Atracción Encubierta

David, al terminar la llamada, tenía una sonrisa genuina en su rostro. Estaba convencido de que haría lo imposible por ganarse el afecto de Rose. Sabía que al principio ella mostraría su negativa e incluso lo odiaría, pero él estaba dispuesto a ser paciente. Era la madre de su futuro hijo o hija y la única mujer que tendrá sus descendientes

Miro nuevamente el número que le dio la amiga de Rose. Podría ser un hombre enfermo, pero nadie cuestionaba su inteligencia, excepto su padre. Así que, con una sonrisa, llamó a la asistente de Rose.

-- Hola, buen día. Mi nombre es David Spencer –Melisa, la asistente de Rose, escuchó atentamente la llamada. Sabía que el hombre al otro lado de la línea era importante, ya que desempeñaba un papel crucial en el proyecto de la empresa.

-- Mucho gusto, señor Spencer. ¿En qué puedo ayudarle? –preguntó Melisa con interés. David comenzó a ejecutar su plan.

-- Como sabes, hace poco tuve una reunión con la señorita Brown sobre el proyecto.

-- Claro, lo recuerdo –respondió Melisa.

-- Como bien sabes, estuve en la oficina de tu jefa organizando algunos detalles sobre la reunión, pero ella me dio su número celular personal. Sin embargo, al intentar anotarlo, creo que lo escribí mal—Melisa guardado silencio sabía que mucho había intentado sacarle el número de su jefa y puede que el señor Spencer no sea la excepción—no tengo la autorización de dar esa información –contesto

David tomó una respiración profunda y se imaginó que algo así ocurriría.

-- Entiendo tu desconfianza, pero para hacer más creíbles mis palabras, te diré los primeros números, ya que solo me falta confirmar el último –concluyó David, a lo que Melisa accedió.

Melisa escuchó atentamente y se sorprendió al reconocer que los números coincidían con el número de su jefa.

-- En mi afán de apresurarme, no anoté el último número. Dime, ¿es un 9 o un 8? –preguntó David, analizando el patrón de números. Melisa tenía dudas al responder, pero recordó cómo su jefa había dado acceso a su oficina al señor Spencer como a la señorita Emile, así que se arriesgó y dijo: –Es un 9, el último número es 9 –David sonrió.

-- Gracias, no olvides tu ayuda –tras una cordial despedida, ambos colgaron la llamada

Rose había terminado su jornada laboral y regresó a su departamento. Aún no podía creer cómo, por la mañana, no tenía ninguna preocupación, y ahora se enteraba de que sería madre y de que el padre del niño o niña estaría permanentemente en su vida. Suspiró mientras se quitaba los tacones y soltaba su cabello de la coleta que llevaba.

Ella era una mujer que valoraba su independencia, por lo que nunca le gustó tener personas que se encargaran de sus asuntos. Cuando necesitaba que su departamento fuera limpiado, contrataba a una agencia para hacerlo. Respecto a la comida, su asistente siempre estaba pendiente de su alimentación y le enviaba comida a domicilio cuando era necesario.

Después de tomar un baño, se preparó una taza de té para relajarse. Tenía ganas de comer solo una galleta, pero recordó que ya no estaba sola y tenía a otro ser creciendo dentro de ella, y era responsable de su bienestar. Así que abrió la nevera y vio que tenía bastante comida congelada. Tomó una, la colocó en el horno, y dijo: "Te prometo que comeremos mejor más adelante". Se acarició el vientre y sintió una gran alegría al saber que ya no estaría sola.

-- Me dirás que estoy loca, pero creo que ya te quiero mucho –dijo con una sonrisa. –Y créeme que no se lo digo a todo el mundo –añadió en tono juguetón–. ¿Será este sentimiento normal? –se cuestionó, ya que desde que supo la noticia, después de la sorpresa inicial, había sentido crecer una ilusión en su interior.

El sonido del horno la sacó de sus pensamientos, y sacó la comida. Sin embargo, el sonido de su celular llamó su atención. Era un mensaje de un número no registrado. Leyó el mensaje: "Hola, ¿cómo estás?" Pero como un rayo que atravesó su mente, recordó quién podría ser.

-- Si no contesto, no sabrá que soy yo –dijo en voz alta, ya que Emile le había contado que el único número que no le dio fue el último, para que David lo buscara. Mientras estaba a punto de darle la primera probada a su ensalada de pollo, recibió otro mensaje.

-- Rose, soy David, y sé que es tu número. No te escondas –David escribió el mensaje mientras estaba acostado, sabiendo que la única forma en que Rose le respondería era probándola, ya la estaba conociendo.

-- No me escondo de ti, simplemente no veo la necesidad de contestarte –respondió Rose, mientras guardaba el número de David y lo nombraba como "El tonto padre de mi bebé".

-- Solo quería saber si ya cenaste –escribió David con una sonrisa. Rose no le respondió con palabras, solo envió una foto de su comida.

-- ¿Comida calentada? ¿En serio, Rose? Eso no es bueno. Sabes lo cancerígeno que puede ser –Rose abrió los ojos al ver cómo David le envió un texto extenso donde explicaba lo perjudicial de la comida congelada, incluso compartió enlaces de médicos que lo respaldaban.

-- Solo lo haré por hoy, tranquilo. Mañana contrataré a alguien para que me cocine –escribió Rose. David frunció el ceño al leer esto. No podía creer que esta mujer estuviera alimentándose de comida congelada. Tenía que cuidar más de ella.

--te dejo, estoy cansada—escribió nuevamente Rose. Él quería decirle que cuando apartaría la cita con el doctor, arrugo su ceño tiene que ser doctora y que esta no le gusten las mujeres, no quería que nadie la enamorara, ya que sería muy difícil seducirla—descansa, entre poco nos vemos—escribió, no quiera darle mucha información, pero ya su primo le había dicho que toda estaba marchada bien en la actualización de edad en sus documentaciones

Al día siguiente, David tenía que ir al registro para firmar su nueva identificación y con eso tendría 30 años y luego se mudaría para estar en el mismo edificio que Rose. Esto lo ponía nervioso y ansioso al mismo tiempo. Era la primera vez que luchaba tanto por una mujer. Dejó el celular con una sonrisa y tomó un libro que encontró, "Cómo Seducir a una Mujer".

Rose miro a su celular” entre poco nos vemos” no entendía porque, pero ese mensaje le daba mala espina, que estaría tramando—mejor descansa hoy fue un día largo y lleno de sorpresa—se dijo entre un suspiro mientras botaba los restos de comida y se dirigía a la cama

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