Gia es una hermosa mujer que se casó muy enamorada e ilusionada pero descubrió que su cuento de hadas no era más que un terrible infierno. Roberto quien pensó que era su principe azul resultó ser un marido obsesivo y brutal maltratador. Y un día se arma de valor y con la ayuda de su mejor amiga logra escapar.
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Capítulo 19 – Llegan las sombras
Steven llegó a Ciudad Luz en su automóvil , llegó a un hotel y se estaciono, bajo con una mochila discreta al hombro y una gorra negra que ocultaba parte de su rostro. Había viajado y no pensaba identificarse como policias. Si alguien preguntaba, diría que era técnico en seguridad privada. Su filosofía era que la discreción era la única forma de hacer las cosas bien.
Había dejado sus cosas en la habitación, y se había dirigido a recorrer el terminal, para cuando termino no tenía absolutamente nada sólido con qué empezar. Solo seguía su intuición, con la imagen borrosa de la cámara del terminal de Ciudad Cielo, y la información escasa que tenía.
Gia no tenía familia en Ciudad Luz. La unica familia que tenía según lo que le había contado Roberto era la tía. Y si alguien la había ayudado, como sospechaban, seguro también se había ocupado de que no dejara rastros.
Steven pasó por una cafetería modesta en la avenida principal y pidió un café negro. Abrió su libreta y repasó sus notas. Las fechas coincidían. Había llegado un día antes de que se reportara la desaparición oficialmente. No registró domicilio, no hubo retiros bancarios, ni llamadas desde su número. Nada.
Sacó su celular y revisó sus mensajes. Cuatro llamadas perdidas de Roberto. Y un mensaje de voz. Lo escuchó, ya sabiendo el tono que tendría.
—¿Dónde carajo estás? Necesito respuestas,
Steven. No me puedes dejar colgado. ¿Por qué diablos no me contestas? Si ya estás en Ciudad Luz y la viste, dime. Si no, muévete más rápido. No puedes decirme que no hay nada. ¡Tiene que haber algo! Encuéntrala. Ya.
Esto que me hizo se lo voy a cobrar caro.
Steven cerró los ojos y apretó los dientes. Roberto estaba entrando en esa fase… la de la rabia ciega. La del ego herido disfrazado de amor.
Guardó el celular y salió de la cafetería. Caminó varias cuadras hasta el hotel donde había reservado bajo otro nombre. Mientras subía las escaleras, su mente trabajaba sin descanso.
"Ella tiene que haber tenido ayuda local. Un contacto, aunque fuera mínimo. No se llega a una ciudad así sin un lugar seguro".
Esa noche, frente a una pizarra improvisada con hilos de conexión, Steven comenzó a marcar hipótesis.
Gia usó un nombre falso.
Es probable que llegara a Ciudad Luz con ayuda externa.
Debe estar trabajando.
Debe estar evitando las cámaras.
Según Roberto no ha cambiado su apariencia.
Y él, en el fondo, sabía que no debía estar ayudando a Roberto. Pero si no lo hacía, alguien peor lo haría por él.
Al día siguiente, visitó la terminal nuevamente y mostró la foto borrosa que tenía de Gia a uno de los vigilantes. Nadie la reconoció. Nadie la había notado. Era como un fantasma.
—¿Algo más que quiera revisar, señor Méndez? —preguntó el encargado con voz cansada.
Steven negó.
—No. Gracias.
Salió a la calle y se detuvo en la acera. Miró la ciudad expandirse frente a él. Ríos de gente, autos, voces, caos. Si Gia estaba allí, lo había hecho con precisión.
Y él… iba a necesitar algo más que intuición para encontrarla. Porque ahora sabía algo que no podía ignorar que Gia Greco no quería ser encontrada.
Y estaba dispuesta a todo por seguir libre.