Ethan ya lo había perdido casi todo: sus pacientes, su reputación y la fe en la gente. Todo por una acusación que jura era mentira. Cuando aceptaron mantenerlo en la clínica bajo una condición —tratar a un paciente que nadie más quería—, tragó su orgullo y aceptó. El nombre en el expediente: Kael Drummond.
Luchador profesional. Incontrolable. Violento. Y con el hombro izquierdo casi inutilizable.
Kael no confía en nadie. Creció quebrando a otros antes de que lo quebraran a él. Su cuerpo es su arma, y ahora le está fallando. Lo último que quiere es un terapeuta metiéndose en sus límites.
Pero entre sesiones forzadas, provocaciones silenciosas y cicatrices que no son solo óseas, Ethan y Kael se enfrentan… y se reconocen. El dolor es todo lo que conocen. Quizás también sea donde empiecen a sentir algo que nunca habían tenido: cariño.
NovelToon tiene autorización de Moxonligh para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
Capítulo 8
[Martes | Principios de la tarde, apartamento de Kael]
Ethan llegó unos minutos antes de la hora. No sabía explicar por qué. Tal vez para confirmar que la noche anterior fue real. O para asegurarse de que todavía había espacio allí. En la mirada de Kael. En su casa. En los dos.
Llamó a la puerta con dos toques suaves.
Kael abrió rápido, como si ya estuviera del otro lado, esperando.
—Viniste —dijo, sin sonrisa, pero con los ojos más tranquilos que nunca.
—Creí que habíamos quedado en eso —respondió Ethan, entrando.
Kael cerró la puerta con llave y se quedó parado un instante. Como si quisiera decir algo, pero no supiera cómo.
—Desperté pensando que ibas a desaparecer. Que ibas a fingir que nada pasó.
—¿Y tú?
—Yo no iba a fingir. Pero tampoco sé qué hacer con esto.
Ethan dejó la mochila en el rincón, se quitó el abrigo. Miró alrededor. Estaba más ordenado. Como si Kael estuviera intentando organizar no solo el espacio, sino la cabeza.
—¿Y si no intentamos entender ahora? —sugirió Ethan—. Solo... existir aquí. Por hoy.
Kael asintió, despacio.
—Por hoy, entonces.
[Sesión improvisada | Sala de estar]
Kael se sentó en el colchón. Esta vez, sin camisa, como de costumbre. Pero algo era diferente. Parecía más expuesto, no solo físicamente.
Ethan se arrodilló al lado.
—¿Todavía te molesta el hombro?
—Menos. El brazo ya sube hasta aquí —dijo, levantándolo con cuidado—. Casi como antes.
—Pero ya no eres el mismo de antes —dijo Ethan, mientras iniciaba un estiramiento leve.
Kael se rio de lado.
—Antes solo sabía romper. Ahora estoy aprendiendo a aguantar.
Ethan lo miró.
—Aprender a aguantar no es lo mismo que aprender a confiar.
—¿Y quieres que confíe?
—No. Quiero que elijas confiar. Cuando estés listo.
Kael se quedó quieto. La cabeza girada hacia un lado, los ojos en el techo.
—Pasé tanto tiempo teniendo que controlar todo… que ahora, cuando alguien me trata con cuidado, no sé qué hacer.
—No tienes que hacer nada, Kael. Solo... deja que pase.
Kael lo miró. Por primera vez en ese día, con un brillo en los ojos.
—Es difícil dejar. Pero contigo… parece menos imposible.
[Conversación en el sofá, después de la sesión]
Después de los ejercicios, se sentaron en el sofá. La TV estaba apagada. Las luces bajas. Kael trajo dos tazas de té, una con leche.
—¿Recuerdas al entrenador del que te hablé? —empezó, después de algunos minutos en silencio.
Ethan asintió.
—Me enseñó dos cosas: cómo vencer… y cómo no confiar en nadie.
Kael bebió un sorbo y continuó:
—Por años, creí que ser fuerte era no sentir. Que si empezaba a depender de alguien, perdería el control.
—¿Y ahora?
—Ahora... estoy sintiendo todo de una vez. Y me siento débil por eso.
Ethan se giró de frente a él.
—No estás débil. Finalmente estás completo. Y eso da miedo, en serio.
Kael se pasó la mano por el cabello, despeinándolo aún más.
—Hablas como si me conocieras.
—Tal vez te conozca. O tal vez solo reconozca en ti lo que nunca acepté en mí.
—¿Tipo?
—Miedo de ser olvidado. De ser juzgado por el peor momento. De gustar y ser descartado.
Kael apoyó la taza en la mesa. Se quedó quieto por un instante. Después preguntó:
—¿Ya te ha gustado alguien que no sabía ser amado?
Ethan respondió sin pensar:
—Me está gustando ahora.
[En la habitación | Fin de la tarde]
Kael se levantó, caminando despacio hasta la puerta de la habitación.
—¿Ven aquí un segundo?
Ethan siguió. La habitación estaba oscura, solo una luz suave venía de la ventana. Kael se detuvo en el medio de la habitación, de espaldas.
—No es nada. Solo quería... salir de la sala.
Ethan cerró la puerta despacio. Se quedó allí, cerca de él, pero sin tocar.
—¿Estás intentando decir algo?
—No sé. —La voz de Kael salió baja—. Tal vez solo quería saber si te quedarías, aunque no dijera nada.
—Me quedo.
Kael se giró despacio.
—¿Aunque no sepa darte nada ahora?
—Dame tiempo. Dame verdad. Ya es más de lo que mucha gente me ha dado.
Kael respiró hondo. Después se acercó. No tocó todavía.
—¿Y si vuelvo a tocar...?
—Entonces yo toco de vuelta.
Se acercaron, las frentes tocándose antes de los labios. El beso vino, calmo, más firme que el primero. No era prisa. Era presencia.
Cuando se alejaron, Kael murmuró, todavía con los ojos cerrados:
—Lo estoy intentando. Lo juro.
—Lo veo —respondió Ethan—. Y estoy aquí. Aunque no sepas exactamente cómo dejarme quedar.