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Renacida para Vengar mi Destino: Promesa Sellada en el Tiempo

Renacida para Vengar mi Destino: Promesa Sellada en el Tiempo

Status: Terminada
Genre:Romance / Venganza / Mujer poderosa / Matrimonio arreglado / Reencarnación / Completas
Popularitas:669
Nilai: 5
nombre de autor: Bruna Chaves

Traicionada por su propia familia, usada como pieza en una conspiración y asesinada sola en las calles... Ese fue el cruel destino de la verdadera heredera.
Pero el destino le concede una segunda oportunidad: despierta un año antes del compromiso que la llevaría a la ruina.

Ahora su misión es clara: proteger a sus padres, desenmascarar a los traidores y honrar la promesa silenciosa de aquel que, incluso en coma, fue el único que se mantuvo leal a ella y vengó su muerte en el pasado.

Decidida, toma el control de su empresa, elimina a los enemigos disfrazados de familiares y cuida del hombre que todos creen inconsciente. Lo que nadie sabe es que, detrás del silencio de sus ojos cerrados, él siente cada uno de sus gestos… y guarda el recuerdo de la promesa que hicieron cuando eran niños.

Entre secretos revelados, alianzas rotas y un amor que renace, ella demostrará que nadie puede robar el destino de la verdadera heredera.

NovelToon tiene autorización de Bruna Chaves para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

Capítulo 12

La casa de los Valente estaba sumida en una atmósfera de tensión que nunca antes se había sentido. Los pasillos, antes llenos de la risa suave de su madre y las conversaciones austeras de su padre, ahora respiraban silencio y miedo. Desde que las pruebas contra los primos habían sido reveladas, era inevitable que la furia de ellos buscara una salida. Y no tardaría en que la represalia viniera de la forma más cruel posible.

Aquella mañana, mientras tomaba el café, la madre apretaba una taza de porcelana entre las manos temblorosas. —Necesitas parar, hija mía —dijo con voz baja, casi suplicante—. Ya hemos conseguido demasiado. Cada nueva revelación es como pinchar a una fiera herida. No quiero veros a ti o a tu padre en peligro.

Pero Serena Valente mantuvo la calma, aunque por dentro el corazón estuviera inquieto. Tomó la mano de la madre y habló con firmeza: —Mamá, ellos siempre han sido fieras. No por callarme en el pasado nos hemos mantenido a salvo. Nos destruyeron igualmente. La diferencia es que, ahora, no voy a permitir que se repita.

El padre, que permanecía en silencio, levantó los ojos del periódico y dijo con seriedad: —Tu madre tiene razón al temer. Pero entiendo lo que estás haciendo. No existe retroceso para nosotros. Solo quiero que me prometas que, si algo sucede, no vas a flaquear.

Serena lo encaró con lágrimas contenidas y, por primera vez desde que había vuelto en el tiempo, sintió el peso de la responsabilidad aplastar sus hombros. No era solo su vida en juego. Era la vida de quien amaba.

Aquella tarde, al salir de la empresa, encontró el coche de la familia estacionado con el conductor esperándola. Subió en el asiento trasero, pero algo dentro de ella latió de forma extraña. Una intuición, una alerta. El conductor evitaba encararla, y las manos de él temblaban levemente en el volante.

—¿Adónde vamos? —preguntó, desconfiada.

—A casa, señora —respondió, pero la voz estaba demasiado tensa.

El coche siguió por calles que no eran el camino habitual. Serena percibió el error inmediatamente. Apretó el respaldo del asiento de adelante, la voz fría. —Usted no trabaja para nosotros. ¿Quién es usted?

El hombre no respondió, solo aceleró. El corazón de ella se disparó. Intentó abrir la puerta en movimiento, pero estaba trancada por dentro. En el instante siguiente, otro coche apareció al lado, bloqueando el paso.

Fue entonces que comprendió: no estaban detrás de ella en aquel momento. La estaban distrayendo para tener acceso a la mansión.

—¡Pare el coche! —gritó, intentando tirar del volante. El conductor reaccionó con brutalidad, empujándola de vuelta contra el asiento.

El vehículo derrapó en una curva estrecha, y fue en ese momento que Serena consiguió destrabar la puerta y lanzarse para fuera, rodando por el asfalto frío. El dolor explotó en su cuerpo, pero estaba viva. El coche siguió adelante, desapareciendo en la esquina, y ella sabía que no tenía tiempo. Necesitaba correr.

Con dificultad, se levantó y llamó a un taxi que pasaba. El conductor, chocado al verla ensangrentada, casi rehusó, pero la urgencia en sus ojos lo convenció. —¡A la mansión Valente! —ordenó, y a cada segundo la angustia le rasgaba el pecho.

Cuando llegó, encontró el portón principal entreabierto. El guardia de la entrada yacía desmayado en el suelo, probablemente drogado. Corrió para dentro, sintiendo las piernas flaquear a cada paso. Los gritos de la madre resonaban en la sala principal, mezclados al sonido de muebles cayendo.

Entró y vio la escena: dos hombres enmascarados intentaban arrastrar a su madre, mientras su padre, con un pedazo de hierro en las manos, luchaba para alejarlos. La furia se apoderó de ella. Sin pensar, agarró un florero pesado próximo a la puerta y lo arrojó contra uno de los agresores, alcanzándolo en la cabeza.

—¡Dejadlos ahora! —gritó, la voz firme, aunque jadeante.

Los hombres se miraron entre sí, sorprendidos con la osadía. Uno de ellos intentó avanzar contra Serena, pero ella agarró la barra de hierro que el padre usaba y golpeó con fuerza contra el brazo del agresor, derribando el cuchillo que él empuñaba. El otro, percibiendo que la situación salía del control, retrocedió rápidamente y corrió para fuera, arrastrando al compañero herido. En segundos, el sonido del motor de un coche desapareció a lo lejos, llevando con ellos la frustración de la tentativa fracasada.

Serena cayó de rodillas, jadeante, el hierro escurriendo de sus manos. La madre lloraba, agarrada a ella, mientras el padre, aún respirando con dificultad, la encaraba con orgullo silencioso.

—No van a parar —dijo él, serio—. Hoy intentaron llevarse a tu madre. Mañana pueden intentar de nuevo, o algo peor.

Ella tomó la mano de la madre con fuerza, sintiendo el peso del destino pesar sobre sí. —No voy a dejar. Si quieren guerra, yo la voy a llevar hasta el fin. Pero ustedes no van a caer otra vez.

Aquella noche, llevó a los padres para un lugar seguro, una casa discreta en otra parte de la ciudad, lejos de los ojos de la sociedad. Solo Augusto y Clara sabían del paradero de ellos. Mientras arreglaba las maletas a las prisas, la madre lloraba en silencio. —Te estás convirtiendo en alguien que mal reconozco.

Serena acarició su rostro con ternura. —Porque no soy más aquella que ustedes perdieron en el pasado. Ahora soy alguien que sabe luchar.

Cuando volvió al hospital, se encontró sola en el cuarto del marido adormecido. Se sentó al lado de él, aún con las manos temblorosas, y dejó las lágrimas finalmente caer. —Hoy casi perdí a mi madre de nuevo. Quieren arrancarme todo, pero no voy a permitir. —Tomó la mano de él con fuerza, como si buscara anclarse en aquella piel fría—. Necesito que despiertes. Te necesito. Pero, hasta entonces, voy a enfrentar a todos sola, si fuera necesario.

El monitor cardíaco seguía regular, pero aquella noche el sonido parecía más fuerte, más vivo, como si cada latido resonara la promesa que habían hecho en la infancia. Serena cerró los ojos, exhausta, pero aún así decidida.

La familia había sido marcada como objetivo. Los enemigos mostraron que no tenían límites. Pero también habían cometido un error: despertaron en ella no solo la determinación de defenderse, sino la furia de quien ya murió una vez y no tiene más nada que perder.

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Topy71 🇦🇷
Tiene que esvonder a los padtes donde nadie sepa nada ni los conosxa
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