Desde que era niña, siempre soñé con tener mi propia familia: un refugio donde sentirme segura y rodeada de personas que me amaran. Sin embargo, ese anhelo parecía inalcanzable, ya que crecí en un orfanato, un lugar donde las sonrisas eran escasas y el tiempo para los demás aún más. Me sentía invisible entre aquellos muros grises. Todo cambió el día en que cumplí la mayoría de edad; ya no podía quedarme allí. La directora del orfanato me ayudó a conseguir un trabajo en una empresa, sin imaginar que ese sería el comienzo de mi verdadera desgracia. Esta es la historia de mi vida, una travesía marcada por el amor y la traición
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Capitulo XIX De vuelta a casa
Cristina, a pesar de haberse tomado la pastilla que le dio Enrique y que la hizo sentir como si no tuviera ningún valor, se enteró poco tiempo después de haber llegado a su nuevo hogar que estaba embarazada. Al principio, la noticia la llenó de miedo, el temor a un futuro incierto la abrazo fuertemente; se encontraba sola en aquel lugar extraño para ella y además no sabía cómo ser madre. Sin embargo, entendió que ya no era solo por ella por quién tenía que luchar; ahora en su interior se encontraba una pequeña vida que debía sacar adelante, no podía dejarse vencer.
Fue por esa nueva vida que ella tomó las riendas de su futuro llenándose de valor y decidida a salir adelante y gracias a los consejos del dueño de la cafetería fue que logro hacerse de un buen futuro. La fuerzas las saco de la pequeña Ádele quien fue su motor e inspiración.
"Lo siento, mami, es solo que no puedo controlar mi felicidad cuando las veo llegar", dijo la pequeña, su voz tierna que derretía corazones.
"No regañes a mi sobrina, ella solo está feliz de vernos". Interrumpió Laura en complicidad con la niña.
"Ustedes dos son incorregibles; mejor vamos a lavarnos las manos para cenar". Comento Cristina, negando con la cabeza.
Las tres se sentaron a la mesa en medio de un ambiente lleno de amor y comprension, platicaron sobre su día aunque quien más hablo fue la pequeña. Ádele le contó a su mamá sobre su día en la escuela y sobre cómo había defendido a una niña que estaban molestando, su voz cargada de emoción traslado a su madre y tía a aquel momento imaginando a la niña defendiendo a su compañera de escuela. Las dos mujeres estaban escuchando atentamente el relato de la pequeña, quien había sacado el carácter controlador de su padre, pero con un toque de ternura tal cual era su mamá en el pasado.
"Sabes que no debes andar buscando pleitos en la escuela; aunque estoy orgullosa de ti por defender a los más indefensos", la suave y cálida voz de Cristina se escuchó aconsejando a su hija.
"Lo sé mami, pero no podía dejar que se cometiera un acto tan bajo como ese". Adele era una niña muy determinada y no se amedrentaba ante nada.
Después de terminar la cena, Cristina llevó a su hija a tomar un baño de burbujas, cabe destacar que la niña vivía como una princesa; tenía el mundo entero a sus pies, pero mantenimiento la humildad que siempre le había inculcado su madre. Luego del baño, Cristina llevo a su hija a la cama. Su corazón brincaba de felicidad al saber que Míriam finalmente conocería a su nieta.
Esa misma noche, mientras preparaba a su hija para irse a dormir, Cristina le explicó que iban a visitar a su abuelita, al que lo niña expresó su entusiasmo con una gran sonrisa. Lo que Cristina no sabía era que la pequeña tenía sus propios planes.
Cuando Cristina salió de la habitación, Adele se quedó pensando que esa sería su oportunidad para conocer a su padre; debía buscarlo, aunque no sabía por dónde empezar, ya que su mamá nunca le había hablado de él.
Mientras que Cristina vivía una vida feliz al lado de su hija y su mejor amiga, la vida de Enrique era un verdadero infierno. Él se había casado con Fernanda cometiendo el peor error de su vida, ya que esa mujer era realmente una molestia.
Enrique pocas veces volvía a la casa que compartía con su esposa, por lo general se iba al apartamento en el que había vivido los momentos más felices de su vida y el mismo lugar que le recuerda lo canalla que había sido.
"Cristina, ¿cómo estarás? ¿La vida te habra tratado bien?" Susurro al viento mientras veía desde el balcón las luces de la ciudad, las cuales brillaban con tanta intensidad dejando claro que la vida seguía mientras el se seguía consumiendo en los recuerdos del pasado.
La nostalgia por lo que pudo haber sido lleno cada rincón de sus pensamientos, sus ojos se humedecieron mientras que el corazón dolía como aquel día en el que decidió llevar solo la carga de aquel terrible secreto. Su rostro cansado por la pena y el dolor era el reflejo vivo de un hombre que andaba por el mundo muerto en vida.
Mientras las horas transcurrían lentamente para Enrique al otro lado del mundo el tiempo paso volando y en un abrir y cerrar de ojos llegó el día en el que Cristina regresaría a su país natal, cargada de emociones encontradas un nudo le crecía en el estómago, pues se acercaba el momento en que tenía que enfrentarse a su pasado, un pasado que le borró la sonrisa y que solo dejó de ella un deseo profundo de no volver a creer en el amor.
Sus pasos se hacían más pesados a medida que transitaba por los concurridos pasillos del aeropuerto, llevando consigo a su hija en brazos, una pequeña de ojos azules y cabellos negros que caían en ondas sobre su espalda. El temor de que su pasado descubriera la existencia de Adele la aterrorizaba, ella no sabía que podía hacer Enrique si sabía de su hija. Por eso decidió decirle a todo el mundo que la niña era hija de Laura y así proteger a su pequeña.