Cuando José Luis conoció a Violeta, no sabía a lo que se dedicaba.
Ella intentó cambiar de vida, pero las circunstancias no la dejaron.
Su vida siempre fue muy dura. El amor, la pasión, el sexo, hicieron presa de ella...
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La tumba de Violeta
Te propongo algo, ¿que tal si vamos a ver la tumba los dos y le ponemos algunas flores?
Roberto pareció animarse con esa propuesta de Ernesto.
Me parece buena idea, acepto de corazón.
Cuando llegaron al panteón no les fue difícil encontrar la tumba de Violeta.
Era de mármol blanco y llevaba su nombre inscrito en una cruz muy hermosa. Violeta Cruz García, a la edad de 39 años. Con amor. Estaba cubierta de las mejores flores que se pudieran haber visto.
¿Qué opina usted de esto?, le dijo el jardinero a Roberto.
Esto es muy hermoso.
Y cada vez que se marchita una flor tengo orden de renovarla.
¿Y quién le ha dado a usted esa orden?, preguntó Roberto, intrigado.
Un caballero joven, que lloró mucho la primera vez que vino; un antiguo amante de la mujer, sin duda, pues, según parece esta era una casquivana. Dicen que era muy bonita, ¿el señor la conoció?
Sí y le voy a pedir que no se exprese así de ella, simplemente fue una víctima del destino.
Perdón, yo solo digo lo que se escucha en todo el pueblo, el otro también la conoció muy bien, dijo con una sonrisa maliciosa.
Métase en sus asuntos, dijo Roberto molesto.
De todos modos, si viene a verla aquí, es usted muy amable, pues la gente que viene a verla no llena el cementerio.
Entonces, ¿nadie viene a verla?, preguntó Ernesto.
Nadie absolutamente, excepto ese caballero joven que ha venido una vez.
¿Una sola vez?, Ernesto estaba triste por esa joven que nadie había tenido la decencia de visitar en la tumba.
Sí, señor.
¿Y no ha vuelto después?
No, pero volverá a su regreso.
¿Entonces está de viaje?, preguntó Roberto.
Sí.
¿Y sabe usted dónde está?, ahora fue Ernesto el que preguntó.
Me parece que está en el pueblo de la mamá de la señorita Cruz.
¿Y qué hace allí?, preguntó Ernesto.
Va a pedirle la autorización para poder exhumar su cuerpo y hacer que la pongan en otra parte.
¿Y por qué no la deja aquí?, preguntó Roberto.
Ustedes saben, señores, que por los muertos a veces se tienen manías. Nosotros vemos eso a diario. Este terreno no ha sido comprado más que por 5 años, y este joven quiere una concesión a perpetuidad y un terreno más grande, en el distrito nuevo será mejor.
¿A qué llama usted distrito nuevo?, dijo Ernesto.
Los terrenos nuevos que venden en el panteón del frente. Si el cementerio hubiese estado siempre cuidado como ahora, no habría otro igual en el mundo, pero todavía hay bastante que hacer antes de que esté del todo como debe estar. Y luego la gente es tan rara.
¿Qué quiere usted decir?, preguntó Ernesto de nuevo.
Quiero decir que hay gente que es muy orgullosa hasta dentro del cementerio. Así, esta señorita Cruz parece que era una mujer de la vida, perdóneme la expresión. Ahora la pobre ha muerto, y lo que resta de ella es lo mismo que lo de otras de las que nadie dice nada y que regamos todos los días; pero cuando los parientes de las personas que están enterradas al lado suyo averiguan quién era no se privan de decir que se debieron oponer a que la entrasen aquí, y que debía de haber terrenos aparte para esa clase de mujeres, como para los pobres.
¿Ha visto nunca cosa semejante? Yo los he plantado bonitamente a todos, ¡grandes amigos que no vienen ni cuatro veces al año a visitar a sus difuntos!, y que traen las flores ellos mismos, ¡y mire usted qué flores!, que reparen en esas poquiteras que dicen que lloran, que escriben sobre sus tumbas lágrimas que nunca han derramado, y todavía vienen a poner dificultades para la vecindad. Ustedes, si no quieren no me crean: yo no conocía a esta señorita; no sé lo que ha hecho; pues yo quiero a esa pequeña, y la cuido y le pongo sus flores a su justo precio. Es mi difunta predilecta. Nosotros, caballeros, estamos forzados a querer a los muertos. Pues estamos tan ocupados, y no tenemos tiempo de querer otra cosa.
Ernesto y Roberto sentían una grande emoción al oírlo hablar.
Él, sin duda, se dio cuenta pues continuó:
Dicen que ha habido gente que se ha arruinado por esta mujer y que tenía amantes que la adoraban; pues cuando yo pienso que no hay ninguno que venga a comprarle alguna flor solamente, esto es curioso y triste, todavía esta no tiene de qué quejarse, pues tiene su tumba, y si no hay más que uno que se acuerde de ella, este hace las cosas por los otros.
Pero tenemos aquí a pobres mujeres de la misma clase y de la misma edad que echan a la fosa común, y esto me deshace el corazón cuando oigo sus pobres cuerpos caer en la tierra, ¡y ninguna persona se ocupa de ellas una vez muertas!, no es alegre el oficio que hacemos, sobre todo si nos queda un poco de corazón. ¿Qué quiere usted? Esto es más fuerte que yo. Tengo una hermosa nieta de 29 años, y cuando traen aquí una muerta de su edad, pienso en ella y, ya sea una gran dama o una vagabunda no puedo impedir emocionarme.
Pero debo aburrirle, sin duda, con mis historias, y no ha venido usted para escucharlas. Me dijeron que los trajese a la tumba de la señorita Cruz y aquí estamos. ¿Puedo servirles en alguna otra cosa más?
Roberto y Ernesto miraron por última vez esa tumba florida, cuyas profundidades, a pesar suyo, hubiesen querido sondear para ver lo que la tierra había hecho de la bella criatura que le habían entregado, y se alejaron tristemente.
¿Volverán alguna vez a visitar esta tumba?, dijo el jardinero que marchaba a su lado.
No lo sabemos aún, pero yo creo que sí.
Ernesto pronto se dio cuenta que el hombre que había dado la orden de cambiarle las flores constantemente, había sido José Luis, el eterno enamorado de Violeta.
Y también pensaba que tal vez nunca más volverían a saber de Violeta, ya que, la pensaban cambiar de lugar.
Todo esto era obra de José Luis. Aunque no tenía ningún derecho sobre ella pero él quería hacerlo para sentirse más tranquilo.
Cuando llegaron a la puerta del cementerio para salir, Ernesto le depositó unas monedas al jardinero y salió de ahí con Roberto, tal vez no volverían nunca más.
A todas estas, ¿y la anticoncepción?