sonrisa grotesca. El mal puro emanaba de esa criatura.
—Has venido a destruirme, ¿no es así? —dijo la criatura, avanzando lentamente hacia Erika—. Pero no puedes hacerlo sola.
Erika dio un paso atrás, su corazón palpitando en sus oídos. El miedo era paralizante, pero sabía que no podía huir. No ahora. Había prometido liberar a su hermano, y no podía retroceder.
—No estaré sola —replicó Erika, con la voz quebrada pero decidida—. Mi hermano está aquí, y me guiará.
La criatura soltó una carcajada que hizo temblar las paredes de la caverna.
—¿Tu hermano? —se burló—. Ese espíritu débil es tan solo una sombra de lo que fue. ¿Crees que puede enfrentarse a mí?
Erika apretó los puños, sintiendo cómo la desesperación comenzaba a transformarse en rabia. No podía permitir que esa cosa la intimidara. No después de todo lo que había pasado.
—No me importa lo que digas —dijo Erika, dando un paso hacia adelante, enfrentando a la criatura—. Yo haré lo necesario para destruirte y liberar a mi hermano. Ya no tengo miedo.
La criatura observó su determinación con curiosidad, inclinando la cabeza hacia un lado.
—Muy valiente, pequeña humana. Pero esa valentía no te llevará muy lejos.
Sin previo aviso, la criatura se lanzó hacia Erika, sus manos alargadas intentando atraparla. Erika esquivó por poco, rodando por el suelo mientras sentía el aire cortarse por la velocidad de la criatura.
El terror se disparó en su interior, pero algo más la impulsaba a moverse. Su instinto de supervivencia, su deseo de salvar a su hermano y su propia vida.
—¡Ahora! —gritó Erika, corriendo hacia el altar. Recordó lo que había hecho en el primer altar, el cristal que había destruido. Si podía encontrar la fuente de poder en este altar, tal vez tendría una oportunidad de acabar con la criatura.
Sin embargo, antes de que pudiera alcanzarlo, la criatura volvió a atacarla, esta vez logrando golpearla con una de sus extremidades. Erika fue lanzada contra una de las paredes, sintiendo un dolor agudo atravesar su espalda. Gritó de dolor, pero rápidamente se obligó a ponerse de pie.
La criatura se acercaba lentamente, saboreando su inminente victoria.
—Este es el fin, Erika —dijo la criatura, sus ojos brillando con malicia—. No hay escape para ti.
Erika, herida y agotada, sabía que tenía que actuar rápido. Sus ojos recorrieron el altar, buscando algo, cualquier cosa que pudiera ayudarla. Y entonces lo vio: en el centro del altar, brillando con un resplandor tenue, estaba otro cristal, similar al que había destruido antes.
—Ahí está… —susurró.
Con el último vestigio de fuerza que le quedaba, Erika corrió hacia el altar. La criatura se lanzó hacia ella nuevamente, pero esta vez, Erika fue más rápida. Saltó sobre el altar, agarrando el cristal con ambas manos.
—¡No puedes detenerme! —gritó, y con todas sus fuerzas, aplastó el cristal contra el altar.
El sonido que siguió fue ensordecedor. La caverna comenzó a temblar, y la criatura soltó un aullido de dolor. El altar se agrietó, y una luz cegadora llenó el lugar.
Erika cayó al suelo, sintiendo cómo la energía oscura comenzaba a disiparse. Sabía que había ganado. La oscuridad se desvanecía, pero algo en su interior le decía que la verdadera batalla apenas había comenzado.
con tal no le pase nada
Desde el primer instante me tiene al filo de la butaca.
Solo una duda que pasa con el hermano de Erika desde el momento en en qué liberan al ser de luz deja de salir en la trama del libro.
Y que pasa con los compañeros que van con Erika a la expedición.