novela nueva
NovelToon tiene autorización de milva para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
capitulo 19 Ducado
El carruaje se detuvo frente a las puertas del Ducado de Thalnor. Grande, imponente, con banderas que ondeaban como si me recordaran lo insignificante que era.
Yo lo miraba con cara de "linda cárcel tenés, Archiduque".
Él, como siempre, no decía nada.
Félix bajó primero. Todo elegante, con esa presencia de drama coreano nivel emperador que camina con viento incluido. Luego me hizo una seña para que bajara yo.
—¿No vas a ayudarme a bajar? —pregunté, medio en broma, medio indignada.
—No sos una princesa —respondió sin siquiera mirarme.
Y ahí estaba. La frase. El golpe directo al orgullo.
Ok, Félix. Primera sangre para vos. Pero la guerra apenas empieza.
Bajé sola, con la capa volando dramáticamente. Si iba a ser humillada, al menos lo haría con estilo.
Entramos. Los sirvientes del ducado se inclinaron. Algunos me miraban raro. Otros murmuraban.
—¿Es ella?
—¿La de la pelea con Sabrina?
—¿La que se escapó antes de cumplir el castigo?
Perfecto. Ya era famosa.
Subimos una escalera larguísima. Yo intentaba no pisarme la capa. No por elegancia, sino porque si me caía en ese momento, me tiraba por la ventana y listo.
Félix me llevó hasta una habitación.
—Esta será tu habitación —dijo seco.
Miré el cuarto. No estaba mal. Ropa sencilla, cama cómoda, un mueble para guardar lo poco que tenía.
—¿Y cuál es exactamente mi tarea como “doncella personal”? ¿Limpiarte las botas? ¿Cantarte para dormir?
Se giró lentamente.
—Tu tarea es estar donde yo esté. Ayudar en lo que ordene. Y no hacer escándalos.
—¡Pero escándalos me siguen solos! —respondí como si fuera lo más lógico del mundo.
No respondió. Me miró con esos ojos entre gris y azul, serios pero con algo escondido. Como si no supiera si reírse de mí o mandarme a azotar.
Yo aproveché el silencio.
—Solo para que sepas… no cocino, no plancho, no me arrodillo, y si ronco es tu culpa por traerme a este lugar.
Lo juro, por un segundo… se le movió la comisura del labio. ¡Estuvo a punto de sonreír! Pero se contuvo. Qué tipo más firme, por favor.
—Acompañame al salón principal. Hay una cena con ministros y nobles. Empiezás hoy.
—¡¿Cena?! ¡¿Nobles?! ¿Así de golpe?
—Tenés cinco minutos. Cambiate.
—¿Y qué me pongo? ¡Si no tengo ropa de doncella!
— La mucama te dejo las ropa en el armario.
Abrí el armario y vi el vestido más sobrio y ajustado de la historia. Elegante, pero negro como mi humor.
Me vestí rápido. Me miré al espejo.
—Dahiana Sherlock, bienvenida a tu nuevo capítulo… donde probablemente hagas el ridículo frente a medio reino.
Y sonreí.
Entré al salón del ducado con la frente en alto… y el alma hecha un manojo de nervios.
Había más candelabros de los que podría contar, nobles de aspecto elegante y peligroso, y un silencio tan fino que hasta mis pasos hacían eco.
Y ahí iba yo, en vestido negro.
Félix caminaba delante de mí, como si no fuéramos el centro de atención. Pero lo éramos. Las miradas estaban clavadas. Algunas en él. La mayoría… en mí.
—¿Esa es la doncella personal?
—Pero si parece una corriente .
—¿No es la hija ilegítima del conde?
Yo fingí no oír. Pero por dentro estaba gritando:
¡¿Viejas ridículas ?!
sentándose en una mesa larga. Félix en la cabecera. Yo… justo a su izquierda. Parada
sirvieron una copa de vino carísimo. Y un plato con algo que parecía pato bañado en salsa de “ni idea”.
Todos charlaban en voz baja, frases elegantes, políticas, estratégicas. Hasta que uno de los ministros —un viejo de mirada filosa como navaja— me miró directamente.
—Y usted, señorita Sherlock… ¿cómo te sentís al estar aquí? Seguro estás acostumbrada a cenas tan elevadas. Pero ahora está trabajando como doncella.
¿QUÉ TE PASA, ABUELO? ¡NI ME CONOCÉS Y YA ESTÁS ATACANDO!
Me reí. Pero no una risa delicada. Una de esas carcajadas nerviosas que hacen que todos te miren raro.
—¡Ay! Tiene razón, mi lord. Estoy más acostumbrada a cenas donde nadie me mira como si tuviera un piojo en la cabeza.
Silencio.
Los cuchillos dejaron de cortar. Las copas se congelaron en el aire.
Félix… bajó lentamente la copa.